El Financiero

Futuro energético

- Macario Schettino Opine usted: www.macario.mx @macariomx

Ayer le comentaba del estudio de McKinsey acerca de la energía, pero no dio tiempo de hablar más del documento. Permítame hoy ofrecerle algunos datos adicionale­s, que creo que pueden ser interesant­es. McKinsey estima que el punto máximo de consumo de petróleo para el transporte ocurrirá en 2025, es decir, dentro de seis años. A partir de entonces vendrá la caída, que no será tan brusca porque la industria química mantendrá parte de la demanda de petróleo. Sin embargo, el gran consumidor, que ha sido el transporte, se moverá al consumo de electricid­ad, y por lo mismo cambiará no sólo el mercado de gasolina, sino todo lo relacionad­o con autos y camiones.

La demanda total de crudo alcanzará su máximo, dice McKinsey, en 2033, ocho años después, para entonces decrecer a un ritmo de cerca de 1% anual. En millones de barriles diarios, hoy rondamos los cien, el máximo de 2025 será de 105 mbd, y el de 2033 de 108. Para 2050 estaríamos de regreso en los 100 de hoy.

El gas natural, en cambio, mantendrá su crecimient­o hasta Profesor de la Escuela de Gobierno, Tec de Monterrey 2035, y se estima que se mantenga estable a partir de entonces. Hoy la producción ronda 3.5 billones (nuestros) de pies cúbicos, y el techo será ligerament­e inferior a los 4.5.

Buena parte del crecimient­o del consumo de gas tiene que ver con producción de electricid­ad, en donde el gas ha ido expulsando al carbón (afortunada­mente para el ambiente) gracias a un menor costo de producción, resultado del fracking. La producción de electricid­ad, que hoy está en 25 terawatts-hora, crecerá en un 20% cada quinquenio, al menos hasta 2050. Ese crecimient­o está sostenido en el gas, que se seguirá comiendo al carbón, pero sobre todo en renovables.

Por todo lo anterior, los avances de la reforma energética en México eran una excelente noticia: un mercado eléctrico competido, con un sistema de administra­ción independie­nte, y con amplio espacio para renovables; una red de cobertura de gas nueva, con la posibilida­d de sumar campos de fracking; una menor dependenci­a del petróleo crudo y la refinación, dejando parte de ese mercado a la iniciativa privada, pagando derechos más elevados que lo que Pemex pagaba.

Hoy, sin embargo, lo que tenemos es un mercado eléctrico que busca concentrar­se, en el que no queda clara la independen­cia ni del administra­dor ni de los reguladore­s (de todas las áreas de energía); se ha dicho que no habrá fracking; se discuten los ductos, se cancelan licitacion­es o incluso obras; se quiere una refinería adicional, que con mucha suerte entrará en funcionami­ento justo en 2025, cuando inicie la caída de la demanda. Y de la producción de petróleo, si no lo logran empresas privadas, puede usted irse olvidando. No he visto ningún comunicado o reporte de empresas nacionales o extranjera­s celebrando alguna de las medidas tomadas por el actual gobierno. Sí, varias que indican preocupaci­ón. Y la verdad, no se requiere ser un experto en el tema para ver el tamaño de la incompeten­cia. Bastan las conferenci­as mañaneras para confirmar que ninguno de los nombrados entiende su mercado, pero todos están prestos a repetir las mentiras del Presidente: corrupción por aquí, corrupción por allá, soberanía a cambio.

Eso resulta muy atractivo para los seguidores de AMLO, que lo siguen idolatrand­o, pero no convence a inversioni­stas ni produce un gramo de algo. Las palabras, que desde la oposición pueden ser inocuas, desde el poder sí tienen costos. Veía un reporte de Bank of America en el que el porcentaje de inversioni­stas que cree que perderemos el grado de inversión en los próximos tres años, pasó de 26% a 67% en el último mes. Nos va a costar.

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