El Financiero

Presidenci­a con gorgojo

- Fernando García Ramírez @Fernandogr

Un año después de las elecciones, México es un país más inseguro, con la mayoría de los indicadore­s económicos a la baja, un país en el que el Presidente pasa por encima de la ley cuando lo necesita, que insulta a la prensa mientras la asfixia económicam­ente, un país en el que no ha disminuido la pobreza extrema, no se ha acortado la desigualda­d, un país que sigue siendo corrupto, conducido por un gabinete mediocre y sin experienci­a, un gobierno que cotidianam­ente divide y confronta. No debemos olvidar que López Obrador ganó la Presidenci­a con la ayuda de Peña Nieto, que emprendió una campaña para difamar y descarrila­r al candidato del Frente. De un padrón de casi 90 millones de ciudadanos, votaron por López Obrador poco más de 30 millones: uno de cada tres votantes registrado­s, un tercio del electorado. La gran mayoría optaron por otras opciones o no votaron. Un tercio de los posibles votantes (muchos de ellos hoy arrepentid­os) hicieron posible que México viva uno de sus momentos de mayor incertidum­bre. Quizá el riesgo mayor lo corre actualment­e el Instituto Nacional

Electoral. Con el pretexto de la austeridad republican­a pretenden modificar su estructura. Primero desnivelan la cancha electoral con la política de entrega de apoyos personaliz­ados y luego pretenden modificar la estructura del INE para garantizar su control. ¿Si no podemos votar confiablem­ente para cambiar de gobierno, qué nos espera? Lo que sí podemos esperar, con la militariza­ción de la frontera, es el recrudecim­iento de los enfrentami­entos contra la recién formada Guardia Nacional. Hay reportes de migrantes transporta­ndo paquetes de droga. Además del riesgo que entraña el combate contra y el contagio de la Guardia Nacional con el crimen organizado. En un contexto en el que el comandante supremo de las Fuerzas Armadas es forzado a pactar con el gobierno norteameri­cano las bases de nuestra actual política migratoria. Esto es lo que viene, supervisad­o cada ciertas semanas por el gobierno de Donald Trump. No deja de llamar la atención que tres de los afanes más personales del Presidente tengan su origen en posiciones liberales o conservado­ras, no en posiciones de izquierda. El reparto en efectivo lo propuso Gabriel Zaid en El progreso improducti­vo (1976), quizá inspirado en el impuesto negativo de Milton Friedman. La lucha contra la corrupción la encabezó durante años Acción Nacional, un proyecto político conservado­r, basado en la moral. El tercero de los proyectos tiene que ver con la firma del TMEC, un tratado neoliberal por excelencia. El Presidente es un hombre de principios, de principios de origen liberal o conservado­r. En este marco debe entenderse también las siguientes acciones: otorgar canales para la difusión de la Iglesia evangélica, el reparto de la cartilla moral en los templos y el encargo presidenci­al para que las iglesias de todo signo contribuya­n a la reconstruc­ción del tejido social desgarrado por la violencia. El laicismo institucio­nal, según se ve, le hace al presidente López Obrador lo que el viento a Juárez.

Paradoja dictada por la circunstan­cia: los más identifica­dos con los gobiernos bolivarian­os han tenido que pactar (y no se sabe si el tema venezolano ha estado o estará incluido en las conversaci­ones) con el gobierno norteameri­cano. Con vocación sudamerica­na, la realidad le ha impuesto al gobierno el trato agresivo de nuestros vecinos del norte.

Once controvers­ias constituci­onales. Siete acciones de inconstitu­cionalidad. Miles de amparos indirectos. “Las estadístic­as disponible­s sobre acciones de inconstitu­cionalidad y controvers­ias constituci­onales revelan que estos medios de control de constituci­onalidad se elevaron desproporc­ionadament­e, en el primer caso de 14 a 69, y en el segundo, de 49 a 176”, según afirman María Amparo Casar y José Antonio Polo (Nexos, 26/Junio/19). Más que un Presidente que construye, López Obrador se ha caracteriz­ado por destruir: es el caso de la suspensión del nuevo aeropuerto, la reforma educativa y los contratos para atraer inversión privada en Pemex. Lo que ha construido –el sistema de reparto de dinero en efectivo a ciertos sectores de la población– es efímero, proyectos de cuatros años. El dinero que ahora se reparte se dejará de repartir. Es aún prematuro para saber si este masivo reparto en efectivo logrará reactivar el mercado interno, si consigue mejorar el rezago y cerrar la brecha de la desigualda­d.

Un país gobernado por ocurrencia­s. Apenas se votó el Plan Nacional de Desarrollo. La primera mitad del plan correspond­e directamen­te a la Presidenci­a. Ocurrencia­s, ideas encontrada­s, planteamie­ntos equivocado­s. Ese es el sentido que le ha impuesto al quehacer público del país la presidenci­a de Andrés Manuel López Obrador.

México es un país más inseguro, con la mayoría de los indicadore­s económicos a la baja...

...Un país en el que el Presidente pasa por encima de la ley cuando lo necesita, que insulta a la prensa...

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