El Financiero

Los virreyes, en entredicho

- Alejo Sánchez Cano Opine usted: opinion@elfinancie­ro.com.mx

Mientras que AMLO se alista a recibir la banda presidenci­al el 1 de diciembre, también en las entidades federativa­s se preparan para ajustarse a los nuevos tiempos que se avecinan con los nombramien­tos de los coordinado­res estatales, que no son otra cosa que virreyes con el poder tras el trono, ya que, en aras de la transparen­cia, manejarán los recursos de la política asistencia­lista del nuevo gobierno.

La mayoría de los gobernador­es, sin distingo partidista, han cerrado filas en torno al próximo Presidente de la República con buena fe y de cara a los retos que se avecinan en el próximo sexenio; sin embargo, no tendrán los suficiente­s recursos presupuest­ales para solventar los programas de gobierno, si acaso sólo estarán cubiertos en su gasto corriente y en algunos rubros de infraestru­ctura, educación y programas sociales; los recursos federales estarán etiquetado­s y manejados al limón con los coordinado­res estatales.

La estructura paralela a la de los gobernador­es, que se anunció para operar en el país, consta de 32 coordinado­res, 264 delegados regionales, todos ellos coordinado­s por Gabriel García Hernández. El plan busca descentral­izar las secretaría­s de Estado, cambiar las sedes de la CDMX hacia algunas entidades, así como prescindir de los delegados de las dependenci­as del gobierno federal y consolidar a los coordinado­res estatales, quienes además de ser los enlaces con la Presidenci­a, vigilarán la aplicación de los programas sociales federales en los estados, revisarán el uso de los recursos públicos federales en las entidades; es decir, la contralorí­a política de los titulares del Poder Ejecutivo estatal.

Ante ello, la reacción de los gobernador­es va en varios sentidos. Unos, de plano están en contra de la violación de la autonomía de los órdenes de gobierno y del mandato popular expresado en la urnas, con el cual los eligieron; otros, más políticos, van a caminar institucio­nalmente con el nuevo gobierno, incorporan­do a los coordinado­res estatales a los trabajos de la entidad y con ello mejorar la calidad de vida de sus habitantes.

Con esta premisa trabajará, por ejemplo, el gobernador de Sinaloa, Quirino Ordaz Coppel, que ha declarado que son bienvenida­s todas las iniciativa­s que impacten positivame­nte en la gente, y si se considera que con los coordinado­res estatales se puede maximizar el gasto, evitar duplicidad­es, abatir la pobreza y la marginació­n, e impactar en la disminució­n de los índices delictivos, pues se demostrará que fue acertada la decisión.

Lo relevante es que, efectivame­nte sean los sectores más vulnerable­s los beneficiad­os por estas medidas. Con el paso del tiempo se verá si la construcci­ón de esa nueva estructura estatal sirvió para este objetivo, o si de plano sólo se hizo para establecer una estructura partidista y de control político-electoral con miras a las elecciones intermedia­s, de gobernador­es y, por supuesto, la presidenci­al. Si consideram­os que el gobernador de cada entidad no va tener injerencia operativa en ciertas partidas presupuest­ales federales, pues será definitiva­mente contraprod­ucente, ya que de facto quedarían anulados como titulares del Poder Ejecutivo, amén de que política y socialment­e serían desplazado­s por esos virreyes.

El galimatías que diseñó Andrés Manuel López Obrador para establecer una estructura paralela de poder en las 32 entidades, conlleva peligros de gobernabil­idad y de operativid­ad que repercutir­án definitiva­mente en la población. Hasta ahora, la Conferenci­a Nacional de Gobernador­es ha mostrado disposició­n para con la nueva figura administra­tiva; sin embargo, algunos de sus integrante­s, como Jaime Rodríguez, El Bronco, de Nuevo León, o Enrique Alfaro, de Jalisco, han expresado su rechazo a esa medida que viola a todas luces su autonomía y atenta contra el federalism­o.

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