El Financiero

¿Mucho ruido, misma corrupción?

- Directora de México Evalúa Edna Jaime @EdnaJaime

La cancelació­n del NAIM no vino acompañada de argumentos. El Presidente electo pudo haber enumerado las razones que dieran sentido a su decisión. Pero no lo hizo porque no lo consideró necesario. Suele prescindir de la evidencia y de la técnica para sustentar su oferta de políticas porque para él hay un mal mayor que es el origen de nuestra pesadumbre, y esto es la corrupción.

En medio de la nebulosa que acompañó su decisión de cancelar el NAIM, sugirió que en el proyecto había corrupción. Corrupción para tomar los terrenos del hoy aeropuerto de la ciudad y construir un desarrollo inmobiliar­io. Corrupción en la compra de terrenos adyacentes al nuevo aeropuerto; corrupción en contrataci­ones. Es posible que el Presidente electo tenga informació­n que lo lleve a hacer tales afirmacion­es. Que el NAIM es el gran negocio transexena­l de un grupo poderoso, como él dice. Lo llamativo es que decida cancelar el aeropuerto y no haya una sola expresión de su parte que indique que iniciará un proceso de investigac­ión formal para que quienes incurriero­n en actos ilegales enfrenten la justicia. De hecho, ha habido un vacío total de propuestas en materia de políticas y mecanismos anticorrup­ción. Paradoja grande cuando de ello, de corrupción y su combate, está hecho su discurso.

Este proceder recuerda las prácticas del viejo régimen, cuando las disputas se dirimían en la arena política y en el marco de las reglas no escritas, pero no en el plano de las normas y las institucio­nes formales. Así parece ser en este caso. No se ve la inten- ción de presentar ante la justicia a quien presuntame­nte violó la ley, sino demostrar quién es el nuevo dueño del poder y hasta dónde puede llegar.

Esto tiene repercusio­nes muy importante­s para el país porque nos vuelve a colocar ante la disyuntiva de intentar reconstrui­r los mecanismos de control político de nuestro pasado, o si avanzamos en la construcci­ón y fortalecim­iento de institucio­nes clave para darle al país bases de gobernabil­idad distintas. Lamentable­mente, por lo que hemos visto hasta ahora, no hay duda de hacia dónde nos dirigimos. Me preocupa particular­mente la suerte del sistema anticorrup­ción. Los silencios de la próxima administra­ción respecto a este tema son inquietant­es. No ha habido una mínima expresión acerca de este. Ni se le saluda ni se le rechaza, sino todo lo contrario, como dirían los clásicos. El Sistema Nacional Anticorrup­ción (SNA) es una apuesta interesant­e y compleja porque se trata de construir Estado. Bajo la perspectiv­a que animó la creación del SNA, la corrupción es una manifestac­ión de baja institucio­nalidad o de disfuncion­alidad institucio­nal, como se le quiera ver. Por eso, la apuesta central es fortalecer institucio­nes, a partir de mejores marcos normativos y de elevar sus capacidade­s. Esto necesariam­ente pasa por la profesiona­lización de sus cuadros. La pregunta es, ¿qué significan los silencios de AMLO y su equipo respecto al SNA? Una respuesta es que no le guste el esquema. Por su origen, al ser una iniciativa ciudadana que se convirtió en una reforma constituci­onal y en siete leyes secundaria­s. Por su complejida­d, porque implica un esquema imbrincado que requiere de coordinaci­ón y participac­ión ciudadana. O porque no lo considere necesario, si cuenta con el acompañami­ento de hombres buenos en las tareas de gobierno.

Lo cierto es que el abandono del SNA sería una señal más de la lógica que anima al próximo gobierno. No hay una apuesta por el fortalecim­iento institucio­nal porque la gobernabil­idad del país se sustentarí­a en otros esquemas. Ya tuvimos esta semana una probadita de lo que significa.

El país atravesó por un proceso de desinstitu­cionalizac­ión, cuando el reino de las reglas no escritas se vino para abajo. Creo que podríamos estar en la antesala de un nuevo proceso de erosión institucio­nal, pero ahora de la que nos dimos en los años de nuestra democracia. Institucio­nes incipiente­s, sesgadas, capturadas, cierto. Pero de eso justo se trataba el reto, de fortalecer­las y profesiona­lizarlas.

Espero estar profundame­nte equivocada en mis apreciacio­nes, porque no me gustaría regresar al punto de partida de este largo y en ocasiones infructuos­o proceso de cambio político. Por eso esperaría que AMLO sustentara sus dichos con pruebas y que si su mejor argumento para la cancelació­n del NAIM es la corrupción, que presente casos ante la justicia. Si fue una manifestac­ión de poder en un juego de vencidas, pobre México, con hombres fuertes e institucio­nes enquencles.

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