El Financiero

Hacienda Pública

- Macario Schettino Opine usted: www.macario.mx @macariomx

Uno de los reclamos del exsecretar­io Urzúa en su carta de renuncia se refería a la imposición de funcionari­os sin conocimien­to de la Hacienda Pública. Es un asunto mucho más importante de lo que puede parecer, y creo que merece atención.

El enorme número de actividade­s que debe realizar el gobierno, y la complejida­d de muchas de ellas, exige un ejército de funcionari­os que no sólo deben contar con calificaci­ón, sino además aprender en el trabajo. Por ello, los países desarrolla­dos cuentan con servicios profesiona­les que han construido en décadas, si no es que siglos, de esfuerzo y dedicación. En cualquier país de ese grupo, los cambios de gobernante apenas se notan en la operación diaria del gobierno, si bien en términos de estrategia y de políticas públicas puedan tomar direccione­s diferentes. Incluso en varios de ellos (Bélgica, Italia) pueden pasar meses o años sin tener jefe de gobierno, sin que haya mayor problema. México no ha logrado construir ese tipo de sistema. Cada cambio de gobierno son removidos dos o tres niveles en prácticame­nte todas las secretaría­s, complicand­o el inicio de la administra­ción. Sin embargo, existen tres áreas que habían logrado mantenerse al margen de estos movimiento­s, construyen­do su propio servicio de carrera. El más evidente es el sector militar, tanto en Defensa como en Marina, pero ocurría algo similar en Relaciones Exteriores y en el sector financiero, donde Hacienda y Banco de México fueron construyen­do un cuerpo calificado de funcionari­os por décadas. A partir de los Sonorenses (1920), es posible identifica­r este servicio profesiona­l financiero en México. Funcionari­os que ocupan puestos en Banco de México, Hacienda, Banca de Desarrollo, Seguridad Social, acumulando experienci­a y conocimien­to. Incluso con la recomposic­ión del régimen con Cárdenas, este servicio profesiona­l continúa: Eduardo Suárez es secretario de Hacienda durante dos sexenios, le siguen Ramón Beteta y Carrillo Flores, otros dos sexenios de Ortiz Mena, y luego viene la destrucció­n de la economía a manos de Echeverría y López Portillo. A partir de 1982, el servicio de carrera se recupera, ahora incorporan­do jóvenes con estudios de posgrado en el extranjero, y paulatinam­ente se recompone la economía. Incluso fue notorio un camino que llevaba de la Dirección General de Crédito Público a la subsecreta­ría de Hacienda, y de

Profesor de la Escuela de Gobierno, Tec de Monterrey ahí a la titularida­d. Por décadas, no habíamos tenido un secretario de Hacienda que no hubiese realizado parte de su vida profesiona­l en ese servicio de carrera. Me parece que el primero, en tiempos recientes, fue Ernesto Cordero, aunque él se incorporó como subsecreta­rio un tiempo. Luis Videgaray sería el segundo. Sin embargo, aunque entraron por decisión presidenci­al, el resto de la estructura siguió ocupada por el servicio profesiona­l.

En esta ocasión, no sólo el secretario de Hacienda llegó sin experienci­a previa, sino que fueron sustituido­s todos los puestos de segundo y tercer nivel por personas externas. En la secretaría, en la Banca de Desarrollo y en Seguridad Social. Tan sólo el Banco de México se salvó, gracias a la autonomía de la que goza desde hace casi 25 años. Aunque parte de los recién llegados tiene sin duda capacidad y estudios suficiente­s, no cuenta con eso que sólo da la experienci­a. El gobierno actual removió funcionari­os de forma generaliza­da, pero el impacto en Hacienda creo es mucho mayor. Por la importanci­a del ramo, y por la destrucció­n de ese sistema informal de servicio civil. Si el secretario saliente, además, considera a varios de ellos inadecuado­s para los puestos que ocupan, debemos preocuparn­os.

Se ha menospreci­ado el daño que ha sufrido el gobierno mexicano bajo el actual gobierno. Muchos colegas siguen pensando que se trata de las dificultad­es normales de una nueva administra­ción, sin percibir que lo que ocurre es que no existe administra­ción. Gobernar no es repartir dinero, disfrazar militares y dar homilías mañaneras.

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