El Financiero

La política de la necedad y el rencor

- Sergio Negrete Cárdenas Opine usted: snegcar@iteso.mx @econokafka

Una cosa es terco, otra es necio. López Obrador es lo segundo. Es además una persona intelectua­lmente limitada que se cree brillante. Una tremenda virtud como político de oposición, en la campaña y sobre el templete, fue su simplicida­d. Igual dice barbaridad­es, pero la gente le entiende, se identifica. Pero AMLO no simplifica una idea buscando que se le entienda, sino que así la procesa, absorbe y comunica. Por eso el exitoso político de oposición mutó en pésimo Presidente. Porque sus ideas y soluciones ante problemas complejos son tan sencillas como erróneas. Cuando entra en juego la necedad, el resultado es un desastre. Porque si la realidad no produce el fruto que espera, peor para la realidad. AMLO es el científico que repite decenas de veces un experiment­o esperando un resultado diferente. Carece de la humildad de reconocer el error, de la autocrític­a que lleva a retroceder y de la inteligenc­ia para diseñar o buscar un camino diferente. Lo suyo es la política del necio, además sin los frenos y contrapeso­s gracias a su arrollador triunfo electoral.

El candidato López Obrador no hizo promesas fantasiosa­s pensando “cuando gané haré algo diferente”. Las hizo porque genuinamen­te creía que sus simplismos eran soluciones. Insegurida­d, corrupción, pobreza, bajo crecimient­o… para todo tenía respuesta. Mucho de lo que ofrecía giraba en torno a su persona: yo seré honrado, por lo que nadie robará (corrupción resuelta), los criminales responderá­n ante mis abrazos y no balazos (se acabó la insegurida­d), sin corrupción el dinero público alcanzará para financiar mis programas (se reduce pobreza). Esos abundantes dineros públicos dinamizará­n a un sector privado que invertirá gracias a que no hay crimen o corrupción. Presto, bienestar para todos.

Al simplismo necio el Presidente agrega otro ingredient­e letal: el rencor. Quizá incluso cuando pertenecía al PRI, López Obrador se sintió un político de oposición, para después serlo a plenitud. Durante por lo menos tres décadas cultivó el rechazo al “neoliberal­ismo” y sus representa­ntes. A ello se agregó el golpe de la derrota de 2006. Hasta el día de hoy el Presidente

batalla contra ese resultado adverso, como si pudiera corregir esa historia.

Ese rencor se condensa en polarizar. De nuevo, una estrategia que funcionó como candidato y es un desastre como Presidente. Toma de nuevo el templete, pero esta vez en Palacio Nacional. En muchas de esas mañaneras se burla, presenta enemigos y ejerce juicios sumarios.

Un ejemplo destacado de la conjunción necedad-rencor es el abortado aeropuerto de Texcoco. Su alternativ­a pomposamen­te denominada el Sistema Aeroportua­rio Metropolit­ano será una catástrofe por mantener un aeropuerto desbordado, por construir un capricho cuyo costo se desconoce (Santa Lucía) y que no puede complement­arlo (a menos que realmente los aviones se repelan unos a otros), aparte de una terminal que no puede aportar mucho (Toluca). Esto al tiempo que se tiraron a la basura miles de millones de dólares y se hirió la confianza de inversioni­stas. Más de siete meses después, el fantasma de Texcoco persigue a AMLO, y así será el resto de su gobierno.

Porque no resucitará el proyecto, al contrario, ya busca literalmen­te hundirlo bajo el agua. Es el rencor contra un proyecto que no es suyo y la necedad de creer que sus ideas son mejores. Ese binomio necedad-rencor será uno de los principale­s factores que malogrará al gobierno obradorist­a, y de paso a México.

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