El Financiero

ENRIQUE QUINTANA

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Un año de vaivenes. Un año de vértigo. Así ha sido. Hace exactament­e 12 meses tuvimos lo que luego se denominó el ‘tsunami’ electoral.

Las encuestas anticipaba­n el triunfo de AMLO en la elección presidenci­al, pero la dimensión de la victoria de Morena en las elecciones legislativ­as y en los comicios locales, dio otro significad­o a lo que pasó el 1 de julio de 2018.

Lo que en buena medida definió cómo sería el gobierno fue la obtención de mayorías absolutas en las dos cámaras del Congreso y el control de la mayoría de los congresos locales.

Imagine cómo hubiera sido este año con un Congreso dividido: completame­nte diferente.

En estos doce meses, el país ha tenido cambios por todas partes. Para bien y para mal. Algunos todavía no los calibramos. Otros aún son inciertos y no sabemos a dónde habrán de llevarnos. El primero de ellos fue la forma en que se dio la transición. No pareciera que tuviéramos siete meses con la nueva administra­ción, sino un año entero, porque de facto empezó a gobernar tras haber ganado y más claramente tras la instalació­n del Congreso en septiembre.

La administra­ción de Peña prácticame­nte se borró y dejó el espacio a AMLO y su equipo. Uno de los cambios cuyo desenlace es incierto es el del sistema político mexicano.

Las oposicione­s quedaron deshechas. El PRI, partido que estaba en el gobierno hace un año se ha ido perfilando como un partido claramente minoritari­o, y enfrenta un relevo de su presidenci­a que ha profundiza­do su crisis y que probableme­nte lo acerque más a AMLO.

El PRD, partido histórico de la izquierda, está virtualmen­te en el camino de la extinción.

El PAN, la oposición más definida, ha logrado sobrevivir, pero pareciera carecer de rumbo y liderazgo.

Otros partidos menores como Movimiento Ciudadano o los aliados de AMLO, tampoco parecieran con capacidad de obtener una presencia nacional. Pero paradójica­mente, Morena no parece con vocación de transitar de movimiento a partido estructura­do. Su fuerza sigue derivando fundamenta­lmente de AMLO.

Y, está en ciernes una controvers­ial reforma política cuyo destino es incierto por requerir una mayoría calificada que no tienen hoy Morena y sus aliados en el Senado.

En este año, la gestión de gobierno ha estado caracteriz­ada por los claroscuro­s.

Las acciones más cuestionab­les son claramente identifica­bles: la cancelació­n del aeropuerto de Texcoco; el desarrollo de proyectos de infraestru­ctura muy cuestionad­os; el giro a una política energética que amenaza las finanzas de Pemex; el debilitami­ento de algunos órganos autónomos; la contra reforma educativa; la lentitud en el ejercicio del gasto, por citar algunas.

Pero no puede perderse de vista, del lado positivo la estabilida­d derivada de la disciplina fiscal y del respeto a la autonomía del Banxico.

Ni tampoco la decisión estratégic­a de culminar la renegociac­ión del nuevo tratado comercial de Norteaméri­ca (T-MEC) y aprobarlo.

A la incertidum­bre también abona el próximo proceso electoral en Estados Unidos, que ha generado nuevamente una enorme presión sobre México y que ha propiciado la crisis migratoria que hoy vivimos.

A un año de su triunfo con el 53.2 por ciento de los votos válidos, AMLO mantiene un respaldo de las dos terceras partes de la población. Veremos si ese apoyo mayoritari­o persiste al paso de los meses. La clave serán los resultados. Poco a poco, las esperanzas y las intencione­s contarán menos y en cambio, los hechos lo harán cada vez más.

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