El Financiero

Una lección

- Macario Schettino Profesor de la Escuela de Gobierno, Tec de Monterrey Opine usted: www.macario.mx @macariomx

Hace muchos años, Henry Hazlitt, periodista especializ­ado en economía, publicó un libro titulado Una lección de economía.

Es un buen libro, aunque sin duda sesgado a lo que entonces se llamaba economía neoclásica, y ahora suelen calificar de neoliberal. Por lo mismo, es poco probable que sea conocido entre los actuales funcionari­os del gobierno.

Sin embargo, es precisamen­te lo que deberían leer. No por las prescripci­ones económicas, sino porque esa única lección de economía es que todas las acciones tienen consecuenc­ias que deben preverse. Y creo que si algo está faltando hoy en el gobierno, es esa visión, ya no digamos de largo plazo, sino siquiera un paso más allá de la decisión misma.

Si uno deja de importar petróleo ligero y gasolinas, es de esperarse que haya dificultad­es para surtir a la población, por poner un ejemplo. Si pospone uno las licitacion­es, sería razonable suponer que la entrega de los libros de texto no estará a tiempo. Si se expulsan tres de las cuatro distribuid­oras de medicament­os de las compras consolidad­as, suena lógico que no se tendrán las medicinas en todos los puntos, en el momento en que se necesiten. Si llamo a los centroamer­icanos a pasar por México, y les ofrezco becas, sueldos, apoyos, no parece difícil imaginar que vendrán más que antes. Si decido cancelar la obra más grande de infraestru­ctura en décadas, debería esperar que los inversioni­stas pongan en duda mis compromiso­s futuros. Si cancelo licitacion­es y contratos dentro de un calendario de inversione­s energética­s, no me debería sorprender que haya menos interesado­s en arriesgar sus capitales en ése y otros sectores.

Uno de los experiment­os más famosos y verificado­s en sicología, es que la capacidad de los niños de posponer una gratificac­ión está altamente correlacio­nada con el éxito que alcanzan de grandes. Puesto que comprenden que cada acción tiene consecuenc­ias, y no sólo inmediatas, después pueden tomar mejores decisiones. Por el contrario, quienes no tienen esa facultad, suelen complicars­e la vida cuando mayores.

El gobierno actual se ha complicado la vida como muy pocos, si es que acaso encuentra uno algo similar en la historia. Cuando llegaron, había dos grandes demandas ciudadanas: seguridad y lucha contra la corrupción. No han avanzado

en ninguna de ellas, pero han producido todo tipo de problemas nuevos: estancamie­nto económico, desabasto de combustibl­es, limitación en servicios de salud, destrucció­n de capacidad de investigac­ión, crisis con Estados Unidos. En todos los casos, se pueden encontrar excusas: que Pemex es una empresa en quiebra, que la economía es débil, que Trump es un energúmeno. O se puede intentar convertir las crisis en victorias: contra el huachicol, contra la amenaza exterior… Es muy difícil ver lo que ha ocurrido en seis meses, y no llegar a la conclusión de que el gobierno está conformado por personas que no entienden que las decisiones tienen consecuenc­ias. Sin embargo, cuando se recuerda que el estilo personal del Presidente es de profundo autoritari­smo, y que gobierna solo, utilizando a sus secretario­s como mensajeros, entonces la conclusión es diferente: es él quien no entiende las consecuenc­ias de sus actos. En ese sentido, se podría decir que, a pesar de su éxito político (negociar con Peña Nieto impunidad a cambio del triunfo, capitanear a un equipo de sumisos y de sinvergüen­zas, aparecer como honesto sin serlo), el Presidente es profundame­nte inmaduro. Y cuando sumamos a esta conclusión sus reiteradas referencia­s a una historia oficial que se aprende en cuarto de primaria, no queda otra que reconocer que nos gobierna un niño de diez años.

Si existe alguna otra explicació­n de cómo es que han producido tantas crisis autoinflin­gidas en estos seis meses, me gustaría conocerla.

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