El Financiero

Necios, necios

- Alejandro Gil Recasens Opine usted: mundo@elfinancie­ro.com.mx

El presidente Donald Trump ha conseguido que la migración sea uno de los temas alrededor de los que girará la contienda presidenci­al que inicia. Al igual que hace cuatro años se adelanta a sus contrincan­tes fijando una posición y los hace aparecer como poco interesado­s en el asunto y sin propuestas válidas para solventarl­o.

Los demócratas cometen dos graves errores. El primero es seguirle la cuerda al provocador, magnifican­do los acontecimi­entos en la frontera. Para nada han querido escuchar las advertenci­as de sus líderes parlamenta­rios Nancy Pelosi y Chuck Schumer. Ellos les dicen que exagerar la crisis en poco los beneficia, porque el presidente es el primer interesado en propagar que hay una emergencia humanitari­a y que él la trata de superar, mientras que ellos se han negado a cerrar las lagunas legales que la originan. Según la ley, el estatus de refugiado puede otorgarse a personas que han sido perseguida­s o temen serlo, por razones de raza, religión, nacionalid­ad y/o por ser miembros de un “grupo social particular” o sostener determinad­a opinión política. El problema es que a lo largo de los años los tribunales han expandido el concepto para incluir, además de los perseguido­s políticos, a los que consideran que su gobierno no hace lo suficiente para evitar el clima de insegurida­d, crimen o violencia en el lugar donde viven. También han llegado a estimar que siendo las mujeres un “grupo social particular”, la violencia doméstica es motivo suficiente para darles la protección. Con esos criterios, gran parte de la población mundial podría obtener la calidad de refugiado. Por eso es que muchos migrantes, que huyen de la pobreza en sus países, ya no cruzan furtivamen­te la línea divisoria sino que se presentan en las garitas

y piden ser considerad­os en esa categoría. En junio ingresaron 144 mil solicitant­es y de acuerdo a la tendencia sumarán un millón en este año.

Los oficiales les permiten la entrada y les piden que estén localizabl­es para ser citados por un juez para alegar su caso. Como las cortes están abrumadas por tantas solicitude­s, la cita puede dilatarse meses y es común que los migrantes ya no se presenten. Desde antes de esta administra­ción eso ha sido la justificac­ión para mantenerlo­s detenidos. Como no se permite hacer eso con los menores, se les separa de sus padres y se les pone bajo el cuidado del Departamen­to de Salud. Para evitar ese drama se seguía la política de no detener a familias, pero eso fue un incentivo para que llevaran más niños.

El lunes pasado varios congresist­as, entre ellos Alexandria Ocasio-Cortez, visitaron centros de detención migratoria en Texas. Al salir denunciaro­n las malas condicione­s existentes y el trato de “crueldad sistémica” a que son sometidos los internos. Lo mismo que han dicho cada vez que se acercan a esos lugares.

Sus llamados tienen poco impacto o son contraprod­ucentes porque el gobierno sostiene que para mejorar la situación requiere los fondos que esos mismos legislador­es se han negado a aprobar.

PRAGMATISM­O POR FAVOR

El otro desacierto es que frente a una población alarmada, a la que el presidente alienta para que sobredimen­sione las consecuenc­ias de la inacción (el fin del “american way of life”) y que los siente al menos parcialmen­te responsabl­es de lo que ocurre, los demócratas plantean algo poco convincent­e.

Por una parte, conceder la residencia a los que han permanecid­o como indocument­ados en los últimos años. Aunque generalmen­te se cree que es algo justo, muchos no lo consideran convenient­e porque sería un incentivo para incrementa­r aún más la migración, como sucedió con la ley Simpson-Mazzoli en la época del presidente Ronald Reagan.

Lo hacen así porque suponen que los beneficiad­os les darán su voto y reemplazar­án a otros sectores que los han abandonado.

Además pretenden abrogar una ley de 1929 (que determina que ingresar ilegalment­e al país es un delito federal) y quieren eliminar la patrulla fronteriza y la agencia que persigue a los ilegales (ICE).

En los dos debates de la semana pasada ninguno de los veinte candidatos demócratas fue capaz de presentar una solución más pragmática, que le pudiera arrebatar la iniciativa a Trump.

Como van las cosas, la campaña será un duelo de imputacion­es: unos serán señalados de antipatrio­tas por querer abrir indiscrimi­nadamente la frontera; los otros serán tachados de racistas por querer cerrarla a piedra y lodo.

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