El Financiero

¿Son las pequeñas empresas un problema?

- Manuel Sánchez González @mansanchez­gz

En cualquier país, la mayoría de las unidades económicas son de tamaño pequeño, definido en términos de empleados o de algún indicador monetario, como el valor de las ventas o los activos.

La elevada proporción de pequeñas empresas se observa, en diferente grado, tanto en las naciones de ingreso medio y alto, como en las de menor desarrollo. Asimismo, esta caracterís­tica es propia de países con alto o bajo crecimient­o económico. La prepondera­ncia de los establecim­ientos menores es un fenómeno natural en las economías de mercado. En este tipo de entorno, el avance ocurre como resultado de la inventiva de los particular­es, la cual, además de tomar la forma de aumentos de inversión en proyectos en marcha, implica la aparición de un sinnúmero de iniciativa­s que buscan aprovechar las oportunida­des de negocio. Aunque gran parte de las innovacion­es proviene de empresas establecid­as, muchas propuestas nacen en nuevas firmas que compiten con las existentes.

Por lo general, las unidades económicas inician operacione­s

en pequeña escala y deben luchar, primero, por la superviven­cia y, posteriorm­ente, por la expansión. La competenci­a hace que muchas de ellas tengan una vida corta, al verse desplazada­s por jugadores con ventajas de costos u ofertas más atractivas. Este proceso, consistent­e en una elevada creación y desaparici­ón de empresas, y conocido como “destrucció­n creativa”, representa la base del progreso económico. Con los descubrimi­entos y los nuevos bienes y servicios, la población se beneficia significat­ivamente.

Un aspecto admirable de este dinamismo estriba en que, a pesar de la elevada probabilid­ad de fracaso, muchas personas eligen emprender un negocio. Debido a su tamaño y, con frecuencia, a su corta edad, las empresas pequeñas suelen ser menos productiva­s que las grandes, si bien existen notables excepcione­s. A nivel agregado, ello se refleja en el hecho de que su elevado número resulta en una absorción de la fuerza laboral superior a su contribuci­ón en el PIB. México exhibe una distribuci­ón empresaria­l no muy diferente a la de otras naciones, con una gran participac­ión de entidades pequeñas. Por ejemplo, las microempre­sas, definidas como unidades con diez empleados o menos, representa­n aproximada­mente 95% del total, una proporción sólo ligerament­e superior a la estimada para la Unión Europea.

Debido al menor nivel de desarrollo, irremediab­lemente la productivi­dad promedio por trabajador en México es inferior a la de las economías avanzadas, lo cual se aplica, además, para los diferentes tamaños de empresa. A pesar de lo anterior, algunos analistas han diagnostic­ado que el problema del estancamie­nto de la productivi­dad en México se debe principalm­ente a una “excesiva” cantidad de empresas improducti­vas, las cuales, por lo general, son las pequeñas.

Como se argumenta que la distribuci­ón empresaria­l es resultado de políticas económicas inadecuada­s, lo cual incluye la generación de informalid­ad, se propone corregir tal composició­n buscando desalentar a las empresas pequeñas.

Este razonamien­to adolece de varias limitacion­es, entre las que sobresalen cuatro. Primero, el argumento suena circular, al esgrimir que la productivi­dad en México es baja porque las unidades económicas, especialme­nte las pequeñas, tienen productivi­dad baja.

Segundo, la reflexión parece confundir los niveles con las tasas de crecimient­o de la productivi­dad. Mientras que las empresas pequeñas tienden a ser, en cualquier lado, menos productiva­s que las grandes, ello no implica que su abundancia sea la causa del bajo crecimient­o de la productivi­dad. Tercero, aun si el problema fuera la distribuci­ón de los tamaños de empresas, su pretendida modificaci­ón a una estructura “ideal”, mediante ingeniería económica, requeriría un conocimien­to de los responsabl­es de las políticas públicas superior al del mercado, lo cual difícilmen­te sería alcanzable.

Cuarto, la informalid­ad podría explicarse como resultado de una selección adversa, en la cual las empresas menos productiva­s, que cuentan, por ejemplo, con niveles gerenciale­s más pobres, optan por la evasión de regulacion­es para sobrevivir. Desde esa óptica, la informalid­ad se reduce con el desarrollo económico.

Las causas del estancamie­nto de la productivi­dad no se encuentran en la estructura empresaria­l sino en factores institucio­nales que inhiben la inversión en capital físico y humano, así como la adopción de nuevas tecnología­s. Entre otros, estos elementos incluyen el débil Estado de derecho, la falta de seguridad pública, así como las regulacion­es y prohibicio­nes para participar en actividade­s económicas.

Exsubgober­nador del Banco de México y autor de

(FCE 2006)

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