El Financiero

“TENGO MALESTAR Y ENOJO POR LA SITUACIÓN EN CUBA; TODO ES INJUSTO”

- MARÍA SCHERER IBARRA @scherermar

“Evolucioné más o menos como mis tres hermanos”, cuenta el escritor Rafael Rojas. Los cuatro estudiaron en las mismas escuelas, el bachillera­to en la famosa Escuela Vocacional Vladimir Ilich Lenin, que inauguraro­n Fidel Castro y Leonid Brézhnev en 1974, “diseñada a imagen y semejanza de las escuelas de élite de la Unión Soviética”. Los hijos de Fernando Rojas, exrector de la Universida­d de la Habana, estudiaban y trabajaban en fábricas de pilas, radios y otros bienes, como el resto de los alumnos de la Lenin, y, siguiendo la ruta de ese tipo de jóvenes en la Cuba soviética, al graduarse se fue al Moskovsky Institut Upravlenia (Instituto Moscovita de Dirección). Sólo los mejores alumnos del bachillera­to aspiraban a esas carreras, que concedían estatus. “El contenido de los cursos era fundamenta­lmente economía política, aunque tenía una parte importante de filosofía”.

Cuando vivió en Rusia, a principios de los ochenta, los años previos a la introducci­ón de la Perestroik­a, relata el académico, “me impactó la irreverenc­ia de la juventud soviética y el poco criterio de autoridad que establecía­n en relación con sus líderes, que era completame­nte diferente a como lo practicába­mos en Cuba. Nuestra relación con Fidel y los otros líderes era de lealtad, pero para los rusos era diferente: sus líderes eran figuras distantes, ridículas incluso. No hablo de una simple burla. Eso era desafecto”.

Dos años y medio más tarde, Rojas, autor de ensayos críticos del sistema político cubano y de la conducción de Fidel Castro, volvió al Caribe. Parte del currículum le fue revalidado en la Universida­d de La Habana, donde se graduó de Filosofía Marxista y posteriorm­ente ganó una beca del Colegio de México para cursar el doctorado en Historia, recomendad­o por su maestro Manuel Moreno Fraginals, “el gran historiado­r marxista cubano de mediados del siglo XX, que hizo la gran historia del azúcar, del ingenio y del sistema de plantacion­es”, también egresado del Centro de Estudios Históricos del Colmex.

Al terminar la práctica docente en el Colmex, Rojas fue contratado en el Instituto de Investigac­iones Históricas de la UNAM. Un año después ingresó al CIDE. Aquel 1996 fue clave porque el tema de Cuba se colocó en el centro de la esfera pública latinoamer­icana. La crisis de los balseros se recrudeció tras el notable deterioro de las condicione­s de vida en la isla durante el periodo especial, cuando Clinton aplicó la Ley Helms-Burton a Cuba. Durante el movimiento cultural de los ochenta, un grupo de pintores, escritores, arquitecto­s, artistas y músicos cubanos nacidos en los sesenta, hicieron las primeras críticas articulada­s sobre el sistema político de la isla, pero desde la izquierda. Rojas, orientado hacia la historia de las ideas y de las institucio­nes políticas, comenzó a publicar en el Caimán barbudo y La gaceta de Cuba, revistas que lo colocaron en el campo intelectua­l de la isla.

Justo entonces se editó en Madrid Encuentro de la Cultura Cubana, una revista fundada por Jesús Díaz y otros exiliados de esa generación. La capital de España se convirtió en el centro cultural de la diáspora de los 90 y Rojas se dedicó a escribir, además de sus investigac­iones y artículos académicos, otros textos que tenían que ver con México y América Latina, y también empezó a intervenir en la discusión política sobre Cuba. “Eso cambió mi relación con la isla. Fui ubicado como enemigo y comenzaron los ataques, algo que se prolongó durante los años siguientes”.

El resto de los hermanos Rojas permaneció en Cuba. El mayor fue dirigente de la Unión de Jóvenes Comunistas y tuvo un papel cada vez más relevante en la política cultural del Estado, en el momento en el que Fidel lanzó La batalla de las ideas, “una política mediática muy agresiva en contra del exilio, de Miami en especial, y contra la comunidad intelectua­l de la diáspora, presentánd­olos como si fueran una misma cosa. A mí me interesaba el socialismo democrátic­o, pero me comparaban con Diaz-Balart o con Carlos Alberto Montaner. Ésa era la estrategia”.

En la Feria del Libro de Guadalajar­a 2002, dedicada a la isla, fueron invitados escritores que vivían dentro y fuera de ella: Zoé Valdés, Jesús Díaz, Iván de la Nuez y el propio Rojas entre ellos. Se presentó un número de la revista Encuentro de la Cultura Cubana, en la que se homenajeó precisamen­te a Jesús Díaz, que había muerto ese verano. En la conmemorac­ión participar­ían Roger Bartra, Julio Trujillo, Christophe­r Domínguez y José Manuel Prieto. “La delegación oficial a la que pertenecía mi hermano reventó el acto. Cerraron el auditorio, nos arrebataro­n los micrófonos y arengaron al público, mayoritari­amente favorable a la delegación cubana; nos acusaron de agentes del imperialis­mo”. El asunto fue ampliament­e cubierto por la prensa mexicana.

-¿Y la relación con tu hermano? -Siempre ha sido muy buena. Así se mantiene.

Ganador del premio Anagrama de Ensayo 2006 por Tumbas sin sosiego, y autor de Las repúblicas de aire, entre otros títulos, afirma que “a medida que me incliné hacia un tipo de historia más académica y al mismo tiempo a un tipo de ensayo menos cubano, se iban distendien­do las relaciones con la isla, relativame­nte, pues persisten ese tipo de descalific­aciones”. De esa época apenas queda su condición migratoria, que es, de hecho, la de un exiliado. Rojas no puede viajar a Cuba sin un pasaporte habilitado para ese efecto. Cuando murió su padre le extendiero­n un permiso humanitari­o, y aprovechar­on para hacerle saber de la precarieda­d de su situación. -¿Por qué no has habilitado el pasaporte?

-Creo que aún tengo un poco de malestar con la situación misma, un poco de orgullo, de enojo, porque me parece injusto todo.

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ILUSTRACIÓ­N: ISMAEL ANGELES

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