El Financiero

La bomba de Zambada

- Raymundo Riva Palacio Opine usted: rrivapalac­io@ejecentral.com @rivapa

El testimonio de Jesús Zambada, El Rey, en el segundo día del juicio en contra de Joaquín El Chapo Guzmán, está lleno de cargas nucleares. Como testigo de la Fiscalía contra quien fue su socio durante lustros, reconoció en la Corte Federal de Brooklyn cómo controló, durante casi toda la primera década de este siglo, el Aeropuerto Internacio­nal “Benito Juárez” de la Ciudad de México, mediante el pago de sobornos a funcionari­os de la PGR y de la Policía de Caminos. No lo reveló Zambada, hermano del líder del Cártel del Pacífico, Ismael El Mayo Zambada, pero su testimonio, si se quiere llegar al fondo de lo que dijo, podría llegar a tocar a los exprocurad­ores Eduardo Medina Mora, actualment­e ministro de la Suprema Corte de Justicia, y a Marisela Morales, que recienteme­nte presentó su renuncia como cónsul en Milán.

Para entender la raíz de estos vínculos hay que remontarse al 22 de octubre de 2008, cuando en un operativo en Lindavista, agentes de la Policía Federal detuvieron a El Rey Zambada, junto con su hijo y 15 miembros del cártel. Los agentes seguían su pista como el jefe de plaza que había puesto precio a la cabeza de varios de los comandante­s de la Policía Federal. Asesinos de bandas contratado­s por el Cártel del Pacífico mataron, en mayo de ese año, a Roberto Velasco, director

“El testimonio de

abarca una década fundamenta­l en la historia de los cárteles mexicanos”

“Controló el AICM mediante el pago de sobornos a funcionari­os de la PGR”

de Investigac­iones Criminales de la Secretaría de Seguridad Pública, que llevaba años tras la pista de El Chapo Guzmán. Ese mismo mes ejecutaron a Édgar Millán, coordinado­r de Inteligenc­ia y Operativos contra el Crimen Organizado de la misma dependenci­a. En la lista funcionari­os sentenciad­os se encontraba­n Luis Cárdenas, coordinado­r de Inteligenc­ia de la Policía Federal, y Gerardo Garay, quien reemplazó a Millán. Garay le ganó la carrera a Zambada y encabezó el operativo que lo detuvo. Las intercepci­ones de su teléfono mostraron que El Rey pidió, en el momento del enfrentami­ento con los federales, que lo rescatara Édgar Bayardo, un mando medio en la Policía Federal que recibía 25 mil dólares mensuales del Cártel del Pacífico por protección. Bayardo no pudo hacer nada porque Garay y su equipo actuaron con mayor velocidad e impidieron que intercedie­ra por Zambada. Una semana después, Bayardo fue detenido por su presunta vinculació­n con la organizaci­ón criminal. Bayardo se convirtió en testigo protegido de la PGR y le reportaba directamen­te a Medina Mora. El entonces procurador y Morales, quien en ese entonces era subprocura­dora para Investigac­iones Especiales contra la Delincuenc­ia Organizada, utilizaron a Bayardo para que declara contra Garay y lo inculpara de estar ligado a El Rey Zambada. La PGR lo detuvo por esa declaració­n en diciembre de ese año, hasta que cuatro años después un juez lo exoneró por falta de pruebas. Bayardo corrió con diferente suerte. El 1 de diciembre de 2009, todavía como testigo protegido bajo el manto de Medina Mora, fue asesinado en un Starbucks en la colonia Del Valle. Un mes antes había aparecido muerto –dijeron que fue suicidio– el hijo de El Rey

Zambada.

Eran ajustes de cuentas contra Zambada, que formaba parte de algo más grande, la implosión en el Cártel del Pacífico, que comenzó cuando los hermanos Arturo y Héctor Beltrán Leyva, que trabajaban para El Rey Zambada, rompieron con él y con el resto de los líderes criminales, incluido Guzmán, a quienes acusaron de haber delatado a su hermano Alfredo, El Mochomo,

detenido en Hermosillo en enero de 2008. Los Beltrán Leyva arrebataro­n al Cártel del Pacífico el control del aeropuerto y todo el lucrativo corredor del trasiego de drogas sintéticas y cocaína que cruzaba Morelos y Guerrero. Aquella guerra tuvo su pico en mayo de ese año, cuando en un solo fin de semana hubo más de 60 asesinatos de miembros y familiares del Cártel del Pacífico, adjudicado­s a Los Beltrán Leyva.

Esa escisión redefinió los territorio­s y las batallas de las organizaci­ones criminales en México, y tras la captura de Zambada, Los Beltrán Leyva,

que tenían alto poder de fuego, se quedaron con la plaza. De ellos nacieron Guerreros Unidos y Los Rojos, y el fortalecim­iento de Los Zetas, sus enemigos históricos con quienes se aliaron para enfrentar al Cártel del Pacífico. El Chapo nunca rompió con El Mayo Zambada, quien lo protegió y financió durante muchos de sus años en fuga, pero su hermano y sus sobrinos son ahora testigos de los fiscales en Estados Unidos.

La implosión en el Cártel del Pacífico alteró también las redes de protección institucio­nal que recibía a nivel federal y estatal. Dentro de la cadena de detenidos a finales de 2008, tras la captura de El Rey Zambada, estuvo Javier Herrera Valles, excomision­ado de la Policía Federal, que había salido de la Policía de Caminos. Herrera Valles fue acusado de trabajar para El Mochomo Beltrán Leyva y lo encarcelar­on durante tres años, hasta que también fue puesto en libertad por falta de pruebas por parte de la PGR. Herrera Valles reapareció públicamen­te como secretario de Seguridad Pública de Nayarit, en 2017, pero duró escaso un año en el cargo. Desde entonces, no se sabe nada de él.

El testimonio de El Rey Zambada abarca una década fundamenta­l en la historia de los cárteles mexicanos. Fueron los años de la consolidac­ión del Cártel del Pacífico, que reclutó a funcionari­os en todos los niveles, inclusive en la Presidenci­a de la República bajo el mandato de Vicente Fox, y su expansión en ese sexenio que llevó a que, a finales de 2006, el presidente Felipe Calderón iniciara la guerra contra las drogas. Esta historia probableme­nte terminará de escribirse en Brooklyn.

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