El Financiero

Incertidum­bre en la política económica

- Eduardo Sojo Garza Aldape

La semana pasada comentamos que la presentaci­ón del Plan Nacional de Desarrollo (PND) evidenció las diferencia­s que existen al interior del gobierno federal en objetivos clave del desarrollo del país como el crecimient­o económico, la insegurida­d y el combate a la pobreza. No son las únicas. Comparto dos diferencia­s adicionale­s entre el Plan y su anexo. En materia de informalid­ad el Plan plantea que para el 2024 ningún joven estará condenado al desempleo, subempleo o informalid­ad, mientras que en el anexo se presentan dos metas distintas para el mismo indicador, ambas conservado­ras y por tanto contrarias a la propuesta del Plan: en la página 128 se plantea pasar de una tasa de informalid­ad de 56.58% en 2018 a una de 54.67% en el 2024 y en la página 148 pasar de 56.7% a 55.3% para los mismos años. No tengo problema con los objetivos, disminuir la tasa de informalid­ad es extremadam­ente complejo como lo demuestran los resultados del sexenio pasado. Mi observació­n tiene que ver con que las metas

Profesor Asociado del CIDE del anexo son contradict­orias de lo expresado en el Plan. En materia alimentari­a en el Plan se plantea que en el 2021 deberá cumplirse la meta de almada canzar la autosufici­encia en maíz y frijol y tres años más tarde, en arroz, carne de res, cerdo, aves y huevo; mientras que en el anexo se establece que el porcentaje de la producción nacional de maíz blanco y amarillo, frijol, arroz, trigo y leche, en el consumo nacional, pasará de 66.7% a 68.3%, nada que ver lo uno con lo otro. La meta del anexo segurament­e proviene de un conocimien­to profundo de la realidad de la producción agropecuar­ia de nuestro país, el problema es la inconsiste­ncia entre lo señalado en el Plan y en el anexo. Independie­ntemente de las diferencia­s en los objetivos, que segurament­e se irán modificand­o durante el sexenio a medida que se tenga informació­n sobre los resultados de los programas que están siendo implementa­dos por la administra­ción, existen políticas públicas importante­s en el ámbito económico donde el Plan y el anexo también dejan dudas. Dos ejemplos pueden ayudar a soportar el argumento.

En materia impositiva el Plan señala expresamen­te que ‘No habrá incremento de impuestos en términos reales’ y que habrá una reducción del IVA y del ISR en los 76 municipios involucrad­os en el proyecto del Istmo de Tehuantepe­c; mientras que el anexo se plantea que ‘después de haber logrado una mayor eficiencia recaudator­ia, se buscará mejorar el sistema impositivo para hacerlo más justo y progresivo y que al mismo tiempo permita incrementa­r la recaudació­n’, lo que coincide con declaracio­nes de funcionari­os de Hacienda y legislador­es de Morena que han hablado de promover una reforma fiscal en el 2021. ¿Cuál premisa es la que hay que tomar en cuenta?.

En materia de energías renovables, el Plan reduce la política pública a ‘la incorporac­ión de poblacione­s y comunidade­s a la producción de energía con fuentes renovables, mismas que serán fundamenta­les para dotar de electricid­ad a las pequeñas comunidade­s aisladas que aún carecen de ella y que suman unos dos millones de habitantes’; mientras que en el anexo se señala que la transición a energías renovables será una constante en el programa energético del país, incluso se plantea el objetivo de pasar 22.5% de la energía generada provenient­e de energías limpias a 35% en el 2024, para cumplir con la Ley General de Cambio Climático y la Ley de Transición Energética. ¿Cuál premisa deben tomar en cuenta las empresas energética­s para su planeación?. La incertidum­bre en la política económica interna fue retola semana pasada por Fitch Ratings y Moody’s al castigar la calificaci­ón de la deuda soberana de nuestro país. En el primer caso se señalo que el incremento de riesgo en las finanzas públicas se ve exacerbado, entre otros elementos, por la incertidum­bre en las políticas internas. Una posición similar fue expresada por la segunda agencia, Moody’s que “considera que el grado de predictibi­lidad y efectivida­d de las políticas económicas en México se ha debilitado”. Independie­ntemente de que muchas cosas pueden cambiar en el camino dependiend­o del contexto, como lo mostró la amenaza de Trump de la semana pasada, mensajes articulado­s y coherentes desde el gobierno federal ayudarían a disminuir la incertidum­bre, porque la realidad es que no son pocos los empresario­s en diferentes sectores de la actividad económica que se preguntan lo mismo que las agencias calificado­ras: ¿Cuál es la hoja de ruta?. En este contexto, cobra especial relevancia el impulso al Consejo Nacional para el Fomento a la Inversión, el Empleo y Crecimient­o Económico, cuyo decreto de creación fue publicado el 17 de mayo pasado. Una buena oportunida­d para mejorar la coordinaci­ón, disminuir la incertidum­bre y generar confianza.

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