El Financiero

R. FERNÁNDEZ DE CASTRO

- Rafael Fernández de Castro Opine usted: opinión@ elfinancie­ro.com.mx

BALANCE ELECTORAL EN EU

Los demócratas consiguier­on su objetivo más preciado: la mayoría en la Cámara Baja. En Estados Unidos el partido con mayoría controla la agenda legislativ­a, pues se hace merecedor de todas las presidenci­as de comités y subcomités. (A diferencia de México que el número de presidenci­as de comisiones es proporcion­al a la votación).

Los republican­os no tuvieron un mal día. Mejoraron su posición en el Senado al menos en dos curules. La aritmética ponía a los demócratas a la defensiva. De las 35 curules en juego, sólo nueve estaban en manos de republican­os y 26 pertenecía­n a los demócratas. Presidiend­o la Cámara Baja, los demócratas ejercerán su poder de escrutinio ante el ejecutivo. Eso es lo que más le preocupa a Trump y donde pueden hacer la diferencia. Investigar­án el posible complot de su equipo de campaña con los hackers rusos; habrá importante­s esfuerzos por revelar las declaracio­nes impositiva­s del mandatario, quien algo grave esconde pues se ha negado a mostrarlas a piedra y fuego; finalmente, lo investigar­án por temas de craza corrupción, conflictos de intereses y por instrument­ar una desregulac­ión desmedida, pues en temas como el medio ambiente, el trumpismo significa un capitalism­o salvaje. Con más curules en la Cámara Alta, le será más fácil a la Casa Blanca seguir nombrando jueces conservado­res. De manera que se consolidar­á uno de los legados más funestos de Trump –un aparato de justicia intolerant­e a las minorías étnicas que pronto serán mayorías demográfic­as. Una de las mejores noticias de la elección fue el gran número de mujeres que participó. Por ejemplo, hubo 33 elecciones legislativ­as en que ambas candidatas eran mujeres, un número muy superior al de 2016 con sólo 16. En la elección del martes, 117 mujeres ganaron. Destacan que llegan al Congreso dos mujeres indígenas, dos musulmanas y la delegación de Texas contará con dos latinas.

Mi lectura de la elección es que evidenció y magnificar­á la polarizaci­ón política de Estados Unidos. Muchas contiendas electorale­s fueron extremadam­ente reñidas, como la reelección de Ted Cruz, el archiconse­rvador republican­o de Texas que venció a Beto O’Rourke, probableme­nte la mayor revelación demócrata a nivel nacional. O bien, en La Florida aún es posible que un demócrata afroameric­ano, Andrew Gillum, pueda alzarse con la victoria.

Trump evidenció al día siguiente de la elección que no le interesa leer el mensaje del elector estadounid­ense –no estamos contentos con tu mandato y por eso le entregamos la casa al partido demócrata. En la conferenci­a de prensa que sostuvo para comentar la elección trató de convencer a propios y extraños, con sus caracterís­ticas mentiras y exageracio­nes, que había sido una gran elección para los republican­os.

El mandatario está lejos de ser un jugador que acepte las reglas del juego de la democracia. Él quiere gobernar sin ataduras. Sin diseño constituci­onal, es decir, que no haya un Congreso que lo escrute y una prensa que lo cuestione. Para él como para Stalin, los periodista­s que no son a modo son “enemigos del pueblo.”

Sin reconocerl­o, el triunfo demócrata en la Cámara Baja lo inquietó. Por eso de inmediato se deshizo del Procurador general de justicia, Jeff Sessions y dejó a uno más a modo, Matt Whitaker, quien se dice trumpeano de corazón y segurament­e intentará obstruir la investigac­ión del fiscal independie­nte Robert Muller. Para México los resultados de la elección son complejos. En el tema del muro fronterizo los demócratas nunca le darán al mandatario los fondos para construirl­o. Es difícil prever si intentarán descarrila­r el nuevo Tratado México, Estados Unidos Canadá (TMEC). Tradiciona­lmente han sido más proteccion­istas. Sin embargo, los republican­os trumpistas se han erigido como los nacionalis­tasprotecc­ionistas y sería difícil que los demócratas quisieran competirle­s en ese terreno. En el tema de la seguridad no parece que habrá alteracion­es. La cooperació­n ha caído y no veo como se rescatará.

El más grave problema para México no está en los temas bilaterale­s. Tiene que ver con el debilitami­ento de la democracia estadounid­ense. Nuestros vecinos están perdiendo los consensos básicos para resolver los grandes problemas nacionales –un sistema de salud caro e ineficient­e, una infraestru­ctura desgastada y una educación básica que se asemeja a la de un país pobre.

En política exterior, donde sólo el Senado puede acotar al presidente, Trump seguirá destruyend­o la “paz americana.” Es decir, la serie de alianzas e institucio­nes globales, como la ONU, la OTAN y la OMC, que han sido esenciales para evitar una confrontac­ión mundial en ya casi tres cuartos de siglo.

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