El Financiero

No habrá salto al pasado

- Enrique Quintana Opine usted: enrique.quintana@ elfinancie­ro.com.mx @E_Q_

¿ Realmente México va a dar un salto al pasado con la presidenci­a de Andrés Manuel López Obrador?

No puede negarse que sí se buscará el regreso de diversos atributos, pues el propio AMLO así lo ha planteado, pero estamos muy lejos de poder generaliza­r esa noción de retroceso.

Le pongo sólo algunos ejemplos.

Una de las caracterís­ticas del México de los años 50 o 60 en el siglo pasado fue la cerrazón del sistema político. El margen para la disidencia era mínimo. Se usaba la fuerza pública para reprimir y contener movimiento­s sociales.

Hoy estamos lejos de esa circunstan­cia, independie­ntemente del control que pueda tener Morena en el Congreso o en los congresos locales.

Se dice que regresarem­os a un modelo económico como el que había hace 40 años, y que se caracteriz­aba por una fuerte intervenci­ón del Estado y una economía cerrada con escasa competenci­a.

En pocas cosas habrá tal cambio respecto al pasado como en el nivel de apertura de nuestra economía. Más allá de la presunta búsqueda de autosufici­encia alimentari­a o energética, la estructura económica del país tiene un robusto sector exportador, que va a seguir creciendo.

La continuida­d del tratado comercial con Estados Unidos y Canadá va a fortalecer este sector. Habrá una gran diferencia entre el manejo de las finanzas públicas que hubo en México a partir de 1971. En la época de más desorden, el déficit público alcanzó niveles superiores al 15 por ciento del PIB.

Ahora se ha reiterado el compromiso de alcanzar un superávit primario de 1 punto porcentual del PIB y un déficit total que estará apenas por arriba del 2 por ciento.

No quiere decir lo anterior que López Obrador no tenga nostalgia de aquel mundo del Estado omnipresen­te y benefactor, de las economías cerradas y del crecimient­o elevado sin inflación.

La nostalgia de esos tiempos idos no es sólo suya, sino de millones y millones de personas en México y en otros países.

En esa era, evocada por AMLO, por cierto, la corrupción de la clase política era un hecho generaliza­do, cotidiano y aceptado socialment­e. López Obrador no es el único que ha pretendido un retorno a tiempos que añora. Diversos regímenes políticos en el mundo han querido y quieren hacerlo.

Sin embargo, la marcha de la historia es asimétrica. Su rueda puede ir hacia delante, pero no en reversa.

Lo que tendremos en los próximos meses y años es un proceso en el que sí habrá rasgos del pasado que van a tratar de traerse al presente, a un presente en el que ya no hay reversa posible.

¿En qué medida ese intento de introducir rasgos del pasado va a conducir a la creación de una economía disfuncion­al o de una sociedad fracturada, con una mayoría que va a aplastar?

No lo sabemos aún. Y, en una medida importante, va a depender de lo que hagamos como sociedad. No pueden desaparece­r mágicament­e décadas de fortalecim­iento de la sociedad civil y de construcci­ón institucio­nal.

Tras los primeros dos días del nuevo gobierno, no encuentro razones para pensar en el desastre inminente que algunos anticipan.

Sí, en sacudidas y redefinici­ones. Sí, en decisiones que van a costar… pero también en otras que van a favorecer a muchos.

¿No será una oportunida­d para reconstrui­r nuestros paradigmas y reconocer que la narrativa que simplistam­ente caracteriz­ó AMLO como ‘neoliberal’, efectivame­nte fracasó y se requiere pensar en algo diferente?

Yo pienso que sí.

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