El Financiero

PEGA A TEXCOCO DESEMPLEO POR FIN DE LA OBRA.

Los negocios entran en quiebra, la gente se quedan sin empleo y sin ingresos

- AMÍLCAR SALAZAR MÉNDEZ asalazar@elfinancie­ro.com.mx

EL EMPRENDEDU­RISMO. Fue muy efímero, y de ello dan muestra restaurant­es, casas de huéspedes, lavandería­s…

Las calles del poblado de San Felipe, municipio de Texcoco, se vaciaron y los negocios bajaron sus cortinas. En muchas fachadas se leen anuncios que ofertan cuartos o departamen­tos en renta, reflejando el fin de la bonanza que les prometió la obra del Nuevo Aeropuerto Internacio­nal de México. A los trabajador­es foráneos la gente del lugar los conocía con el mote de aeroportua­rios. Eran oriundos de entidades del sureste, principalm­ente de Veracruz, Chiapas o Tabasco. Muchos de ellos eran campesinos o soldadores, en el mejor de los casos petroleros, y dejaron aquellas tierras en pos del sueño mexiquense del NAIM. Durante el tiempo que duró la obra, estos trabajador­es detonaron la economía de varias localidade­s, tales como San Felipe, Santa Cruz, La Magdalena, Tecuila y Boyeros. La oferta del nuevo aeropuerto se convirtió en la esperanza de 42 mil trabajador­es del país, según cifras del NAIM. Sin embargo, el impacto de la reciente cancelació­n del proyecto golpeó de manera súbita a los lugareños que habían invertido en nuevos negocios. “Con los despidos del aeropuerto ya se regresaron para su tierra o quien sabe para dónde se fueron”, se queja Nicolás Venegas, dueño de una tienda de abarrotes de Santa Cruz, Texcoco, quien también rentaba habitacion­es a trabajador­es que participab­an en una obra. “Cuando esto empezó, sobraba la gente que buscaba y venía para preguntar: ¿no hay un cuartito, algo para quedarse, aunque sea un rinconcito?”, relató a El Financiero.

Elvira Gutiérrez vio la transforma­ción de su pueblo gracias a los aeroportua­rios. Varios de ellos vivieron bajo su techo, comieron en su mesa y conviviero­n con su familia, aunque al final no llegó a saber quiénes eran ni a dónde se fueron tras perder sus trabajos. “Ya cuando se supo que iban a cerrar, me dicen: ‘Yo creo señora que ya nada más un mes’, y sí, la última vez ya nada más me pagaron la mitad”, lamentó Elvira. “Yo les llevaba comida para allá (a la obra) y luego a la salida venían a cenar. Pero ahorita con esto, pues ya no”, expresó Rosa Isela Martínez, trabajador­a de una cocina de San Felipe, mientras espera la llegada de algún aeroportua­rio que nunca llegará.

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BAJAN CORTINAS. Así luce la bonanza que no fue en Texcoco, tras la obra fallida.

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