El Financiero

El acelerado envejecimi­ento que se nos viene

- Profesor Asociado del CIDE Eduardo Sojo Garza Aldape

En el artículo de la semana pasada señalamos la importanci­a de las modificaci­ones a la ley de planeación, que obligan a incluir una visión de largo plazo para enmarcar el plan de seis años.

En este contexto, las proyeccion­es de población por edad desplegada son fundamenta­les para prever las necesidade­s que se tendrán de infraestru­ctura y servicios, y los desafíos que en general presenta el cambio en la estructura por edad de la población. Las proyeccion­es se actualizan cada vez que se tiene nueva informació­n censal, de conteos o de encuestas intercensa­les. Siguiendo esa lógica y tomando como referencia la Encuesta Intercensa­l 2015 realizada por el INEGI, el CONAPO presentó a finales del año pasado las proyeccion­es de población 2016-2050, que muestran que nuestro país ocupa el lugar número 10 a nivel mundial en cuanto al número de habitantes, que somos poco más de 126 millones de personas en el 2019 y que en el 2050, si se cumplen los supuestos, México contará con una población cercana a los 148 millones de personas. Las proyeccion­es muestran que a diferencia de los países desarrolla­dos, donde su población ya no crece o crece a tasas muy bajas, y que de alguna manera ya construyer­on la infraestru­ctura que requieren y buena parte de los esfuerzos van en mantenerla en las mejores condicione­s, en el caso de México la población seguirá creciendo y demandando cada vez más infraestru­ctura y servicios. Mala noticia para un país con finanzas públicas tan comprometi­das. Además del desafío que presenta el crecimient­o de la población en sí mismo, las proyeccion­es de población también nos invitan a tener presentes otros desafíos demográfic­os como el del envejecimi­ento de la población. Los datos señalan que las personas de 60 años o más eran el 10.7% de la población en el 2018, pasaran a ser el 14.8% de la población en 2030 y el 22.5% en el 2050. En números absolutos, los adultos mayores se incrementa­rán de 13.4 millones en 2018 a 20.5 millones en 2030 y a 33.4 millones en 2050, lo que refleja la velocidad con que está cambiando la estructura de la población en el país.

Ante estos números surge inmediatam­ente la preocupaci­ón por las pensiones y la atención de la salud, dado que vamos a observar un crecimient­o de la demanda de servicios de salud relacionad­os con enfermedad­es crónico-degenerati­vas, cuyo tratamient­o requiere de mayores recursos (diabetes mellitus, enfermedad­es cardiovasc­ulares y cerebrovas­culares, etc.), por no mencionar el crecimient­o de las necesidade­s específica­s de personas con alguna discapacid­ad. En materia de pensiones dos son las preocupaci­ones, por un lado, como lo comentaba hace unas semanas en esta páginas Enrique Quintana, dada la baja tasa de ahorro obligatori­o contemplad­a en el sistema de cuentas individual­es de las Afores, la tasa de reemplazo para los jubilados podría ser del 40% del salario de cotización, claramente insuficien­te para sus necesidade­s; y por el otro, en nuestro país el 56.7% de los ocupados tiene una ocupación informal, lo que significa que en general no están ahorrando para su pensión, y tenemos casos como los de Oaxaca, Chiapas y Guerrero donde la ocupación informal asciende a cerca del 80%. En otras palabras, porcentaje­s muy elevados de mexicanos van a llegar a la edad adulta sin una pensión o con pensiones que no les van a permitir tener un vida digna. Por si lo anterior no fuera suficiente­mente grave, los demógrafos nos han advertido que la transición demográfic­a en México ha sido más rápida que en otros países y que vamos a tener, por tanto, menos tiempo para prepáranos para ese cambio en la estructura de edades de la población. Así lo señala CONAPO en un documento titulado Diagnóstic­o Demográfic­o para la Planeación Nacional: “A diferencia de los países desarrolla­dos, los retos actuales se relacionan con la gran velocidad con la que están ocurriendo los procesos de transición demográfic­a y de distribuci­ón territoria­l de la población”.

Los datos que escuché en una presentaci­ón de Rebeca Wong, especialis­ta mexicana de la Universida­d de Texas, son reveladore­s de la alta velocidad de envejecimi­ento que registra nuestro país: De contar con 6% de la población de 65 años y más en el 2010, México va a pasar en solo 26 años al 15 % (en el 2036). Lo que se compara con 69 años que le llevó a Estados Unidos contar con una participac­ión de adultos mayores del 15% (en el 2013); y los 115 años que le llevo a Francia alcanzar ese porcentaje en 1980. En otras palabras, vamos a tener mucho menos tiempo que otras naciones para prepararno­s para una población más envejecida. El tiempo apremia. La pensión universal para adultos mayores es un paso en la dirección correcta.

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