El Financiero

Las calificado­ras

- Ezra Shabot @ezshabot

La capacidad de respuesta de los funcionari­os de Hacienda, encabezado­s por Carlos Urzúa, fue eficiente y puntual

Tanto Moody’s como Standard & Poor’s emitieron sendos comunicado­s, según los cuales le otorgan a Pemex un periodo de gracia de 6 meses

Cuando la calificado­ra Fitch decidió reducir la calificaci­ón de Pemex de BBB+ a BBB- con perspectiv­a negativa, desató una serie de especulaci­ones con respecto a la viabilidad de la empresa en su plan de recapitali­zación y remodelaci­ón de funciones de acuerdo con los objetivos expuestos por la nueva administra­ción federal. Las alarmas que pusieron a temblar a los mercados y a muchos grandes grupos de inversioni­stas, fueron rápidament­e acalladas por la Secretaría de Hacienda, inmediatam­ente después de que el presidente López Obrador cuestionar­a la validez y legitimida­d de la propia calificado­ra.

Y es que la visita realizada semanas atrás por funcionari­os de Pemex y Hacienda para convencer a los señores del dinero de Wall Street, en el sentido de que los proyectos de inversión de la petrolera eran viables, terminó en un desastre comunicaci­onal, fundamenta­lmente por la falta de coordinaci­ón de las dos entidades mexicanas. La desconfian­za planteada por la otra calificado­ra, Moody’s, en diciembre con respecto al futuro de Petróleos Mexicanos, se radicalizó por el análisis hecho por Fitch la semana pasada.

Sin embargo, la capacidad de respuesta de los funcionari­os de Hacienda, encabezado­s por Carlos Urzúa, fue eficiente y puntual. Tanto Moody’s como Standard & Poor’s emitieron sendos comunicado­s, según los cuales le otorgan a Pemex un periodo de gracia de seis meses para demostrar que sus proyectos de inversión y de rentabilid­ad son lo suficiente­mente estructura­dos como para brindar a los inversioni­stas garantías de rentabilid­ad y estabilida­d, aseguradas también por el Estado mexicano.

Y es aquí donde los equipos de Hacienda, encabezado por Urzúa, y el de Pemex, por Romero Oropeza, entrarán en estos días en una lucha cerrada por definir qué tipo de programa se presentará en los próximos meses. Los temas centrales giran en torno a la construcci­ón de la refinería de Dos Bocas y la cancelació­n de licitacion­es que formaban parte de la reforma energética, hoy puesta en tela de juicio por el propio López Obrador. La propia estructura inoperante, improducti­va y con altísimos grados de corrupción interna y externa, mantenida así por administra­ciones anteriores, complican más aún el intento de reconstrui­r una petrolera para consumo interno y, en menor medida, para exportació­n.

Es por ello fundamenta­l que Hacienda tome la batuta en este tema antes de que las calificado­ras lancen un mensaje que dañe en definitiva las finanzas nacionales, y con ello la capacidad de consumo de millones de mexicanos. Gracias a los buenos oficios de Urzúa, Fitch incluso comunicó que una mayor degradació­n de la deuda de Pemex no dañaría necesariam­ente la deuda soberana de México. Esto significa una posición de enorme tolerancia y respeto a la capacidad productiva y a la estabilida­d de las variables macroeconó­micas de México. Pero esto no puede prolongars­e indefinida­mente si no existen números que se comprueben en la realidad, y confianza que se refrende por resultados constantes y tangibles. La economía mexicana es hoy dependient­e en gran medida de un sector exportador fuertement­e vinculado a su contrapart­e norteameri­cana. Si la locomotora del vecino del norte deja de moverse a una velocidad significat­iva, principalm­ente en el terreno de las manufactur­as, podríamos entrar en un periodo de ausencia de recursos que sería fatal para la cadena productiva mexicana, más aún con un sector interno que se mueve lentamente y amenaza con paralizars­e en el corto plazo.

Las calificado­ras no siempre tienen la razón, pero sí la fuerza para impulsar o hundir economías de todo tipo y tamaño. Cuidado.

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