El casete está de vuelta y no es por la música
Es posible explicar el reciente auge en las ventas de vinilos: da más matices que la música comprimida en formato digital. Pero, las ventas crecientes de casetes no se prestan al mismo tipo de explicación técnica: están más relacionadas con la cultura y la psicología. El siseante casete nunca fue la primera opción de los amantes de la música. La única razón por la que fueron populares durante mi infancia y adolescencia en los 70 y 80 era su portabilidad: podían reproducirse en un carro o en un Walkman, cuando aparecieron hace 40 años.
Y un así, el casete ha regresado. En Reino Unido, las ventas subieron 112% al año en el primer semestre de 2019, incluso si eso significa solo 36 mil. Las ventas en EU también suben. Hay incluso comentarios positivos sobre su sonido, como esta publicación en Medium de Aubrey Norwood: “(El) sonido de la cinta es cálido. Saturado. Muestra un grado de imperfección y crea un flujo del famoso siseo con el que el formato se siente desnudamente honesto, lo que es oro para el músico inclinado por la sinceridad”. Los formatos digitales, por supuesto, pueden replicar cualquier imperfección que desee el artista, pero no sería sincero, ¿verdad?
Si fuera por el sonido, el casete estaría tan extinto como el cilindro de cera. No obstante, nuestra relación con la música es mucho más complicada. No puede describirse en términos de rango dinámico. Si así fuera, los populares servicios de streaming no habrían podido vendernos las grabaciones comprimidas que, para colmo, a menudo escuchamos por Bluetooth. En parte, el fenómeno del casete se debe a las diferentes mezclas relacionadas con la película Guardianes de la Galaxia, en la que una cinta tiene un rol importante y emocional en la trama. Como escribió Goran Bolin de la Universidad Sodertorn en Estocolmo en 2014, las personas “desarrollan relaciones específicas, a veces apasionadas, con las tecnologías de reproducción como el vinilo, los casetes, los cómics y otros medios extintos o casi extintos”. La pasión, dice Bolin, “se activa por las relaciones nostálgicas con experiencias de medios pasadas, las remembranzas agridulces de los hábitos de medios relacionados con una etapa previa de la vida”. También hay algo en la resurrección del casete que recuerda su radicalismo cultural en los 80: las cintas eran baratas, y las personas las usaban para copiar y compartir música de discos costosos. En la Unión Soviética, mientras yo crecía, la disquera estatal no sacaba la música que escuchábamos, así que las bandas y los emprendedores clandestinos la distribuían en casetes. Estos motivos probablemente contribuyeron al improbable auge de ventas de casetes; parece que la tecnología antigua no morirá del todo mientras pueda tocar una fibra sensible y contar una historia.