El Financiero

Sheinbaum: ceder el liderazgo

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La CDMX pasa por momentos difíciles. Y no es causalidad, su gobernador­a, la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, ha renunciado a ejercer no solamente como autoridad sino también a consolidar su liderazgo. Sorprende, en una mujer de su capacidad y su historia, el dejar un vacío que, en una ciudad de unas dimensione­s gigantesca­s, se llena de inmediato por la anarquía, el abuso y la delincuenc­ia. Todo indica que Claudia ha claudicado. Sheinbaum llegó a la contienda electoral con cartas que hacían que incluso quienes no votamos por ella –no por su falta de currículum y preparació­n académica sino por cuestiones ideológica­s o meramente políticas–, abrigáramo­s una perspectiv­a positiva de un gobierno moderno y democrátic­o, con decisiones claras y contundent­e en los múltiples problemas que afectan a la ciudad, pero también con ensanchami­entos de las formas de disfrutarl­a. Más aún: como no sucedía hace tiempo, el partido gobernante en la ciudad y en la Presidenci­a es el mismo; y no solamente eso: Claudia fue cercanísim­a a AMLO durante el gobierno en la capital y los años que siguieron (al respecto, en estas páginas reseñó Salvador Camarena el día de ayer –“Claudia y el abandono 11/06/19”– las múltiples ventajas en materia de gobierno de la experienci­a de esa compañía). La CDMX por primera vez en mucho tiempo podría esperar una mancuerna de trabajo sin problemas. Todavía más, Claudia tiene la mayoría en el Legislativ­o local y en las alcaldías. Mejor, imposible.

¿A qué hora decidió Sheinbaum seguir de porrista de AMLO en lugar de gobernar una de las ciudades más grandes del mundo? No lo sabemos. Es posible que uno de los momentos fuera el de la crisis de abasto de gasolina, en la que la señora se comportó como funcionari­a del gobierno federal y hablaba en lugar del director de Pemex. Se entiende la cooperació­n entre gobiernos y más aún en una emergencia como aquella, pero ese evento pintó lo que vendría en adelante. El sacrificio de Claudia Sheinbaum en aras de mantener la popularida­d del Presidente.

El asunto de la seguridad es alarmante en la CDMX. No hay zona que se salve, no hay delito que no esté repuntando como hace años no sucedía. El secuestro en unos cuantos meses creció más de 450%. Agravándos­e con el triste caso del estudiante universita­rio que fue asesinado por sus captores. Incapaz de la menor empatía, la jefa de Gobierno ofrece condolenci­as a los deudos como si se tratara de hablar de la circulació­n de automóvile­s. La delincuenc­ia campea en la CDMX. El robo a domicilios, comercios, peatones, a gente que come en un restaurant­e, no importa si es en Polanco o en una taquería de una colonia popular. La ciudad se ha vuelto peligrosa, la gente está intranquil­a. La jefa de Gobierno aparece en fotos limpiando la entrada del Metro o en un mitin en Tijuana mandando una señal clara de que no tiene estrategia de seguridad más que huir del problema. Para colmo, tiene la ciudad paralizada. No hay obras, la gran mayoría están suspendida­s, generando con eso miles de desemplead­os que están en la calle sin tener dónde conseguir un trabajo.

Quizá el caso emblemátic­o de crisis en su liderazgo fue el tema de la contaminac­ión hace unas semanas. Una física no nos pudo hablar ni explicar el problema que enfrentába­mos; no nos quiso decir que estábamos en problemas, se escondió durante días, dejó que el gobierno federal matizara la emergencia y terminó por echarle la culpa al gobierno anterior. Todo para no generarle un problema a López Obrador, pero el problema se lo causó a sí misma.

Es temprano para saber si Sheinbaum ha iniciado un vuelo en picada. Sin embargo, lo que pasa en la CDMX no es cualquier cosa y ella ha evadido en diversos temas la responsabi­lidad. Todavía está a tiempo de empezar a gobernar, ojalá no se tarde más porque su dilación ya cuesta vidas y el desencanto ha comenzado.

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