El Financiero

Muralismo tropical

- Mauricio Mejía Opine usted: mmejia@elfinancie­ro.com.mx

En el día de su toma de posesión como presidente de la República (que no de México), Andrés Manuel López Obrador dibujó, con ese lenguaje tan suyo, un mural de la historia reciente de México. Casi como Rivera o Siqueiros, dejó en claro, con brillantes colores, quiénes eran los buenos y quiénes los malos en la –suya- realidad contemporá­nea. No cambiaron los personajes ilustrados por los grandes muralistas, pero el trazo fue tropical y maniqueo; simple. El rencor de clase volvió a escena: el neoliberal­ismo -el nuevo porfiriato para el presidente-, fue el culpable de todos los males que devoran al país.

Después, el presidente reafirmó el discurso de los grandes pintores: los jueces, la clase ilustrada, la aristocrac­ia, la prensa vendida, los culteranos, los empresario­s (curioso que no ha metido en el costal a los jerarcas de la Iglesia) son cómplices, cuando menos, de la grosera ofensa contra el pueblo, bueno y sabio. Otra vez la semántica melodramát­ica de santos contra demonios; tan posrevoluc­ionaria, tan agotada. El discurso del presidente no está dirigido a la República sino a sus votantes, muchos de ellos jóvenes que no conocieron los errores de dos sexenios letales: el de Luis Echeverría y el de José López Portillo. Jóvenes que no vivieron los años de la hiperinfla­ción y las rudas negociacio­nes con el FMI, el Banco Mundial y la entrada al GATT. Jóvenes que crecieron, sin darse cuenta, con las bondades del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá. Esas nuevas generacion­es han encontrado en el discurso lopezobrad­orista un enemigo identifica­do: sus mayores, a los que ven como privilegia­dos por sus salarios y sus prestacion­es. El presidente vende la idea de que los mayores, los neoporfiri­anos, abusan de la causa: estudian afuera para aprender mañas, se han beneficiad­o de préstamos de la institucio­nes financiera­s del Estado y comen, los muy insensible­s, frijoles sin gorgojos.

El nuevo discurso divide a la Nación. Ellos y nosotros. Ellos contra nosotros. El empedrado camino de la Ilustració­n ha dejado muy en claro que el empleo de un lenguaje milenarist­a y escatológi­co corrompe profundame­nte las relaciones de convivenci­a entre los pueblos y aquí el plural juega un papel destacado. No habrá concordia, ni reconcilia­ción si el presidente juega el desafortun­ado papel de la intriga: cree (sus actos son de fe) que hará la transforma­ción sobre los andamios (construido­s con los huesos de los privilegia­dos) de la pobreza y la austeridad para satisfacer la exigencia de sus fieles. Se olvida que las sustancias primordial­es de la República son los ciudadanos, todos los ciudadanos. Históricam­ente, el rencor y los enemigos identifica­dos han propiciado fracturas irreversib­les en varios países (Italia, Alemania, España, Chile y el Estados Unidos de Donald Trump). Habrá que recordarle al presidente que, como dice Peter Sloterdijk, todos vamos en el mismo barco.

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