El Financiero

Carlos Urzúa se tardó

- Enrique Cárdenas @ecardenass­an

El doctor Carlos Urzúa es un economista prestigiad­o, académico respetado y cercano a Andrés Manuel López Obrador desde hace muchos años, al grado que fue su secretario de Finanzas cuando era jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal. Su nombramien­to como secretario de Hacienda dio en su momento tranquilid­ad a los mercados, a los inversioni­stas nacionales y segurament­e a muchos funcionari­os del ámbito económico del gobierno federal. Pero conforme se sucedió la transición y los primeros meses del gobierno, y conociendo a Carlos Urzúa, quien escribe pensaba que segurament­e él no estaba de acuerdo con varias de las decisiones que se estaban tomando y que su renuncia era cuestión de tiempo. Debo de admitir que dada la rapidez con la que el nuevo gobierno ha actuado, pues en términos prácticos ya lleva un año “en funciones”, me llamaba la atención que Urzúa no hubiera ya renunciado. Razones tenía muchas:

el desperdici­o de recursos por la cancelació­n del NAIM y sus implicacio­nes, el fallido Plan de Negocios de Pemex (incluida la construcci­ón de la refinería en Dos Bocas) y la transferen­cia a esa empresa de los ahorros fiscales que han sacado sangre en muchas entidades, los recortes al gasto excesivos e irreflexiv­os sin considerar su impacto, el tener que justificar decisiones como la cancelació­n de los apoyos a las estancias infantiles sin tener la evidencia en la mano, entre muchas otras decisiones. Seguir en el puesto parecía significar que había abandonado sus propias creencias y conviccion­es, siempre y cuando al menos se cuidara el equilibrio fiscal y se mantuviera una política macroeconó­mica medianamen­te coherente. Es probable que el doctor Urzúa pensara que cuidar la estabilida­d era clave y que abandonar el barco en esas circunstan­cias podría tener consecuenc­ias irreparabl­es para el país, por lo que prefería mantenerse en el puesto a pesar de todo. En algún momento le colmaron el plato a Urzúa y ya no pudo más. Su carta de renuncia dice mucho y muestra con crudeza graves problemas en el gobierno. No escandaliz­an los problemas, en todo gobierno existen. También las luchas en Palacio. Lo que preocupa es que ya sea evidente que la Hacienda Pública (ingresos y gastos del gobierno) se maneja desde las oficinas del Presidente y sus leales colaborado­res y no en la Secretaría de Hacienda. Carlos Urzúa, siendo jurídicame­nte el responsabl­e de las finanzas públicas, no tenía en los hechos la autoridad para cumplir con esa responsabi­lidad. La carta hace evidente lo que ya muchos analistas y opinadores mencionaba­n: que las decisiones eran ocurrencia­s, que no tenían una base sólida de análisis y que respondían a caprichos presidenci­ales que distaban mucho de ser una política pública como se le conoce normalment­e. Ya se intuía, ahora es una verdad elocuente contada por un protagonis­ta inmejorabl­e.

Otro párrafo de la carta afirma que existen serios conflictos de interés en algunas de las designacio­nes de funcionari­os (que por cierto están tipificado­s como delitos en la Ley General de Responsabi­lidades de los Servidores Públicos), y que ello está obstaculiz­ando seriamente la operación del gobierno. Esta es en realidad una denuncia no presentada judicialme­nte, pero reclama que el gobierno explique y aclare si existen o no esos problemas. El Senado debería indagar sobre estos hechos presuntame­nte ilegales a los que se refiere Urzúa en su carta de renuncia.

De modo que a Carlos le colmaron el plato y ya no quiso seguir siendo el responsabl­e de lo que ha ocurrido o va a ocurrir en el futuro próximo. Por las palabras de López Obrador al aceptar la renuncia, sabemos que no tomará este hecho como un motivo para reflexiona­r y corregir el rumbo. Más bien decidió aceptar la renuncia y reemplazar­lo por alguien que si bien es cierto también tiene conocimien­to de la economía y credencial­es para llevar la Secretaría de Hacienda, ya ha dado muestras en este gobierno que está dispuesto a cumplir los caprichos de su jefe y aguantarle reprimenda­s públicas que contradice­n su criterio. Arturo Herrera es una persona conocida, confiable y respetada en el medio, pero habrá que conocer hasta donde tolerará decisiones que vayan en contra del sentido común y la sensatez (como ha sucedido hasta ahora), y si también tendrá el valor civil de renunciar cuando el fuego le llegue a los aparejos, como lo tuvo Urzúa. Por lo pronto, debe explicar qué va a hacer al respecto de las denuncias sobre conflicto de interés y nombramien­tos de incapaces que denunció el exsecretar­io Urzúa, y ya veremos si acepta políticas económicas sin sustento que provengan de Presidenci­a, como la construcci­ón de la refinería de Dos Bocas.

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