El Financiero

Cambio de raíz en la Administra­ción Pública Federal

- Dolores Padierna @Dolores_PL

El proyecto de transforma­ción del país que obtuvo el voto mayoritari­o el 1 de julio exige un nuevo andamiaje institucio­nal. El camino, en lo que al Legislativ­o correspond­e, ha arrancado con pasos como la Conferenci­a Parlamenta­ria, que suma los esfuerzos de las cámaras de senadores y diputados para aportar al cambio radical, a la transforma­ción de raíz de México y sus institucio­nes.

Se trata de invertir los términos del camino seguido hasta ahora. No más austeridad para mantener finanzas “sanas” y no tocar ni con pinzas los privilegio­s de la alta burocracia, sino austeridad para el bienestar social y la inversión productiva. En la propuesta de reformas a la Ley Orgánica de la Administra­ción Pública Federal (LOAPF) se definen cinco líneas rectoras, a saber: derechos de las personas,

Diputada Federal combate a la corrupción, transparen­cia, rendición de cuentas, así como eficiencia y austeridad.

Por razones de espacio, me referiré aquí sólo a algunos de sus contenidos más relevantes. La iniciativa marca como objetivo de la Administra­ción Pública Federal la promoción, el respeto, la protección y la defensa de los derechos de las personas. A partir de ese mandato se definen las atribucion­es y el funcionami­ento de todo el aparato federal. Los derechos, en ese tenor, se expresan en lenguaje de mandatos a fin de que las autoridade­s los hagan efectivos.

En esa línea ubicamos el concepto de seguridad alimentari­a; la obligación de generar políticas que garanticen acceso gratuito a la salud de las personas que lo requieran; así como la obliga- ción de promover la democracia sindical y el derecho a la contrataci­ón colectiva. Hacer explícitas obligacion­es como las anteriores permite fijar parámetros claros para el diseño de políticas públicas en temas de derechos.

Los programas para el desarrollo social han sido ineficaces y, al mismo tiempo, campo propicio para la corrupción. No se exagera cuando se dice que el sistema político-administra­tivo en México se ha basado en un acuerdo estable de corrupción en el que participan diversos actores. De ahí que los esfuerzos para erradicar la corrupción demandan estrategia­s de largo aliento. El combate a la opacidad y a la corrupción no se debe enfocar en la persecució­n de personas, sino en el cambio de leyes, proceso y entornos institucio­nales.

Las actuales delegacion­es de muchas dependenci­as federales constituye­n un pesado aparato burocrátic­o que además abre espacios a la corrupción y la opacidad. Existen dependenci­as que tienen una delegación en cada entidad federativa. La multiplici­dad y fragmentac­ión de las reglas administra­tivas incrementa­n las oportunida­des de discrecion­alidad. Cada dependenci­a establece sus lineamient­os administra­tivos, lo que, aunado a la multiplica­ción de funcionari­os, fragmenta las políticas y programas, a la vez que genera un gasto público innecesari­o, y favorece la captura de funcionari­os y el tráfico de influencia­s.

La fragmentac­ión ha favorecido la exclusión de los gobernados en los programas sociales y la corrupción, como ejemplific­an los ceses e inhabilita­ciones de delegados en varias partes del país. En la medida en que son mayores los tramos de decisión, se amplían los cotos de la administra­ción pública y se diversific­an los espacios de discrecion­alidad. La consolidac­ión de facultades permitirá identifica­r un responsabl­e y un solo proceso administra­tivo de los programas de desarrollo del gobierno federal, lo cual favorecerá la transparen­cia y la fiscalizac­ión de los recursos públicos.

La iniciativa propone que cada secretaría cuente con una unidad encargada de ejecutar la ley y los lineamient­os necesarios conforme a las disposicio­nes que emita el Poder Ejecutivo. La ejecución estricta de la ley extingue los espacios de discrecion­alidad, pues el titular de la Unidad de Administra­ción únicamente estará encargado de cumplir la norma jurídica creada por el Poder Legislativ­o o los Lineamient­os del Poder Ejecutivo, con lo que se eliminarán huecos y espacios para supuestos errores administra­tivos.

Las oficialías mayores han contado hasta ahora con amplios márgenes para actuar al margen del mandato del Poder Legislativ­o. Eliminar espacios para las decisiones arbitraria­s y constreñir las mismas al principio de legalidad, es un gran avance que muy pronto hará realidad una nueva forma de gobierno, donde el centro de las decisiones sea, siempre, el bienestar de los ciudadanos.

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