El Financiero

SALVADOR CAMARENA

- Salvador Camarena Opine usted: nacional@ elfinancie­ro.com.mx @salcamaren­a

La división que existe en la sociedad mexicana se reproduce en su prensa. Hay mucha prensa en México. De muchos tipos. Incluso con diferentes propósitos. Medios que no forman parte de un corporativ­o empresaria­l con negocios en múltiples campos de la actividad económica. Medios que nacieron desde consorcios con muchos intereses. Medios que sobreviven a presiones de grupos de interés, medios que son el rostro –discreto o descarado– de un grupo de interés.

Hay, pues, muchos medios, mucha prensa, pero si algo escasea es el sentido gremial en la industria de la prensa.

Los periodista­s en México han sido incapaces de organizars­e aun cuando enfrentan retos de vida o muerte. Ni la amenaza del crimen, que cercena reporteros y editores sistemátic­amente, ni los embates desde el poder (de presidente­s, gobernador­es, ediles y empresario­s) han logrado el milagro de que los periodista­s, incluidos dueños de medios, establezca­n el piso mínimo de las cosas que sí están dispuestos a defender para todos. Reclamar todos, por ejemplo, cuando el

Presidente de la República califique o descalifiq­ue a cualquier medio de comunicaci­ón, atajarlo en público para que no avance inadvertid­amente en su pretensión de arrogarse para sí y los suyos el derecho de nombrar la realidad. Si nadie reclama cuando es a otros a quienes se fustiga, el mapa del diálogo se hace más pequeño cada vez.

Si acosan a Proceso, si pomposo el Presidente anuncia que ya no lee la revista desde que murió su fundador, que por cierto al momento de fallecer llevaba largos años sin dirigirla, si se golpea a Proceso en realidad se golpea al diálogo público. Si se descalific­a a SinEmbargo.

mx se socava la calidad de la conversaci­ón de todos. Si se descalific­a a Reforma se quieren minar las defensas de la sociedad frente a la manipulaci­ón. Si se descalific­a a un diario extranjero como Financial Times se pretende imponer límites a la pluralidad de las fuentes de informació­n a las que pueden acceder los mexicanos. Y esos sólo fueron los embates de un solo día (de este lunes) por parte del mandatario contra la prensa. Desde siempre el poder pretende controlar la informació­n. Ahora el poder quiere imponer un monólogo que es en realidad silencio: demanda atención mas no garantiza interlocuc­ión. A pesar de que el presidente López Obrador prometió que se guiaría por aquello de que la prensa controla a la prensa, hoy desde el atril vende la baratija de que el gobernante tiene derecho de réplica, cuando lo que un mandatario tiene, sobre todo, es la obligación de garantizar los derechos de los gobernados a la libertad de expresión y de prensa.

En esta hora de un gobierno atrabancad­o y lioso, los periodista­s han de recordar a diario que la libertad de expresión es un derecho por el que los mexicanos han peleado durante décadas. Reconocer ese derecho de todos, para defenderlo todos. Tenemos pues con los ciudadanos la obligación de no permitir que se vulnere o acote el ejercicio del periodismo. Por eso hay que rechazar los términos de este “debate con los medios” que desde la máxima posición política pretende imponer López Obrador.

El periodismo se hace desde y para la sociedad. No toca al Presidente calificarl­o, y menos acotarlo con denuestos. Su “derecho de réplica” debiera materializ­arse en actos de gobierno que, al asimilar críticas y visiones plurales –expresadas en diversos espacios, entre ellos la prensa–, sean los mejores de cuanto es posible.

Hay mucha prensa. Pero si no se le defiende, a toda, en el derecho a informar sin presiones ni embates presidenci­ales, podría no haber la suficiente.

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