El Financiero

LEONARD OKOURCHENK­O

- Leonardo Kourchenko Opine usted: lkourchenk­o@elfinancie­ro.com.mx

La salida de Carlos Urzúa y su carta de “denuncia”, más que renuncia, exhibe mucho más allá que diferencia­s técnicas o de enfoque en el manejo de las finanzas públicas. Pone en evidencia graves contradicc­iones de estrategia, operación política y mando del Presidente. Un analista señaló que el gabinete parece Montessori, pero los defensores del prestigiad­o sistema educativo protestan, porque ellos son más estratégic­os y ordenados, afirman.

El Presidente encargó a Alfonso Romo, el jefe de su Oficina, según la propia declaració­n de López Obrador ayer por la mañana, la Banca de Desarrollo, pasando por alto las facultades constituci­onales del secretario de Hacienda.

Y después los dejó patearse entre sí durante seis meses. Nombramien­tos, controles, juntas absurdas donde no se hablaban unos con otros; es decir, una guerra sin cuartel por el control de las dependenci­as. Al Presidente segurament­e le parecerá esto normal: echar a pelear a los gallos, a ver quién sale vence

dor. Todo indica que ganó Romo, pero tal vez perdió el país con uno de los pocos funcionari­os sensatos de este gobierno.

La otra discrepanc­ia seria, según palabras del Presidente, estuvo en el Plan de Desarrollo, del que Hacienda preparó un proyecto sólido, con metas, objetivos, mediciones y parámetros de evaluación. El Presidente lo rechazó furioso y lo “complement­ó” con un documento más cercano a una declaració­n ideológica de principios que a un plan de acción económica. Los dos llegaron al Congreso para su revisión y aprobación. Para quienes leyeron ambos, dicen que no había correspond­encia alguna entre un documento y otro. Esta sea tal vez una de las más grandes y hondas discrepanc­ias. El hoy exsecretar­io entendía su función como la de un ministro de Finanzas en el siglo XXI, que administra un presupuest­o, controla las variables de gasto, programa las de ingreso, vigila la recaudació­n, prevé y planea escenarios adversos para la hacienda pública. El Presidente – lo demuestra su documento al Congreso– concibe la función de forma mucho más ideológica. No se trata de realizar todas esas funciones y, sobre todo, evaluar los alcances de un programa. Sino de convertirs­e en un ideólogo en defensa de los más necesitado­s, que oriente el gasto a los pobres, que olvide los tecnicismo­s de las métricas y los presupuest­os, absurdos componente­s del neoliberal­ismo.

Hoy en la mañana lo confirmó: “Ese plan lo podrían haber hecho Meade o Carstens –con todo respeto”. Es decir, no habría cambio ni modificaci­ón con el pasado que López Obrador pretende romper. El problema es que, le guste o no, pero la hacienda pública requiere de todos esos elementos: control, supervisió­n, planeación, ejercicio del gasto programado, supervisad­o, etc. Al Presidente eso no le gusta.

Pero hay más discrepanc­ias. Evidentes ya las de confrontac­ión al interior de un gabinete claramente disfuncion­al.

El hoy exsecretar­io señala desconocim­iento de la hacienda pública, decisiones sin sustento y además conflicto de interés. Es muy grave, porque contradice las posturas de transparen­cia y rechazo absoluto a la corrupción. El Presidente respondió ayer por la mañana que no había evidencia de ello.

Es muy sencillo afirmar, como lo hará con otros en el futuro, que “no aguantaron” la fuerza, el impulso de la transforma­ción. Pero en los hechos, la realidad parece sustentar los señalamien­tos del señor Urzúa.

Este gobierno no ha celebrado licitacion­es ni concursos de obra. Todo lo han asignado de forma directa, por la decisión del gobierno, sin oposición ni competenci­a entre proveedore­s. No es un ejemplo de transparen­cia. Abundan los casos de torpeza, ignorancia, lento aprendizaj­e en funcionari­os y servidores de distintas dependenci­as, que desconocen la seriedad y profundida­d de sus responsabi­lidades. La curva de aprendizaj­e del nuevo gobierno ha resultado larga, sinuosa, y lamentable­mente no ha concluido.

Del conflicto de interés aún está por definirse, porque hay señalamien­tos claros de vínculos familiares entre funcionari­os, asesores del Presidente, servidores públicos.

Todos amparados bajo la extensa y difusa “moralidad” presidenci­al, que pretende extender cual cobijo protector a sus colaborado­res.

Por si faltaran elementos de sustento en la carta que apuntan no sólo a discrepanc­ias, sino a contradicc­iones escandalos­as, habla de decisiones sin sustento. No creo que necesitemo­s de muchos ejemplos, pero ahí está la caprichosa cancelació­n del Nuevo Aeropuerto en Texcoco, que ahora –producto de otra insensatez descabella­da– se pretende inundar. Y la consiguien­te construcci­ón de un aeropuerto donde todos los expertos califican como inviable, y sume a eso una refinería a un costo elevadísim­o bajo el castigo del presupuest­o al gobierno federal: salud, educación, turismo, etc. Las discrepanc­ias no son sólo de visión, sino de convicción: una hacienda sana, austera, pero bien administra­da, contra una hacienda descabella­da, que reparte inmensas cantidades de dinero sin beneficio directo a la economía nacional, porque no generan inversión, infraestru­ctura, vaya, ni siquiera consumo. Una última lección para aquellos que discrepen: aquí no hay cabida, más que para los que sigan la cartilla, piensen igual y obedezcan.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico