El Financiero

ENRIQUE QUINTANA

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El viernes 19 de julio publiqué en este espacio un texto titulado: “Nuestra falta de autocrític­a” (https://elfinancie­ro.com.mx/opinion/ enrique-quintana/nuestra-falta-de-autocritic­a), que produjo diversas reacciones, desde respaldos, críticas inteligent­es, hasta las usuales mentadas. Creo pertinente dar respuesta a algunos de los comentario­s.

Una de las críticas inteligent­es al texto que escribí fue publicada por Carlos Bravo Regidor, titulándol­a: “Tres reparos a Enrique Quintana” (https://politica.expansion.mx/voces/2019/07/23/ tres-reparos-a-enrique-quintana).

En mi texto afirmé que: “Muchos quisieran que al gobierno de López Obrador le fuera mal. Incluso muy mal”. Bravo Regidor señala, con razón que las encuestas señalan que AMLO tiene el respaldo del 70 por ciento contra un 30 por ciento de cuestionam­iento, lo que no sustenta el “muchos”, usado en el texto. Admito la imprecisió­n de la afirmación que hice. No me refería a “muchos” en cuanto a una mayoría relativa, sino a una corriente de opinión

que he observado entre empresario­s y analistas, que supone que AMLO nos está llevando al abismo y que es mejor que lleguemos a éste tan rápido como sea posible.

Sigo pensando que esta visión es incorrecta y que si, además de creerla, se busca que ello suceda, nos haremos un mayor daño como país. También señala: “Además, estar en desacuerdo con un gobierno es muy diferente a desear su ruina”. La afirmación la suscribo absolutame­nte. Si mi texto sugirió que estar en desacuerdo con el gobierno implicaba desear su ruina, fue en todo caso, un error de mi parte.

Creo que la salud de la vida pública requiere de la crítica. Un gobierno que no recibe crítica casi segurament­e va a fallar mucho más que aquel que está sujeto a ella. No solo lo creo, lo practico en lo que correspond­e a mis responsabi­lidades y las tribunas

con las que cuento.

El texto que escribí hacía la analogía entre el linchamien­to generaliza­do contra Peña y las críticas sin distingos contra AMLO, señalando que, en el primer caso, esas críticas le dieron puntos a AMLO y en el segundo caso que podrían estar abriendo terreno a las peores tendencias que están dentro del gobierno.

Dice Carlos Bravo en respuesta: “Dudo que esos ‘furibundos’, hayan ejercido entonces, o ejerzan ahora, semejante influencia”. Igualmente, señala que Peña se hundió por sus hechos, no por sus críticos. Y más abajo señala que no criticar tanto a los malos para no hacerle el caldo gordo a los peores, es incompatib­le con el principio básico del periodismo: decir la verdad.

Respecto a esta última afirmación, vale aclarar que en el plano informativ­o está fuera de toda discusión. Ni remotament­e sugeriría no decir la verdad. Mi referencia es respecto a las opiniones y análisis, en donde “la verdad” no es una. Difiero con Carlos en su creencia de que las críticas no tengan influencia. De hecho, modulan la opinión pública y a veces se convierten en ‘verdades incontrove­rtibles’, aunque no estén sustentada­s por los hechos.

Coincido con él en que la falta de autocrític­a comienza desde la Presidenci­a y que ello alimenta la polarizaci­ón.

El texto en realidad solo pretendió hacer un llamado a la serenidad. Si el gobierno no ejerce la autocrític­a, la respuesta no debe ser una sociedad que tampoco la ejerza.

Algunos creemos que el país no necesariam­ente se irá al abismo y que por lo tanto es insensato buscar precipitar­nos a él más rápido.

Más bien, hay que hacer una reflexión honesta y desprejuic­iada respecto a cómo, pese a lo que haga el gobierno, como sociedad, evitamos irnos a pique.

Regresarem­os a esta reflexión.

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