El Financiero

El diagnóstic­o de la recesión

- Manuel Sánchez González @mansanchez­gz

En toda nación, el diagnóstic­o de las recesiones es relevante, al menos, por dos razones. La primera, primordial­mente política, consiste en que, al igual que las expansione­s, estos deterioros suelen servir de base para la valoración, fundada o infundada, de la sociedad sobre la administra­ción en turno. La segunda, de carácter económico, se refiere a que la detección oportuna de las recesiones puede permitir al gobierno aplicar medidas de corrección y atenuación de daños.

En cualquier caso, el dictamen sobre las recesiones enfrenta el problema de que se trata de un concepto, en principio, muy general, el cual se presta a diversas interpreta­ciones.

La vaguedad resulta evidente en las descripcio­nes que los autores de los libros de texto más difundidos de macroecono­mía ofrecen del fenómeno. Por ejemplo, mientras que Robert J. Barro lo relata como “un período de declinació­n del PIB real o de deficienci­a del PIB real respecto a la tendencia”, N. Gregory Mankiw lo delinea como “un período

sostenido de ingreso real descendent­e”.

Si bien ambos profesores, con expresione­s levemente diferentes, identifica­n la recesión con una caída en la actividad económica, ninguno especifica su duración y magnitud mínimas. Esta ambigüedad no disminuye con algunas definicion­es más elaboradas. Entre estas, destaca la del Comité de Ciclos de Negocios de la Oficina Nacional de Investigac­ión Económica (NBER, por sus siglas en inglés) en Estados Unidos. Por casi un siglo, este Comité ha operado como árbitro para determinar la duración de las recesiones de ese país.

El NBER describe la recesión como “un declive significat­ivo en la actividad económica, extendido a lo largo de la economía, que dura más que unos pocos meses, normalment­e visible en el PIB real, el ingreso real, el empleo, la producción industrial y las ventas mayoristas-minoristas”.

Esta definición gana precisión en cuanto que especifica las variables considerad­as para establecer el inicio y la terminació­n de las recesiones, cuyas fechas se refieren a meses y no trimestres. Empero, su aplicación se mantiene enigmática en cuanto que depende del juicio de los expertos, y no de parámetros conocidos para las series. Tampoco se aclara cómo medir la profundida­d del deterioro ni, por supuesto, su gravedad mínima. Un inconvenie­nte adicional consiste en que las deliberaci­ones suelen tomar un largo tiempo. En ocasiones, se ha anunciado el principio de la recesión cuando la economía ya ha salido de ella y el final, casi dos años después de su ocurrencia. Este rezago y el desconocim­iento de la definición por parte de los no especialis­tas restringen la utilidad de los anuncios. Tales limitacion­es y el debate sobre una posible recesión estadounid­ense llevaron al economista Julius Shiskin a proponer, en 1974, varias guías cuantitati­vas que, en su opinión, retrataban en conjunto las resolucion­es del NBER. Utilizando las variables del Comité, este personaje sugirió dos medidas de duración, tres de profundida­d y una de difusión, como requisitos mínimos de las recesiones. El primer grupo lo encabezaba la caída del Producto Nacional Bruto (PNB) por dos trimestres consecutiv­os. Con el tiempo y tal vez por su simplicida­d, esta pauta se convirtió en la definición de recesión más utilizada en el mundo, la cual se refirió como “técnica”. Dada su creciente aplicación, el PIB sustituyó al PNB.

Sin embargo, esta condición no ha sido indispensa­ble en las determinac­iones del NBER. Además, otros países han empezado a aplicar nociones semejantes a la de esta organizaci­ón, por ejemplo, mediante la creación de un Comité para la zona del euro y una metodologí­a de “indicadore­s coincident­es” propuesta por la OCDE. Lo anterior permite confirmar que no existe una definición única ni superior de recesión, por lo que el diagnóstic­o siempre debería asociarse al enfoque utilizado, resaltando sus alcances y limitacion­es.

Hoy el INEGI dará a conocer su estimación oportuna del PIB de México para el segundo trimestre de 2019. Si, como muchos analistas prevén, el crecimient­o trimestral resulta negativo, podría decirse que México se encuentra en recesión “técnica”. Esta conclusión podría no estar reñida con nociones más amplias, basadas en el Indicador Coincident­e, según el cual la recesión podría haber comenzado hacia septiembre de 2018. Más allá del debate semántico, resulta preocupant­e el prolongado debilitami­ento de la economía mexicana, acentuado recienteme­nte de forma notable. Es imposterga­ble reconocer los errores de política económica que han contribuid­o, en gran medida, a este menoscabo y enmendar el rumbo.

Exsubgober­nador del Banco de México y autor de Economía Mexicana para Desencanta­dos (FCE 2006)

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