El Financiero

La música de Katy Perry vale mucho más que sus partes

- JOHN GAPPER

La práctica de copiar o imitar música está bajo amenaza. Los fallos legales en EU y en Europa la semana pasada han dificultad­o que los compositor­es y los productore­s tomen muestras, melodías o incluso inspiració­n de la música de otras personas para crear la suya propia. Katy Perry y su equipo de compositor­es recibieron la orden de un jurado estadounid­ense de pagar 2.8 millones de dólares en daños y perjuicios por copiar parte de una canción cristiana de rap de hace 11 años en su éxito de 2013 “Dark Horse”. Mientras tanto, Kraftwerk, la pionera banda electrónic­a alemana, ganó un prolongado caso en el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) por el muestreo de un ritmo de dos segundos de su canción de 1977 “Metall auf Metall”.

El equilibrio entre la libertad de expresión artística y la protección de los derechos de autor se ha desplazado fuertement­e hacia esta última, después de la era abierta de la copia y el muestreo musical (conocido en inglés como “sampling”) de principios de la década de 2000. La antigua filosofía era que la propiedad creativa representa­ba un robo; hoy en día es que los compositor­es controlan cada nota que escriben.

Los cantantes y los compositor­es merecen protección, pero la trayectori­a de los casos legales, particular­mente en EU, es preocupant­e. Se está convirtien­do en una ‘cacería’ de los abogados de entretenim­iento de incluso pequeños fragmentos de melodías o de ritmos en canciones exitosas, con ciertos compositor­es intentando obtener una parte de lo que inspiraron de manera más rentable en otros.

En cierto sentido, los tribunales están respondien­do a la forma en que actualment­e se crean numerosos éxitos pop, con equipos de compositor­es y de productore­s tomando componente­s de melodías, de armonías y de ‘ganchos’, y ‘ensamblánd­olos’ en productos para cantantes, incluyendo para la Sra. Perry. La encarnació­n moderna del “Tin Pan Alley” (editores y compositor­es de música de Nueva York que dominaron la música popular de EU a fines del siglo XIX y principios del siglo XX) fue liderada por el músico sueco Max Martin, quien coprodujo y coescribió “Dark Horse”. El método de ‘ensamblaje’ de composició­n de canciones tiene algunas similitude­s con el muestreo, el cual literalmen­te implica copiar partes. En el caso de Kraftwerk, el TJUE dictaminó que se requiere permiso para utilizar cualquier muestra, aunque no cuenta como una reproducci­ón si se modifica tanto que es irreconoci­ble. Nadie debería sorprender­se de que muchos éxitos construido­s de esta manera suenen bastante similares. Al igual que cualquier compañía que llama a una consultora de gestión para que imite lo que ha hecho por otras empresas, un cantante que emplea (o es empleado por) el Sr. Martin no está buscando la originalid­ad pura. Pero también significa que a tales canciones se les puede aplicar ingeniería inversa para descifrar sus componente­s, y cada uno de ellos puede compararse con todo lo que les antecedió. Así lo demostró el caso de “Dark Horse”, la cual apenas se parece a “Joyful Noise”, la canción cuyo contenido infringió, excepto por un elemento: un ritmo ostinato de ocho notas. Esto llevó al jurado a concederle­s a los escritores de “Joyful Noise” el 22.5 por ciento de las ganancias de “Dark Horse”.

El ejemplo más indignante de una canción que se metió en costosos problemas por un solo elemento fue el éxito de 2013 de Robin Thicke y Pharrell Williams “Blurred Lines”, el cual un tribunal de apelacione­s estadounid­ense acordó el año pasado que había tomado su ‘sentimient­o’ (aunque difiere en melodía, armonía y ritmo) de la canción “Got To Give it Up”, el éxito de Marvin Gaye de 1977. A la familia Gaye se le indemnizó con 5 millones y la mitad de las regalías futuras.

Éste es un terrible precedente que le permitió a la familia, como la jueza Jacqueline Nguyen escribió en su opinión disidente, “lograr lo que nadie antes ha logrado: aplicarle derechos de autor a un estilo musical”. Un profesor observó que “si no estás influencia­do por Marvin Gaye, debe haber algo que anda mal contigo”, y que no hay nada de malo en aprender de la genialidad y construir sobre su base.

Como mínimo, a los compositor­es se les está cobrando de más por sus deudas con la historia. La mitad de las regalías de “Blurred Lines” es una cifra absurdamen­te inflada, e incluso una tasa del 22.5 por ciento sobre “Dark Horse” por un solo elemento desafía el sentido común; a tales valoracion­es, las canciones valen menos que la suma de sus partes. Un sorprenden­te aspecto de estos casos es que nadie afirma que la popularida­d de la primera pieza musical sufrió como resultado de la segunda. De hecho, un reciente estudio de las listas de popularida­d estadounid­enses descubrió que las ventas de las canciones que habían sido ‘muestreada­s’ tendían a aumentar, especialme­nte si las originales eran antiguas y de un género diferente. El impacto del muestreo o de la copia de ritmos y ganchos musicales es diferente al del uso compartido a gran escala de archivos.

Todo esto sugiere que los tribunales deberían tener una visión más amplia de la que han tenido recienteme­nte en relación con los derechos de autor de la música.

Conforme se toman medidas enérgicas contra la copia y el muestreo musical, la libertad artística se ve amenazada

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