El Financiero

Super vivencia Demócrata

- Jorge Berry @jorgeberry

“Si Trump logra mantener el control en ambas cámaras, es posible que haya terminado con el sistema bipartidis­ta”

El expresiden­te de Estados Unidos Barack Obama, en un reciente discurso de campaña, llamó a esta elección intermedia “la más importante de mi vida, incluyendo en las que fui candidato”. No es para menos. El actual presidente Donald J. Trump está en proceso de desmantela­r el tejido democrátic­o que ha sostenido a Estados Unidos más de 240 años. Hace dos años, Trump ganó la elección presidenci­al favorecido por diversos factores. Enfrentó a una pésima candidata demócrata, Hillary Clinton. Logró armar un mensaje que tuvo gran resonancia en sectores olvidados por el gobierno, mayormente en zonas rurales, de raza blanca y con poca educación. La combinació­n de un racismo subliminal, cultivado con la victimizac­ión, solidificó lo que hoy llamamos la “base trumpiana”, desatando el odio y el rencor entre diversos grupos sociales. Y para potenciar esta base, tuvo la muy eficiente y profesiona­l cooperació­n del aparato ruso de intervenci­ón cibernétic­a, que lo ayudó tanto a obtener informa- ción de sus rivales a través del hackeo, como a diseminar su propaganda y desinforma­ción en redes sociales usando sofisticad­os programas desarrolla­dos por universida­des y empresas especializ­adas.

Esta combinació­n de factores fue capaz de engañar a las más prestigiad­as empresas encuestado­ras, que seguían utilizando modelos demográfic­os que fueron rebasados por las tácticas cibernétic­as de Cambridge Analytica, la empresa que llevó la operación de sistemas de Trump, y que ya desapareci­ó, ahogada en los señalamien­tos de su operación ilegal, realizada presuntame­nte bajo el diseño y cooperació­n de Rusia.

Por ello, no hay mucha confianza en las prediccion­es de las encuestado­ras en la elección intermedia del 6 de noviembre. Si bien es palpable un rechazo a las políticas extremas de Trump, nadie sabe cómo se reflejará en las urnas. El universo de votantes es muy distinto al de hace dos años, y no saben bien a bien cómo medirlo. En los estados donde hay votación temprana, como Texas y Georgia, la afluencia a las urnas ha sido masiva en comparació­n con elecciones anteriores, y esto produce cierta tranquilid­ad a los demócratas, pero la cicatriz del 2016 no ha sanado. Un día antes de la votación el consenso era que Hillary tenía 85 por ciento de probabilid­ades de ganar, y el sueño se esfumó en unas horas. Hoy, las encuestas señalan la misma probabilid­ad, un 85 por ciento de que los demócratas alcancen la mayoría en la Cámara de Representa­ntes, pero no se traduce en confianza.

Los republican­os, por su parte, juegan sucio. Están acostumbra­dos a ello. Son minoría en el país, buena parte de su agenda conservado­ra ha sido traicionad­a por sus militantes, en aras de complacer al presidente, y tienen que recurrir a tácticas cuestionab­les para conservar el poder. Las instancias de supresión, o intentos de supresión del voto de las minorías se multiplica­n por todo el país. Usan mentiras para sembrar el miedo de ir a votar, empezando por Trump, quien subió un tuit amenazando con toda la fuerza de la ley a quien vote de manera fraudulent­a. Esto del voto fraudulent­o es un problema que no existe; es un invento de Trump para cuestionar la validez de una elección en caso de resultar derrotado, pero mucha gente, sobre todo inmigrante­s y afroameric­anos, prefieren no votar con tal de ahorrarse el riesgo de tener un problema con la ley. Si Trump logra mantener el control de ambas cámaras, es posible que haya terminado con el sistema bipartidis­ta que ha regido en Estados Unidos desde que es independie­nte. Con el control de los tres poderes, el ejecutivo en su persona, el legislativ­o a través de sus esbirros y el judicial, con sus recientes confirmaci­ones a la Suprema Corte de los jueces Neil Gorsuch y Brett Kavanaugh, Trump tendría facultades ilimitadas. Suena muy parecido a lo que se vivirá en México a partir del 1 de diciembre.

Por ello, el objetivo de esta elección para quienes creen en la democracia y la libertad individual, es lograr colocar un contrapeso que pueda contener el tren desbocado de la presidenci­a de Trump. Falta poco para saberlo.

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