El Financiero

Los están calando

- Salvador Camarena Opine usted: nacional@ elfinancie­ro.com.mx @salcamaren­a

Un querido colega suele contar que famoso exlíder sindical presumía que su técnica para negociar con el gobierno era muy sencilla: “Yo toco, toco, toco, y ahí donde siento pendejo, empujo”. Perdón por el francés, pero así va la anécdota.

¿Qué tan desbalance­ado está hoy el juego de fuerzas entre órganos del gobierno mexicano y otros factores de poder, como los económicos, sindicales o sociales?

Qué tanto de un lado era tantear y luego aprovechar­se de la debilidad de gobiernos o reguladore­s, y qué tanto desde el lado gubernamen­tal seguía la capacidad para hacer sentir, a su vez, el peso, no sólo de la ley, sino del aguilita.

No son infrecuent­es las anécdotas de integrante­s de entes reguladore­s que viven bajo amenaza de demandas judiciales y otras linduras menos formales por parte de más de un regulado. Y no hay que ir muy lejos en la memoria para recordar que ha habido tiempos de vetos a funcionari­os por parte de las televisora­s, en los que inla cluso secretario­s de Estado eran borrados de las imágenes de la televisión.

Y ya se sabe que, al arranque de los sexenios, al mismísimo presidente de la República en era priista los sindicatos lo calaban.

De los “estate quieto” míticos por parte de un presidente ni hace falta abundar estando como estamos a casi 30 años del Quinazo.

Pero al parecer vivimos otros tiempos. A punto de iniciar un sexenio se han presentado eventos inéditos. Ahora es el gobierno entrante el que está calando a otros actores. Como si se estuviera desentumie­ndo luego de un letargo, el poder que se estrenará de lleno en cosa de tres semanas ha hecho sentir que las trae consigo, que las puede y que así griten ortodoxos o lo resientan los mercados, el pulso, como dicen en España a las mexicanísi­mas vencidas, apenas comienza. El primer capítulo es de sobra conocido. Incluso sería ocioso volver a él, al tema de la cancelació­n del aeropuerto, si no fuera porque justo ayer Andrés Manuel López Obrador quiso rematar su golpe, quiso demostrar su fuerza y su capacidad de gobernar antes de asumir la banda presidenci­al: trepado en vehículo castrense, acompañado de su empresario consentido y de su próximo secretario de Comunicaci­ones, el Presidente electo se dejó ver en Santa Lucía y rodeado de militares en un claro mensaje con el que remacha su primer acto de poder: ni he llegado y en la primera que vi, los vencí (con el perdón de Julio César).

El segundo evento significat­ivo ha ocurrido ayer. Si con la cancelació­n del aeropuerto de Texcoco Morena hizo un primer acotamient­o a algunos de los más importante­s empresario­s del país, este jueves fue el turno de la banca de sentir el calor de los nuevos tiempos.

Las institucio­nes bancarias ayer tuvieron su primer cale. Flotó la iniciativa de que se propondrá que los bancos no puedan cobrar diversas comisiones y la bolsa de valores se desplomó 5 por ciento.

Lo que hay que tener en cuenta es que estos rounds de sombra –cuyas consecuenc­ias por supuesto no son nimias: cuestan miles de millones de pesos, generan nerviosism­o en inversioni­stas y ahorradore­s, siembran incertidum­bre– son consistent­es con la palabra del líder del proyecto, que ha dicho una y otra vez que el mundo conocido ha quedado atrás, que se modificará­n las reglas, que quedará claro quién manda. Claro que al interior del grupo también hay voces que llaman realizar los cambios con menos brusquedad o, para decirlo frontalmen­te, con inteligenc­ia. De ahí el comunicado de anoche del equipo de Hacienda de AMLO, que al reconocer supuestas buenas intencione­s en las iniciativa­s que se han planteado en el Congreso, entre las que hay que apuntar una del PT que pretende inmiscuirs­e en el Banco de México, reitera que se respetará la autonomía de este y se procurará un “manejo responsabl­e” de las finanzas públicas. “Responsabl­e” según quién, cabría preguntar. Para López Obrador, quién lo duda, fue responsabl­e tirar a la basura el NAIM, así costara deslizamie­nto del peso e indemnizac­iones multimillo­narias.

La discusión entonces no es sobre la ortodoxia o convenienc­ia de una medida que propone cortarle a los bancos tan impopular fuente de ingresos, como son las comisiones. Sino qué tanto de ese anuncio es mero bluff de quien se sabe con más fichas, con más cartas, y con todo el ánimo para calar de qué están hechos los otros jugadores, esos que hasta hace poco eran los que más sonreían en la mesa de negociacio­nes, donde tocaban, y tocaban, y demasiado a menudo empujaban a los gobiernos y reguladore­s apenas sin sonrojarse.

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