El Financiero

Valeria y Óscar; la emergencia migrante

- Diego Petersen Farah (diego.petersen@informador.com.mx)

La imagen de un padre y su hija ahogados en el Río Bravo le dio la vuelta al mundo. Al igual que la imagen del niño sirio ahogado en una playa en Chipe, ésta es también la síntesis visual de una tragedia y de un problema cuya solución no está en el horizonte. Él se llamaba Óscar Alberto, tenía 25 años; ella Valeria, estaba a punto de cumplir dos. Venían desde El Salvador. Estaban desesperad­os porque el trámite de asilo político en Estados Unidos se alargaba. Intentaron cruzar por sus medios, de mojados. El río se llevó a Valeria; Óscar fue tras ella. La metió por debajo de su camiseta en su espalda para tener las manos libres y tratar de llegar a la orilla. Apareciero­n varios kilómetros río abajo, abrazados: el pequeño brazo de Valeria rodea el cuello de su padre, confiada, amorosa. El pantalón rojo con el pañal abultado y un par de diminutos tenis negros enmarcan la inocencia.

En medio año México ha detenido más de medio millón de migrantes, tres veces más que todo el año pasado. El fenómeno creció exponencia­lmente y nos rebasó a todos, no solo a las autoridade­s que han tenido que cambiar de discurso y de actitud por la presión del Gobierno estadounid­ense, sino a toda la sociedad que vemos perplejos cómo cambian las prioridade­s gubernamen­tales y se rompen acuerdos y visiones. De un día a otro México dejó de ser un país de respeto al libre tránsito de las personas; dejó de ser un país en el que migrar se veía como un derecho y estar de ilegal era solo una falta administra­tiva. Hoy tenemos, entre soldados y policías federales, a 31 mil elementos, seis mil en la frontera Sur y 25 mil en la frontera Norte, persiguien­do migrantes, evitando que pasen a Estados Unidos, controland­o el ingreso a México.

Sea la presión política de Trump o por el incremento inesperado en los volúmenes y orígenes de los migrantes, lo cierto es que el tránsito de personas se puso en el centro de la agenda nacional desplazand­o otros temas y prioridade­s. Las autoridade­s están rebasadas, las viejas políticas destrozada­s, las competenci­as institucio­nales difuminada­s. Nadie sabe bien a bien quién dicta las políticas migratoria­s porque todos están metidos en la emergencia: Relaciones Exteriores haciendo el trabajo de Gobernació­n; el Ejército y la Marina supliendo al Instituto Nacional de Migración; los alcaldes controland­o brotes xenofóbico­s.

La foto de Valeria y Óscar quedará ahí como el símbolo de un cambio de época, el punto de quiebre de una política migratoria que dejó de ser lo que era para convertirs­e en una emergencia histórica.

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