ANÁLISIS SIN FRONTERAS
La sorpresiva salida de Carlos Urzúa de la Secretaría de Hacienda sorprendió a Andrés Manuel López Obrador y a sus asesores. En el mundo maquiavélico de la política, el Presidente puede usar a sus secretarios como fusibles, como escudos o como chivos expiatorios. ¿Por qué la salida repentina de Carlos Urzúa, quien obtuvo su doctorado en economía por la Universidad de Wisconsin y licenciatura por el Tecnológico de Monterrey? Con este pedigrí tan “fifí” era difícil imaginarse que pudiera durar como miembro del gabinete de Andrés Manuel, considerando que el Presidente en verdad no les hace caso a sus secretarios –más que nada los usa para delegarles órdenes y que traten de traducir en programas y proyectos las políticas públicas que informa el Presidente en sus mañaneras. Algunas son declaraciones planeadas y con contexto. Otras son declaraciones de programas que parecen ser ocu
rrencias, pero que le sirven para subrayar el objetivo principal de la cuarta transformación: combate a la corrupción, austeridad y la permanencia de Morena en el poder.
Y los actuales secretarios necesitan entender esta realidad. Cualquier miembro del gabinete que no esté planeando renunciar antes de terminar el primer año de la presidencia de López Obrador, lo hace por: 1) cree en la cuarta transformación; 2) necesita trabajo, no le preocupa su futuro profesional porque se va a dedicar a “otras cosas”, y 3) está buscando ser candidato a un puesto de elección popular en los siguientes 5 años, incluyendo la candidatura presidencial. No sabemos cuáles son las razones por las que Carlos Urzúa decidió aceptar ser secretario de Hacienda. Pero sí sabemos por qué el presidente López Obrador lo seleccionó: necesitaba un funcionario que le diera credibilidad a las políticas económicas que se implementarían y que mantuviera las finanzas saludables. Necesitaba un funcionario que le diera tranquilidad a los mercados internos y externos para que, por lo menos, la debacle no sucediera el primer año de la administración de López Obrador. La presencia del Dr. Urzúa aseguraba que este gran experimento de la cuarta transformación y la visión de Andrés Manuel no buscarían implementar una economía socialista, que está tan desacreditada. Pero tal vez Urzúa no se quiso esperar a la debacle. No iba permitir que AMLO lo usara como fusible para darle cabida a otras visiones políticas y justificar lo injustificable –porque Urzúa no cree en la cuarta transformación. Tampoco iba permitir que lo usaran como escudo para el Presidente, para asimilar los golpes políticos de los errores económicos. Y menos permitiría ser un chivo expiatorio asumiendo la culpa de lo que podría suceder en la economía mexicana en los siguientes meses.
Porque tenemos que asumir que el Dr. Urzúa vio el futuro del país con ojos de un economista, que conoce cuáles son los objetivos de Andrés Manual y la 4T. Y si hubiera visto que el desastre que se avecina podría ligarse a la desaceleración global y no a uno producido por el Presidente y sus ocurrencias, tal vez se hubiera quedado.
Pero la carta de renuncia es clara y contundente en buscar lavarse las manos de lo que va a suceder. La pregunta ahora es si el nuevo secretario de Hacienda, Arturo Herrera, está dispuesto a ser un fusible, escudo o chivo expiatorio para el Presidente.
La cara que puso el nuevo secretario de Hacienda cuando el Presidente anunció que lo nombraría como reemplazo lo dice todo: entre enojo, susto y resignación.
El problema para Herrera es que sabe perfectamente las razones por las cuáles renunció Urzúa. Y seguramente no tuvo la capacidad de negociar con el Presidente su estancia como secretario de Hacienda, siempre y cuando hubiera cambios importantes en la forma de hacer políticas públicas, por lo menos en el ámbito económico-financiero. Seguramente no le van a permitir que nombre los funcionarios que necesita para asegurar que México pueda sobrevivir la debacle económica. Ni pensar que pueda convencer Herrera a López Obrador de la necesidad de implementar políticas anticíclicas, que podrían impactar de inmediato los programas sociales, el rescate de Pemex, la construcción de la refinería y el Tren Maya. Es una locura pensar que podría convencer al Presidente de la necesidad de posponer la construcción de Santa Lucía, o de volver a considerar Texcoco como el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México.
No. Entonces Herrera también deberá de renunciar antes de que termine el año, a menos que verdaderamente crea en la cuarta transformación, no le importe su reputación profesional o tenga intenciones de lanzarte a un puesto de elección popular.