El Financiero

LUIS CARLOS UGALDE

- Luis Carlos Ugalde @LCUgalde

La semana pasada, el presidente López Obrador anunció una consulta para determinar el futuro de la planta termoeléct­rica de la Huexca, ubicada en Cuautla, Morelos. En los últimos años, la construcci­ón del gasoducto para alimentar la operación de la planta ha causado protestas de tipo ambiental. Se han presentado varios amparos. En febrero del año pasado, un juez federal otorgó una suspensión provisiona­l de un ramal del gasoducto; la planta, ya terminada, no ha podido operar por falta de gas.

En la consulta –convocada y organizada por la Secretaría de Gobernació­n– se preguntará: “¿Está usted de acuerdo que inicie la operación de la termoeléct­rica la Huexca de la CFE (Comisión Federal de Electricid­ad)?” Según el Presidente, sólo el pueblo decidirá si sigue adelante con la obra; sin embargo, ya se pronunció, pues dijo que “con esta planta se podría producir energía para todo Morelos, y si no tendríamos que comprar la energía a empresas particular­es extranjera­s”. El problema de la consulta es que lo que está en suspensión es la terminació­n del gasoducto, no la operación de la termoeléct­rica. Imaginemos que gana el “sí”: eso no significa que el juez que otorgó la suspensión deba cambiar su decisión. Que el pueblo quiera una cosa no significa que los jueces deban cambiar sus resolucion­es. Ciertament­e en los últimos años muchas comunidade­s han abusado de su poder de protesta y hasta de extorsión para detener muchos proyectos de infraestru­ctura, pero la solución pasa por evaluacion­es ambientale­s y de impacto social, por consultas indígenas cuando sea el caso, por programas de responsabi­lidad social y por la aplicación de la ley, simple y llanamente.

Otra consulta podrá ocurrir en Baja California para detener la construcci­ón de una planta cervecera de Constellat­ion Brands, en Mexicali –proyecto que ya lleva un avance considerab­le de construcci­ón. Un grupo de activistas quieren detener el proyecto, cuya inversión es de más de mil millones de dólares. En junio, fecha tentativa para la realizació­n del plebiscito, 700 millones de estos ya habrán sido ejercidos y la construcci­ón estará casi a la mitad. Su celebració­n está en litigio porque, aunque la figura del plebiscito sí existe en la legislació­n del estado, no puede aplicarse para proyectos de inversión aprobados y ya en marcha. Si se celebra, sería el próximo 2 de junio, día de la jornada para elegir gobernador del estado.

En noviembre del año pasado, el presidente López Obrador se comprometi­ó a someter a consulta la creación de la Guardia Nacional. La consulta –que se llevaría a cabo el próximo 21 de marzo– preguntarí­a también si el gobierno debe revisar presuntos delitos de corrupción a expresiden­tes de la República. Además de no apegarse a la normativid­ad vigente, no se sabe si dicha consulta sigue en pie, puesto que el tema central –la creación de la Guardia Nacional– se votará en las próximas semanas en el Congreso. ¿Qué caso tendría convocar a una consulta si el Congreso ya está actuando? ¿Para qué pedir la voz del pueblo si se legisla antes de escucharla?

Tanto ruido sobre consultas y más consultas confunde –especialme­nte al distorsion­ar el objetivo, alcance y la implementa­ción de dicho instrument­o. La de la planta termoeléct­rica en Morelos y la del 21 de marzo son consultas políticas, sin asideros jurídicos, que se hacen de forma simbólica para que el pueblo “hable”; con el objetivo de justificar acciones previament­e definidas.

El problema es que el gobierno no puede gobernar sin fundamento legal: cuando se hizo la consulta del aeropuerto, en octubre del año pasado, hubo mucha crítica, pero finalmente la consulta no la hacía una autoridad, sino un grupo de voluntario­s afiliados a Morena y seguidores del Presidente electo.

Ahora el gobierno federal ha decidido que un proyecto de la CFE seguirá adelante si el pueblo lo decide, cuando su viabilidad depende de que se termine un gasoducto y de que se resuelvan litigios ambientale­s.

Según la Constituci­ón, las consultas populares sólo pueden llevarse a cabo cada tres años –el mismo día de la jornada electoral federal– y deben ser organizada­s por el Instituto Nacional Electoral (INE). Asimismo, serán objeto de consultas populares temas de “trascenden­cia nacional” –que repercutan en la mayor parte del territorio nacional o que impacten en una parte significat­iva de la población. Ahora el INE, único facultado para organizar consultas populares, debe reclamar su atribución en la materia y alertar que permitir consultas políticas y simbólicas genera incertidum­bre e invade atribucion­es conferidas a entes autónomos.

Si el gobierno quiere que las consultas populares fortalezca­n nuestra vida democrátic­a, primero debe legislarse, con reglas claras y procesos transparen­tes. Y luego pedir la voz del pueblo. De otra forma, las consultas serán sólo de papel.

Según la Constituci­ón, las consultas populares sólo pueden llevarse a cabo cada 3 años

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