Super vivencia Demócrata
“Si Trump logra mantener el control en ambas cámaras, es posible que haya terminado con el sistema bipartidista”
El expresidente de Estados Unidos Barack Obama, en un reciente discurso de campaña, llamó a esta elección intermedia “la más importante de mi vida, incluyendo en las que fui candidato”. No es para menos. El actual presidente Donald J. Trump está en proceso de desmantelar el tejido democrático que ha sostenido a Estados Unidos más de 240 años. Hace dos años, Trump ganó la elección presidencial favorecido por diversos factores. Enfrentó a una pésima candidata demócrata, Hillary Clinton. Logró armar un mensaje que tuvo gran resonancia en sectores olvidados por el gobierno, mayormente en zonas rurales, de raza blanca y con poca educación. La combinación de un racismo subliminal, cultivado con la victimización, solidificó lo que hoy llamamos la “base trumpiana”, desatando el odio y el rencor entre diversos grupos sociales. Y para potenciar esta base, tuvo la muy eficiente y profesional cooperación del aparato ruso de intervención cibernética, que lo ayudó tanto a obtener informa- ción de sus rivales a través del hackeo, como a diseminar su propaganda y desinformación en redes sociales usando sofisticados programas desarrollados por universidades y empresas especializadas.
Esta combinación de factores fue capaz de engañar a las más prestigiadas empresas encuestadoras, que seguían utilizando modelos demográficos que fueron rebasados por las tácticas cibernéticas de Cambridge Analytica, la empresa que llevó la operación de sistemas de Trump, y que ya desapareció, ahogada en los señalamientos de su operación ilegal, realizada presuntamente bajo el diseño y cooperación de Rusia.
Por ello, no hay mucha confianza en las predicciones de las encuestadoras en la elección intermedia del 6 de noviembre. Si bien es palpable un rechazo a las políticas extremas de Trump, nadie sabe cómo se reflejará en las urnas. El universo de votantes es muy distinto al de hace dos años, y no saben bien a bien cómo medirlo. En los estados donde hay votación temprana, como Texas y Georgia, la afluencia a las urnas ha sido masiva en comparación con elecciones anteriores, y esto produce cierta tranquilidad a los demócratas, pero la cicatriz del 2016 no ha sanado. Un día antes de la votación el consenso era que Hillary tenía 85 por ciento de probabilidades de ganar, y el sueño se esfumó en unas horas. Hoy, las encuestas señalan la misma probabilidad, un 85 por ciento de que los demócratas alcancen la mayoría en la Cámara de Representantes, pero no se traduce en confianza.
Los republicanos, por su parte, juegan sucio. Están acostumbrados a ello. Son minoría en el país, buena parte de su agenda conservadora ha sido traicionada por sus militantes, en aras de complacer al presidente, y tienen que recurrir a tácticas cuestionables para conservar el poder. Las instancias de supresión, o intentos de supresión del voto de las minorías se multiplican por todo el país. Usan mentiras para sembrar el miedo de ir a votar, empezando por Trump, quien subió un tuit amenazando con toda la fuerza de la ley a quien vote de manera fraudulenta. Esto del voto fraudulento es un problema que no existe; es un invento de Trump para cuestionar la validez de una elección en caso de resultar derrotado, pero mucha gente, sobre todo inmigrantes y afroamericanos, prefieren no votar con tal de ahorrarse el riesgo de tener un problema con la ley. Si Trump logra mantener el control de ambas cámaras, es posible que haya terminado con el sistema bipartidista que ha regido en Estados Unidos desde que es independiente. Con el control de los tres poderes, el ejecutivo en su persona, el legislativo a través de sus esbirros y el judicial, con sus recientes confirmaciones a la Suprema Corte de los jueces Neil Gorsuch y Brett Kavanaugh, Trump tendría facultades ilimitadas. Suena muy parecido a lo que se vivirá en México a partir del 1 de diciembre.
Por ello, el objetivo de esta elección para quienes creen en la democracia y la libertad individual, es lograr colocar un contrapeso que pueda contener el tren desbocado de la presidencia de Trump. Falta poco para saberlo.