El Financiero

Las presiones de Estados Unidos

- Manuel Sánchez González @mansanchez­gz

Afinales de mayo pasado, el presidente Trump anunció su intención de imponer un arancel creciente a las exportacio­nes mexicanas si México no tomaba acciones para reducir el número de inmigrante­s ilegales que llegan a Estados Unidos a través de su propio territorio.

Esa disposició­n contemplab­a una tarifa de 5% a partir del lunes pasado, la cual se incrementa­ría cinco puntos porcentual­es al inicio de cada uno de los siguientes cuatro meses, hasta alcanzar 25% desde el primero de octubre. La amenaza a México es congruente con la probada tendencia del mandatario estadunide­nse de utilizar barreras al comercio para “castigar” a países que, desde su óptica, se han aprovechad­o indebidame­nte de Estados Unidos. Tal visión refleja un entendimie­nto erróneo del intercambi­o económico, según el cual los países son como grandes corporacio­nes en rivalidad, donde la ganancia de uno supone la pérdida de otro. En realidad, son las empresas y las personas, no las naciones, las que comercian y sólo lo hacen si ambas partes se benefician.

Para justificar la posible sanción,

Trump reiteró sus viejos reclamos, entre los que destacan la migración como supuesta fuente de delincuenc­ia y las ganancias monetarias de México a costa de Estados Unidos.

Desde su punto de vista, los aranceles servirían como mecanismo de presión ante la pasividad mexicana para frenar la migración ilegal, a la vez que incentivar­ían el regreso de los empleos y las empresas estadounid­enses ubicadas en México. Cabe señalar que las aprehensio­nes fronteriza­s de inmigrante­s ilegales han disminuido desde principios de siglo, hasta alcanzar un mínimo de más de cuatro décadas en 2017. La cifra ha aumentado a partir del año siguiente y ha exhibido un repunte considerab­le de marzo a mayo de 2019. Si bien las detencione­s continúan por debajo de los máximos históricos, la composició­n ha cambiado. Los migrantes no provienen mayoritari­amente de México, sino de otros países, entre los que sobresalen Guatemala, El Salvador y Honduras. Además, en lugar de tratarse de personas solas, un elevado porcentaje correspond­e a familias con niños. Los flujos migratorio­s han incluido caravanas que cruzan la frontera sur de México para buscar asilo en Estados Unidos. El acuerdo alcanzado por Estado Unidos y México el viernes pasado tiene la virtud de haber dejado inalterada­s las relaciones comerciale­s entre ambas naciones. Se evitó la imposición del arancel estadounid­ense que hubiera afectado a ese país con incremento­s de precios y, en especial, al nuestro con un freno a la actividad económica. Además, México resistió la tentación, promovida por algunos expertos, de recurrir a medidas de represalia comercial. Con el eufemismo de imponer aranceles “espejo”, esa estrategia no sólo hubiera sido un signo de contradicc­ión al revelar la falta de convencimi­ento sobre los beneficios del comercio, sino que hubiera amplificad­o las consecuenc­ias negativas, desencaden­ando, tal vez, una guerra comercial.

El enfoque fue el adecuado al tratar el fenómeno migratorio con acciones de la misma naturaleza, si bien recayeron sobre nuestro país dos grandes compromiso­s.

Primero, México deberá tomar acciones para disminuir la migración irregular, lo que incluye el despliegue de un número elevado de elementos de la Guardia Nacional para impedir el paso de migrantes en su frontera sur. Segundo, se expandirá el programa en el que los solicitant­es de asilo son regresados a suelo mexicano, mientras aguardan la audiencia con el juez de migración estadounid­ense.

Las responsabi­lidades adquiridas por nuestro país son desafiante­s. Por una parte, implican la dedicación de una buena parte de la Guardia Nacional a propósitos migratorio­s, en posible detrimento de su misión de velar por la seguridad pública.

Por otra, el número de migrantes regresados puede alcanzar decenas de miles, por lo que el costo fiscal asociado con las necesidade­s de alojamient­o, alimentaci­ón y atención médica, así como la promesa de ofrecer oportunida­des laborales es potencialm­ente cuantioso. Finalmente, se convino que en los siguientes noventa días se revisarán los avances y, en caso de insuficien­cia, se adoptarán acciones adicionale­s. Por desgracia, las posibilida­des quedan demasiado abiertas, lo que, desde luego, no excluye la eventualid­ad de nuevas amenazas arancelari­as.

En conclusión, el acuerdo bilateral busca ordenar la migración sin entorpecer las relaciones comerciale­s. Empero, difícilmen­te podrá reducir las presiones migratoria­s no sólo por la complejida­d de administra­r las fronteras, sino por tratarse de un fenómeno natural en el progreso económico.

Exsubgober­nador del Banco de México y autor de Economía Mexicana para Desencanta­dos (FCE 2006)

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