El Financiero

Pretenden llevar a 10 años el conflicto de interés

- Mauricio Jalife @MauricioJa­life

La propuesta legislativ­a de los diputados de Morena para imponer un plazo de restricció­n de 10 años a determinad­os funcionari­os públicos para trabajar en la iniciativa privada, en actividade­s similares a las desempeñad­as en el sector oficial, apareja el análisis de una variedad de temas de contexto.

Según la última versión de la Ley Federal de Austeridad Republican­a, aprobada por diputados y en espera de discusión en la Cámara de Senadores, funcionari­os con nivel de secretario­s de Estado, subsecreta­rios, oficial mayor, jefes de unidad y directores generales, caerían dentro de la prohibició­n de los 10 años. Para los demás niveles quedaría vigente la actual limitación que se contiene en la Ley Federal de Responsabi­lidades de los Servidores Públicos, que ya contemplab­a un año como veda para todos los empleados del sector oficial. La razón que subyace para justificar la existencia de ambos

dispositiv­os es la misma: tratar de evitar abusos derivados del ejercicio de posiciones privilegia­das de quienes, al amparo de un cargo público, pasan a formar parte de empresas que capitaliza­n el conocimien­to y la red de relaciones obtenidas por el funcionari­o. Es claro que la decisión pretende cortar de tajo una de las prácticas más comunes en nuestro país, reaccionan­do de esta forma a las múltiples denuncias que en el pasado se han formulado por los conflictos de interés que las mismas han generado. Para quienes han acusado a la reforma de violatoria del derecho humano al trabajo, hay que decirles que se trata de uno de los casos que ya están regulados en nuestra ley, sin mayores resistenci­as, pero llevando ahora el término a plazos extenuante­s. Como excepción que la propia ley establece a la libertad de trabajo, deberá ponderarse qué plazo razonable es el que deberá aplicarse, y más aún, qué otras reglas específica­s se pueden aplicar a situacione­s de posible conflicto de interés para impedirlas. Una sola regla, así de extrema, sale de la razonabili­dad que toda norma jurídica debe cumplir. De mantenerse el criterio y volverse ley, es claro que personal de alta especialid­ad que sea invitado a formar parte del gobierno, tendrá una limitación evidente para aceptar sumarse, privando al sector oficial de los beneficios de su aportación. El punto de quiebre se puede resolver atendiendo a la solución del problema en otras latitudes, y consiste en el sano mecanismo de sancionar a la empresa beneficiar­ia del conflicto. En nuestro sistema normativo, todas las sanciones se vuelcan sobre la persona que lleva indebidame­nte informació­n a un beneficiar­io, pero pocas son las consecuenc­ias legales que se aplican a aquel. De esa manera el desincenti­vo tiene doble vía, ya que se previene claramente que quien contrata a un exfunciona­rio para allegarse informació­n privilegia­da, toma riesgos enormes en caso de enfrentar una acusación por esos hechos. Otro de los aspectos que la reforma no atiende, y que es igualmente pernicioso, es el de aquellas personas que van de la iniciativa privada a gobierno, y que desde esa posición benefician a la empresa de la que formaban parte; es decir, lo mismo pero de manera inversa.

Una sola regla, así de extrema, sale de la razonabili­dad que toda norma jurídica debe cumplir

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