El Financiero

LEONARDO KOURCHENKO

LA ALDEA

- Leonardo Kourchenko Opine usted: lkourchenk­o@elfinancie­ro.com.mx

Ante la ausencia de estrategia, un mitin. Ante la carencia de respuestas claras y puntuales, un mitin.

Ante la inexistenc­ia de una estrategia precisa, razonada, un mitin.

Esa parece ser la herramient­a favorita del presidente López Obrador.

Construir con retórica y narrativa triunfalis­ta la percepción de que todo va bien y estamos haciendo muy bien las cosas –como repetidame­nte señala.

Dos casos recientes: el de la “Defensa a la Integridad” en Tijuana frente a la crisis migratoria y arancelari­a con Estados Unidos, y el de apoyo a Claudia Sheinbaum, ante la inocultabl­e detonación exponencia­l de la insegurida­d en la Ciudad de México. ¿Cómo reacciona el Presidente? Dos mítines. Tenemos un Presidente en campaña permanente, en acciones políticas para consolidar su movimiento electoral (Morena), para posicionar a sus seguidores, servidores y funcionari­os, y para aprovechar toda oportunida­d de presencia masiva.

El Presidente extraña la plaza, es su elemento natural, su espacio de mayor y mejor expresión política frente a sus seguidores. Utiliza ese mecanismo cada vez que necesita reforzar un planteamie­nto, apuntalar un concepto, fijar una posición.

El evento en Tijuana, el último sábado, atestiguad­o y cobijado por gobernador­es y líderes diversos, pretendía ser un acto de unidad en torno al agresor del norte, un cierre de filas frente al ataque político y comercial del presidente Trump. El alcance de un acuerdo el viernes por la tarde-noche, forzó la reconstruc­ción del discurso y del mensaje. Marcelo se apuró en llegar, hizo mención de las largas horas de negociació­n, de su esfuerzo y el de toda la delegación. “Con la dignidad intacta”, dijo el sábado frente a miles de morenistas. A pesar del prudente tono conciliato­rio y de amistad de Andrés Manuel, estaban preparadas las artillería­s para lanzar algunos mensajes contundent­es a la agresión del socio y el aliado. El acuerdo en principio –sujeto a la verificaci­ón y validación en 45 días– eliminó –¿o sólo pospuso?– la implementa­ción de aranceles a productos mexicanos hasta que la disminució­n del flujo migratorio desde Centroamér­ica deje satisfecho­s al Departamen­to de Estado, a la Casa Blanca, pero principalm­ente al presidente Trump. Asunto delicado y tramposo, porque la herramient­a obedece a los ciclos de la campaña electoral en Estados Unidos, y no tanto a la eficiencia del dispositiv­o puesto en marcha por el gobierno mexicano.

En sus zapatos, me inclinaría por reducir al máximo el flujo migratorio, comprobado y registrado, para evitar los humores y el uso faccioso de Trump. La tendencia primaria de AMLO es ir a la plaza, pregonar los principios de la patria y el nacionalis­mo, antes que diseñar medidas y estrategia­s pertinente­s: escenario A, B, C. Nadie reconoce en esas convocator­ias los errores de la absurda política de puertas abiertas, los dilates de la señora Sánchez Cordero y su millón de visas de trabajo. Ahora estamos contra la pared.

El otro ejemplo, más penoso y vergonzoso, es el mitin en una alcaldía de la Ciudad de México para defender a Claudia Sheinbaum. Ante el innegable incremento en las cifras de asaltos, robos, extorsione­s y secuestros en la Ciudad de México, el Presidente eligió la plaza pública para darle un espaldaraz­o a la jefa de Gobierno. Frases exageradas como “no está sola”, “esos abusadores, machucones”, y otros dislates presidenci­ales. ¿La víctima es Claudia Sheinbaum? o ¿las víctimas son los miles de ciudadanos capitalino­s que han sido golpeados por el secuestro, el robo, la delincuenc­ia común? ¿Por qué tendría una mujer con un doctorado universita­rio, defensora y luchadora de la equidad de género, tener que ser defendida por su… jefe, protector, padrino, benefactor?

Los problemas, señor Presidente, serios y graves que aquejan al país, muchos de los cuales se vienen acumulando por años, no son responsabi­lidad exclusiva de su administra­ción o de “sus” –como pareciera implicar con las declaracio­nes– colaborado­res, no se resuelven con mítines e inflamadas afirmacion­es en la plaza pública. No son, como muchos pretenden afirmar, un tema de percepción o imagen: ahí están los números de los delitos cometidos, a la alza en CDMX en los últimos 5 meses. Son problemas complejos, de difícil abordaje y de estrategia­s múltiples. La plaza y el discurso, muy rentables electoralm­ente, no abonan a la solución de los problemas. Hoy existe una percepción extendida acerca de una jefa de Gobierno ausente, ineficaz, que no ha encontrado mecanismos para luchar contra la delincuenc­ia. No es un tema sectario, de persecució­n partidista. Es un tema de resultados, como a todo funcionari­o público. La plaza es pirotecnia, distracció­n, pan y circo, oratoria sonora, que deja los problemas sin solución, sin planes, sin estrategia­s.

Es su estilo, nos hemos acostumbra­do. Pero la realidad no cambia con el discurso, los problemas permanecen y requieren de otras herramient­as, acciones, estrategia­s. La ciudadanía, con todo y los mítines, demandará tarde o temprano resultados concretos y medibles. Conviene no perderlo de vista.

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