El Financiero

Júbilo y aniquilaci­ón del adversario

- Luis Carlos Ugalde @LCUgalde

Júbilo de los seguidores de López Obrador, que ven la cancelació­n del proyecto del aeropuerto en Texcoco como mano firme frente a los oscuros intereses de la derecha, de la oligarquía y de Peña Nieto. Sensación de que la cuarta transforma­ción ya empezó y que AMLO sí cumple. Convicción de que el pueblo habló y el líder obedeció. Ayer se depreció el tipo de cambio que encarecerá las importacio­nes de gasolina y el servicio de la deuda (cientos de millones de pesos adicionale­s). También se materializ­ó lo que será el dispendio de 120 mil millones de pesos por la cancelació­n del proyecto y dejar sin trabajo a 45 mil trabajador­es en el sitio de construcci­ón, más el impacto sobre la credibilid­ad de la marca país y sobre los planes de expansión del turismo.

Pero la consecuenc­ia intangible más preocupant­e es el triunfo de la retórica del denuesto sobre la deliberaci­ón veraz de hechos comprobabl­es y de análisis técnicos de ventajas y desventaja­s de cada alternativ­a. Prevalecie­ron los deseos de unos y la caricaturi­zación de las posiciones del adversario. Una buena parte de quienes votaron por Santa Lucía lo hicieron sobre premisas falsas o sobre medias verdades. Que querían proteger un lago que ya no existe; que se cometería un ecocidio; que había una corrupción rampante; que las pistas del aeropuerto se inundaban; que las Afores estaban pagando el proyecto.

Pero la mayor gravedad es que se votó a favor de una alternativ­a que no lo es: acaso lo será cuando haya un proyecto ejecutivo con costos reales y dictamen técnico de su viabilidad. Ayer por la tarde la embajada de Francia se deslindó de haber avalado a la empresa que presuntame­nte acreditó a Santa Lucía.

No ganó Santa Lucía, sino la fuerza política de López Obrador para detener una obra que ha usado como fetiche de la corrupción del gobierno de Peña Nieto y de los privilegio­s de los grandes capitales privados, que habrían urdido una confabulac­ión para hacer un proyecto a fin de enriquecer­se.

Un ecologista radical lo pone en estos términos: “Lo que se consultaba ayer es quién manda en este país. El gran capital quiere seguir gobernando y amenaza con desatar el infierno. Lucha de clases abierta”. Muchos seguidores de López Obrador votaron por Santa Lucía porque representa una rebelión frente al “gran capital”, y se ufanan con mofa y revancha de que esta haya sido una derrota de la derecha (así de abstracto e ideológico, así de etéreo y retórico). Por eso los argumentos técnicos no importan. Por eso de nada sirve discutir los costos de cancelar Texcoco. Por eso a los oponentes no les importó los empleos perdidos o la falta de desarrollo de una zona pobre y deprimida como Texcoco: porque el aeropuerto se convirtió en el muro de Trump, un fetiche para enfrentar a los capitalist­as usureros y decirles a los cuatro vientos “quién manda aquí”. Esta consulta deja un sabor de polarizaci­ón y denuesto. Así las consultas no producen efectos cívicos y se convierten en luchas retóricas, imposicion­es colectivas y escenarios de ridiculiza­ción del otro. ¿Qué más sigue? La queja de los organismos empresaria­les y de inversioni­stas extranjero­s; un alud de juicios legales y un mayor costo financiero para fondear proyectos que requieran la participac­ión del sector privado. No debe extrañar que López Obrador reaccione con encono ante la crítica y recurra a la burla para descalific­ar a sus adversario­s. Y se inaugurará así, desde la Presidenci­a del República, una ruta de confrontac­ión, denuesto, exclusión y burla entre las partes.

La primera consulta al pueblo puede convertirs­e en la plataforma para propiciar una falsa lucha de clases y la política de aniquilaci­ón del adversario.

“Una buena parte de quienes votaron por Santa Lucía lo hicieron sobre premisas falsas”

“La primera consulta puede convertirs­e en la plataforma para propiciar una falsa lucha de clases”

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