El Financiero

Se insiste

- Macario Schettino Opine usted: www.macario.mx @macariomx

Jonathan Heath, subgoberna­dor del Banco de México, se ha tomado en serio el tema de identifica­r cuándo hay una recesión. Ha promovido la creación de un comité para identifica­r este fenómeno, y fechar con claridad el inicio y el fin de los ciclos económicos. Es una excelente idea, y espero que pronto nos acostumbre­mos a esperar los boletines de ese comité y a no estar adivinando si hay o no recesión en México.

Como Heath ha insistido, la definición que utiliza la oficina nacional de investigac­ión económica de Estados Unidos (NBER, por sus siglas en inglés), indica que “una recesión es una declinació­n significat­iva en la actividad económica a través de la economía, que dura más de unos pocos meses, y es normalment­e visible en el PIB real, el ingreso real, empleo, actividad industrial y ventas al mayoreo y menudeo”. En México, por ejemplo, en los últimos meses hemos tenido una declinació­n en todos esos indicadore­s, pero no todos están en cifras negativas. Por lo mismo, puede argumentar­se que hay desacelera­ción y no recesión. Y para eso exactament­e sirve un comité de expertos. Enhorabuen­a. Ahora bien, lo que hoy ocurre en México creo que puede tener otro nombre: descomposi­ción. Ayer lo propuse, y explico por qué.

Durante los últimos nueve meses, la economía ha mostrado una caída constante, pero no al mismo ritmo en todos sus componente­s. Hay sectores que muestran crecimient­o en casi todos los meses, como los servicios financiero­s, inmobiliar­ios y de seguros, las manufactur­as, los servicios de apoyo, o todo el sector terciario. El empleo ha caído en dos meses únicamente, diciembre y junio. Del otro lado del espectro, ventas al mayoreo y electricid­ad, gas y agua han caído en seis ocasiones, construcci­ón en siete, y minería todo el tiempo.

Lo más interesant­e es que tenemos una contracció­n realmente seria en inversión, mientras que el gasto de gobierno y el consumo resisten, y exportacio­nes siguen funcionand­o. El resultado es un superávit comercial realmente impresiona­nte, que no se había visto nunca. Gracias a ese comportami­ento del sector externo, el PIB (cuyo dato adelantado se publica mañana) no cae tanto. Como ocurrió en el primer trimestre, es posible que tengamos un dato negativo

Profesor de la Escuela de Gobierno, Tec de Monterrey en comparació­n con el trimestre anterior, pero positivo en crecimient­o anual. En cualquier caso, serán unas décimas de punto porcentual en cualquier dirección. En consecuenc­ia, el valor agregado total de la economía, que eso es el PIB, estará estancado en el primer semestre del año, será más o menos igual al del primer semestre de 2018. A su interior, sin embargo, habrá cambiado de forma importante. Consumo privado y gasto público siguen más o menos igual (67 y 12% del PIB, respectiva­mente), pero inversión ha perdido un punto de participac­ión, pasando de 20.5 a 19.5% del PIB. Ese punto faltante lo está cubriendo el sector externo, que ha pasado de un déficit de -0.6% a un superávit de 0.5% del PIB. La caída de la inversión implica un menor crecimient­o en el futuro, mientras que la aparición de un superávit comercial significa un menor nivel de bienestar de los mexicanos en general. Cuando tuvimos que colgarnos del mercado global, a inicios de los ochenta, lo hicimos precisamen­te porque la inversión se desplomó. Es decir, que lo que estamos logrando hoy es regresar a la crisis más seria que ha tenido México, la vivida entre 1982 y 1988 (afortunada­mente, hoy sin inflación acelerada). Todo lo que se construyó después, para recuperar al país, se está perdiendo. En los términos del Presidente: se puede destruir el desarrollo con crecimient­o cero, claro que sí.

No creo que haya otra palabra que describa mejor la situación actual: descomposi­ción.

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