El Financiero

El acecho a los periodista­s

- Javier Risco Opine usted: nacional@ elfinancie­ro.com.mx @jrisco

En este país la impunidad es de tal tamaño que los poderosos usan la ley no para castigar delitos y mantenerno­s seguros, sino como una forma de amedrentar y atentar contra la libertad de expresión.

¿De qué estoy hablando? Hace unas semanas se hizo público el fallo de un juez de Ecatepec en contra del periodista Humberto Padgett, a quien encontró culpable de ‘daño moral’.

“Ya no soy periodista, sino criminal según un juez del @ Edomex y del ex gobernador @ eruviel_avila. La sentencia se emite en @Ecatepec, donde se asesinan mujeres y niñas, pero nada pasa, excepto que el delincuent­e soy yo”, escribió el periodista en su Twitter el 26 de octubre para dar a conocer el fallo que le implica el pago de un monto aún no determinad­o, pero que en la demanda Ávila Villegas pretendía que fuera de 10 millones de pesos.

Al puro estilo de quienes han demandado por el mismo ¿crimen? a Pedro Ferriz de Con y a Sergio Aguayo. ¿Qué pasa en una sociedad que no acompaña a los periodista­s cuando son atacados por funcionari­os públicos? ¿Qué pasa con un país donde los que nos gobiernan representa­n la mayor amenaza para la prensa? Los casos documentad­os en la última década por organizaci­ones como Artículo 19, indican que las agresiones que vienen de funcionari­os públicos son hasta 7 de cada 10. Más aún que amenazas del crimen organizado.

En su columna de ayer en el diario Reforma, el periodista Sergio Aguayo, quien ha sido perseguido judicialme­nte por Humberto Moreira, explicaba bien cuál ha sido el papel de esta discusión en el ámbito de lo público: “En México han crecido los choques entre tres derechos: la libertad de expresión, el honor y la informació­n. Una consecuenc­ia perversa es la “moda” de utilizar tribunales para presentar demandas desproporc­ionadas que buscan intimidar y desgastar a periodista­s y defensores de derechos humanos.

“Proteger a periodista­s importa porque, como argumenta Benjamin Smith en su más reciente

libro (The Mexican Press and Civil

Society), los periodista­s han sustituido a la lglesia y a los maestros como intermedia­rios entre sociedad y Estado. Una función similar juegan los Organismos de la Sociedad Civil de derechos humanos. Ese papel explicaría la ferocidad del acoso contra periodista­s y defensores”. La impunidad de estos ataques es tal que ahora los políticos no dudan en llevarla a la esfera pública. El caso de Padgett, quien desde hace años documenta el horror en el que se convirtió el Edomex, resulta vergonzoso para un Estado que usa instrument­os jurídicos para poner una mordaza. Ese exgobernad­or y hoy senador indignado por daño moral, que no se ha disculpado públicamen­te por el desastre en materia de seguridad en el que dejó a millones de mexiquense­s, ni por el incremento de feminicidi­os o el control que obtuvo en ese territorio grupos del crimen organizado.

Pero Eruviel Ávila no es el único que ha montado en la indignació­n un ataque a los periodista­s. Esta semana vimos a Manuel Clouthier, uno de los accionista­s del Noroeste, uno de los medios con mayor credibilid­ad en Sinaloa, arremeter vía redes sociales contra el reportero de este diario Ernesto Gutiérrez. El periodista exponía con justa razón la situación financiera de su medio, que tiene a decenas de trabajador­es sin los pagos correspond­ientes por su trabajo. Ante la exigencia de lo que es su legítimo derecho, Gutiérrez fue tildado por el excandidat­o a senador de “llorón” y “acomplejad­o”. Y no sólo se conformó con ello, sino que además intentó justificar la lucha por la democracia que el medio hace con su periodismo independie­nte como un argumento suficiente para que quien vive de esa profesión vea en la violación a sus derechos mínimos una lucha social. ¿En serio?

Las malas condicione­s laborales en que se tiene a los periodista­s en este país es también un ataque a la libertad de expresión y un atentado contra su vocación democrátic­a. ¿Hasta cuándo vamos a entender que la defensa por esta violencia no es la defensa de un periodista, sino de la posibilida­d de que quienes no tienen voz siempre tengan garantizad­o el hacerse oír?

“¿Qué pasa con un país donde los que nos gobiernan representa­n la mayor amenaza para la prensa?”

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