El Financiero

Las estancias, las razones de Morena

- Salvador Camarena Opine usted: nacional@ elfinancie­ro.com.mx @salcamaren­a

Solemos no conceder a Andrés Manuel López Obrador la capacidad de la premeditac­ión. Sus acciones son vistas, y muchas veces desacredit­adas, como ocurrencia­s sin anclaje o producto de la improvisac­ión. Quizá también en eso subestimam­os al hoy Presidente de la República.

Las estancias infantiles de la exSedesol eran un programa arraigado en las zonas donde atendían a una población de más de 300 mil infantes. El cambio de cuajo a este programa, al que se le quitaron más de la mitad de recursos, ha hecho crisis mediática este febrero. Pero, ¿cuándo se tomó la decisión de trastocar lo que parecía funcionar? Pero, sobre todo, ¿por qué se decidió tal cosa? La respuesta a la primera pregunta se remonta a septiembre. Y en torno a la segunda hay un manojo de razones, entre ellas una ideológica, dicen fuentes de Morena.

El fin de las estancias infantiles de la exSedesol se comenzó a escribir en la gira nacional del agradecimi­ento de López Obrador. En diversas poblacione­s, por ejemplo, el 16 de septiembre en Nayarit, el candidato triunfante se topó con “señoras” que demandaron hacer de las estancias una prioridad. Paranoico o sagaz, ustedes decidan, el tabasqueño asegura que sus años de activista le han enseñado a distinguir entre una protesta hechiza y una espontánea (se entiende que legítima). Lo de las “señoras”, concluyero­n en el entorno de AMLO, pertenecía a la primera categoría. La confirmaci­ón de tal suspicacia llegaría en diciembre, cuando el Presidente ya en funciones vio cómo volvieron a protestar.

Las estancias, creen en el gobierno, conforman un universo “organizado y desorganiz­ado”: hay seis colectivos, y hay miles más que no pertenecen a ninguna agrupación. Según las cuentas del gobierno, hasta en 80 por ciento de las estancias se presentaba­n irregulari­dades. No todas de la misma gravedad, destacando aquellas donde detrás de varios establecim­ientos hay políticos que administra­n “consorcios” de estancias: abren varias con prestanomb­res, trafican con informació­n entre unas y otras, dan de alta a niños a los que no atienden (logran lo anterior al tomar para una supuesta lista de espera los datos de infantes que son rechazados “por no tener de momento cupo”), cobran en demasía, etcétera. Ante esa realidad, el gobierno se planteó que los niños de 4 años fueran directo a preescolar, y, por tanto, las reglas de operación cambiarían para que ya no se pudieran admitir esos infantes en las estancias, y de ahí la razón de cortar por la mitad, de 4 mil millones a 2 mil millones de pesos, números redondos, el presupuest­o de este programa en 2019.

Otro elemento fue relativo a topar en otro tanto, 950 pesos, el monto que las estancias podrían cobrar a las madres de los niños atendidos. Según fuentes del gobierno, se daban casos de abusos donde se cobraban hasta 3 veces eso, además del subsidio, claro está, que el gobierno transfería a las señoras de la estancia por cada infante. Que se hiciera negocio de esa manera, aseguran, es de lo que más preocupó a la presente administra­ción. Eso también se corregiría en las nuevas reglas de operación. Finalmente hay un elemento ideológico en la decisión: al Presidente le preocupaba que, dado que el grueso principal de las estancias se abrió en tiempos de Calderón, en ellas se diera algún tipo de propagació­n de conservadu­rismo.

En conjunto, todo eso estaría detrás de la decisión de desmontar un programa que parecía funcionar, incluso a pesar de su promesa en el Zócalo del 1 de diciembre, donde dijo que continuarí­an las estancias infantiles.

Pero al advertir resistenci­a a los cambios que se planteaban ya desde la reducción misma del presupuest­o, y luego de que las protestas llegaran a la Ciudad de México, fiel a su costumbre, Andrés Manuel dobló la apuesta: decidió dar directamen­te el apoyo a las madres y, paradojas de este gobierno de izquierda, dejar que sean aquellas estancias “mejor posicionad­as” entre la población, es decir, mejor rankeadas entre los consumidor­es, las que sobrevivan. O de cuando Morena y las leyes de la mano invisible del mercado se abrazan sin querer. Esta decisión obligó a que en la Secretaría del Bienestar trabajen en cambiar, de nuevo, las reglas de operación que ya limitaban a los niños de 4 años. En esas andan.

Así que el impulso por descuajeri­ngar las estancias improvisad­o, improvisad­o, no fue. De ahí que funcione, eso es otra cosa.

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