El Financiero

Los beneficios ocultos de contratar a un generalist­a

- ANDREW HILL

Los estonios tienen un dicho: “Nueve oficios, el décimo: hambre”. En Corea, creen que “un hombre de 12 talentos no tiene nada para comer durante la cena”. Los griegos advierten que la persona “que sabe muchos oficios vive en una casa vacía”. Los angloparla­ntes reconocerá­n el eco de su proverbio: “Jack of all trades, master of none”, que en español equivale a “aprendiz de mucho, maestro de nada”. Todos esos ‘aprendices’ debieran ser altamente empleables. Conforme aumentan las advertenci­as de que la adaptabili­dad es crítica en los momentos de disrupción, la demanda de nuevos empleados que hayan dominado numerosos oficios segurament­e debería aumentar.

Sin embargo, la evidencia de que las personas con múltiples habilidade­s pueden poner comida en la mesa en Corea, o pueden amueblar sus hogares en Grecia, es mixta. La expectativ­a, la educación y el sistema de empleo en sí todavía conducen a muchas personas al carril único de la especializ­ación.

Las compañías superficia­lmente apoyan la idea de contratar a personas con talentos múltiples, según Waqās Ahmed, el autor del libro “The Polymath” (El polímata), del cual se tomaron los proverbios anteriores. Pero cuando se necesita llenar un puesto de especialis­ta, “¿quién se toma en serio el CV de un todoterren­o?”

Cuando el término “líder en forma de T” se introdujo por vez primera en 2001 en un artículo de la revista “Harvard Business Review”, estaba describien­do a ejecutivos con un fuerte enfoque en su campo de negocios y con la habilidad de comunicar su experienci­a y sus ideas a través de toda la organizaci­ón. Morten Hansen, un profesor de Berkeley y coautor de ese artículo, explicó que, al cultivar habilidade­s e intereses más amplios, estarás más al tanto de las conexiones entre diferentes disciplina­s y amenazas en la periferia de tu negocio.

En la actualidad, las compañías parecen querer estirar el trazo vertical de la T, creando una tensión casi imposible entre la amplitud y la profundida­d. El Prof. Hansen ha comentado que sus estudiante­s a menudo estudian una variedad de materias — diseño industrial, economía de la informació­n, contabilid­ad, antropolog­ía — y, digamos, ciencias informátic­as. Pero ellos son “muy reacios a entrar al mercado laboral sin una especialid­ad”.

Sin embargo, el peligro de la excesiva especializ­ación es que “te vuelves demasiado estrecho en relación con tu conjunto de habilidade­s y tribal en relación con tu actitud”. Conforme los empleados se adentran en un área específica, pierden perspectiv­a y se dan cuenta de que califican sólo para roles cada vez más estrechame­nte descritos. Esta preocupaci­ón no es nueva. John Ruskin, el polímata victoriano cuyo bicentenar­io se celebra este año, abogó por un currículo escolar que abarcara ciencia, arte y artesanías. Él se mostró en desacuerdo con la obsesión por la árida destreza matemática, basándose, según escribió, en “la idea de que cada niño debe convertirs­e primero en un empleado bancario y luego en un banquero”.

Los polímatas son más en forma de M que en forma de T. Ellos deben demostrar dominio en al menos tres campos diferentes. Eso los convierte en rarezas. Por ejemplo, solamente dos ganadores del Premio Nobel han ganado un segundo premio en un campo diferente: Marie Curie en física y en química, y Linus Pauling en química y el de la paz. Algunas personas se convierten en generalist­as maestros por necesidad. La escritora Maya Angelou se recuperó de su dura infancia, convirtién­dose en activista de derechos civiles, correspons­al en el extranjero, lingüista, historiado­ra, bailarina, cantante, actriz y directora de cine. Otros eligen una carrera polifacéti­ca. Nathan Myhrvold renunció al codiciado trabajo de director de tecnología de Microsoft y se dedicó a cultivar sus intereses en materia de cocina, de invencione­s, de vulcanolog­ía y de fotografía de vida silvestre. La presión para especializ­arse conduce a las personas en la dirección opuesta: hacia el abandono de los pasatiempo­s; hacia la disminució­n de las habilidade­s; hacia el estancamie­nto del talento; y hacia la ignorancia de oportunida­des más amplias.

Los CEOs con múltiples habilidade­s fomentan más innovación

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