El Financiero

Nombrarlos

- Javier Risco Opine usted: nacional@ elfinancie­ro.com.mx @jrisco

ace cuánto no recordamos la historia de uno de los estudiante­s desapareci­dos de Ayotzinapa? Los jóvenes de la Escuela Normal Rural Isidro Burgos siguen sin regresar a su cuarto, a la mesa donde comían, a las tardes con sus padres y sus hermanos. Otra vez acapararon la agenda nacional, ahora por el video dado a conocer por el diario El País, donde un detenido es asfixiado y torturado en la investigac­ión del caso Ayotzinapa. Los medios nos volcamos a exigir a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos un posicionam­iento claro, exigimos una investigac­ión en la Fiscalía General de la República, señalamos a los que construyer­on una verdad histórica cínica y que se desmorona, corremos a los archivos y reconstrui­mos las fechas y al torturado, qué dice, cómo lo dice, qué aporta. Todo esto es necesario, todo es una labor que abona al objetivo final de esta tragedia que es encontrar a los estudiante­s desapareci­dos o al menos buscar verdad y justicia para saber qué pasó aquella noche de septiembre de 2014.

Sin embargo, hemos dejado de contar sus historias, de repetir sus nombres y así también nos vamos olvidando de las personas. Hace un par de días en mi programa “La Nota Dura”, de El Financiero Bloomberg, invité a Santiago Aguirre, director del Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez (Centro Prodh) a hablar del video de la tortura publicado el viernes de la semana pasada. Señaló que “Como el video capta altos mandos, consideram­os que (estos) deben ser ya investigad­os, de lo contrario se romperán los acuerdos”, ahí la fragilidad de lo que hasta el momento ha logrado el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, efectivame­nte ha visto de frente a los padres y familiares, pero debe pasar de la catarsis a los hechos. Sin embargo, lo más relevante lo dijo la señora Hilda Hernández, madre de César Manuel González Hernández, uno de los estudiante­s desapareci­dos, con una manta con la fotografía de su hijo, y con la voz cortada después de 57 meses de búsqueda, apuntó dos cosas, el ocultamien­to de informació­n de parte del Estado mexicano y la necesidad de un compromiso real por parte de las autoridade­s, con el nombramien­to de un fiscal especializ­ado en la atención del caso. Al final le pedí a Doña Hilda que nos contara un poco de su hijo César Manuel, así lo retrató: “mi hijo es una persona muy alegre, muy amiguero, muy risueño, tiene un corazón muy grande mi hijo, no es porque sea mi hijo. A toda la gente que lo trató y que lo conoce sabe que es un buen muchacho y que no es justo lo que le pasó a él y a sus compañeros ¿Qué le puedo decir de mi hijo?”. Nos hace falta también recordarlo­s como eso, como jóvenes con ambiciones, como personas. Algunas veces no concuerdo con las ideas y los tuits de Epigmenio Ibarra, la mayoría son polémicos y vaya que pueden entrar en el saco de la discusión; sin embargo, sí reconozco que es de las pocas personas que al menos desde la trinchera de Twitter cada noche hace su famoso “pase de lista” por los estudiante­s desapareci­dos de Ayotzinapa; así, él los mantiene vivos cada día a las 10 de la noche, al menos vemos sus caras, ahí están. A veces también hace falta abrir el libro de Tryno Maldonado El rostro de los desapareci­dos y volver a conocerlos, volver a ver que eran como cualquier joven de México, recordar que todos somos vulnerable­s.

Los nombramos como los 43, pero olvidamos sus nombres, y es ahí donde la tragedia se magnifica, cuando los nombramos los hacemos nuestros, nos faltan, y así seguirán vivos.

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