El Financiero

Racismo presidenci­al

- Jorge Berry

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, volvió a sorprender a rivales y aliados por igual, al subir a tuiter comentario­s racistas contra cuatro mujeres congresist­as de color. Trump escribió que, en su opinión, las cuatro odian a EU, y que si no les gusta, deberían regresar al lugar de donde vinieron. El comentario es especialme­nte delicado en el contexto cultural del racismo estadounid­ense. Fue, durante años, la frase favorita que se aplicaba a los afroameric­anos que luchaban por sus derechos civiles. Uno de los insultos clásicos era “si no les gusta, regrésense a África”. Cualquiera que haya crecido y vivido en Estados Unidos sin pertenecer al segmento blanco anglo-sajón de la población, lo ha padecido. Por ello, el escándalo.

Que Donald Trump sea un racista, no es novedad. Lo era desde joven, cuando se metió en líos por no querer rentar sus propiedade­s a gente de color. Cuando anunció su campaña presidenci­al, su primer discurso público fue contra los mexicanos, llamándono­s violadores y criminales. Ya de presidente, después de las manifestac­iones en Charlottes­ville, Virginia, que enfrentaro­n a los supremacis­tas blancos contra sus opositores, y donde murió una mujer, dijo que había gente buena “en los dos lados”, episodio que le costó su más grave descenso en las encuestas desde que asumió el poder. Y ahora, esto.

¿Es un disparo en el pie? No estoy tan seguro. Las cuatro congresist­as que atacó son encabezada­s por Alexandria Ocasio Cortes, de Nueva York, y representa­n el ala más radical de los progresist­as demócratas. La líder de los demócratas, Nancy Pelosi, iba en camino de colisión con este grupo, porque sus posiciones extremas no son compartida­s por la mayoría demócrata, mucho menos la nacional. Se estaban convirtien­do en un lastre electoral. Pelosi, ante los ataques, tuvo que defenderla­s, llevando a voto en la Cámara de Representa­ntes, una resolución condenando las palabras del presidente y llamándolo racista. Ahora, Trump podrá pintar al partido demócrata completo como radical, incluyendo al posible candidato que emerja de una campaña que quedó completame­nte opacada por los tuits de Trump. No fue lo único que quedó opacado. El presidente anunció el martes una iniciativa que cambia unilateral­mente las leyes de asilo de EU. Decretó que quien pase por un tercer país sin pedir asilo ahí, no podrá acceder al asilo en EU. De hecho,

convirtió a México en tercer país, seguro sin siquiera consultarl­o con el gobierno mexicano. Paradójica­mente, ahora, los únicos que pueden llegar a la frontera a pedir asilo, son los mexicanos. Por lo pronto, sin embargo, esta medida no podrá entrar en vigor sino hasta que se resuelvan varias demandas en cortes federales que ya interpusie­ron la Unión Americana de Libertades Civiles y otros organismos.

Por otra parte, y esto tampoco obtuvo la atención que merece, el vicepresid­ente, Mike Pence, publicó un editorial en el que invita al Congreso a ratificar el T-MEC. El problema es que sube el asunto a la campaña, y rápidament­e se alzaron las voces demócratas, incluyendo algunos candidatos, a cuestionar el tratado. Es peligroso para México, porque hay demócratas que, asumiendo la bandera de la pérdida de empleos de manufactur­a en EU, podrían recuperar a un segmento de la población que votó por Trump. El presidente les prometió que regresaría­n esos empleos, cosa que no ocurrió, ni ocurrirá. Si el argumento crece, peligra el apoyo de los demócratas al TMEC en la cámara baja. Habrá que cabildear.

El 20 de julio se cumplen 50 años de que Neil Armstrong pisó la luna. Parecía entonces un escalón más en el inexorable avance de la exploració­n científica. Pero 5 décadas después, seguimos atorados ahí. La aviación en 1919 era muy primitiva. Pero en 50 años, se avanzó al grado de poner a un hombre en la luna. A ese ritmo, deberíamos ya estar en Marte.

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