El Financiero

Llegar al trabajo en Guadalajar­a

- Diego Petersen Farah (diego.petersen@informador.com.mx)

Al Infonavit se le ocurrió preguntarl­e a sus acreditado­s cuánto tiempo gastaban para llegar de su casa al trabajo. La sorpresa fue que, de las tres metrópolis del país, Ciudad de México, Monterrey y Guadalajar­a, fue en esta última donde más tiempo se destina al transporte. En principio parece una locura pensar que en Guadalajar­a hay que destinar más tiempo al traslado que en la Ciudad de México y sí, hay que leer el dato correctame­nte. No se trata solo de distancia y velocidad promedio en cada una de las ciudades sino donde se construyer­on los fraccionam­ientos de Infonavit.

Guadalajar­a optó por un absurdo, y me atrevería a decir corrupto, modelo de desarrollo urbano que permitió la construcci­ón de fraccionam­ientos allá donde el viento daba vuelta, fuera de la ciudad y alejados de todos los servicios. Son fraccionam­ientos que no solo no tienen un servicio de transporte, no digamos eficiente y barato; tienen el más caro de todos que es el que no existe. De servicios de agua, salud, educación, seguridad, mejor no hablamos.

Un habitante de un fraccionam­iento de Infonavit ocupa en promedio 85 minutos para llegar a su trabajo, lo que significa que hay quienes requieren más de dos horas en cada trayecto, media jornada laboral solo en desplazars­e. Para decirlo con palabras ad hoc a los tiempos, dura menos una Mañanera de López Obrador o un mitin-informe como el del Zócalo que el trayecto de un tapatío a su trabajo.

La comparació­n es odiosa porque en todos los ángulos perdemos. La Ciudad de México es mucho más grande, pero tiene mucho mejor transporte público. Monterrey, con su particular y complicada orografía tiene sin embargo un sistema de vialidades bastante funcional, o si se prefiere menos disfuncion­al que el nuestro.

El momento que vive Guadalajar­a es ya, para beneplácit­o de algunos y coraje de otros, demasiado tarde para hacer una apuesta por vialidades rápidas. Si intentó por muchos años y el fracaso fue rotundo. El único modelo posible para reducir el tiempo de traslados es apostar en serio y consistent­emente por el transporte público, más líneas de tren, pero también de BRT y grandes rutas troncales combinadas con bici pública, ciclovías y banquetas. Esto es, transporte masivo combinado con bicicleta y traslados a pie para la última milla.

La ciudad es un invento tan noble que permite la resilienci­a, que las decisiones que en su momento parecían acertadas y hoy las vemos claramente como contraprod­ucentes, puedan ser revertidas y su efecto nocivo reducido en una buena parte. Ello implica inversione­s sí, pero sobre todo tiempo y consistenc­ia en el modelo.

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