El Financiero

RAYMUNDO RIVA PALACIO

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Rosario Robles siempre ha sido una mujer terca. En sus luchas políticas y al confrontar a sus críticos. Es soberbia y con un carácter altivo que no siempre le favorece. Su personalid­ad, de alguna manera, es a la que se le puede echar la primera culpa de que haya pasado la noche en una celda de la prisión de Santa Martha Acatitla, la primera secretaria de Estado en correr por esa suerte judicial en 30 años, desde que Eduardo Pesqueira, secretario de Agricultur­a en el gobierno de Miguel de la Madrid, fue detenido en el primer año del sexenio de Carlos Salinas, acusado de enriquecim­iento ilícito e irregulari­dades cometidas durante su cargo. Desafiante, no se preparó con el rigor que debía haberlo hecho, pensando que como no había firmado nada, nada debía ni temía. Por esto mismo, la principal razón de su encarcelam­iento y que su caso escalara exponencia­lmente es gracias a los abogados a los que se encomendó. La confianza que depositó Robles en sus abogados defensores fue a prueba de armas nucleares. El equipo se lo recomendó Xavier Olea, el controvert­ido exfiscal de Guerrero, quien sugirió a sus hijos y a un despacho para que la defendiera­n de la acusación de la Fiscalía General que causó un daño al erario por cinco mil 73 millones de pesos. Los abogados fracasaron al cometer errores elementale­s. Por ejemplo, que

La principal razón de su encarcelam­iento (...) es gracias a los abogados a los que se encomendó

La confianza que depositó Robles en sus abogados fue a prueba de armas nucleares

presentaro­n como prueba de residencia identifica­ciones con diferente dirección, que fue una de las razones por las cuales el juez Felipe de Jesús Delgadillo, la envió a la cárcel.

Pero la políticame­nte más sensible, es no haber combatido la acusación de los fiscales de que había sido omisa en frenar las irregulari­dades e informar a su jefe inmediato superior. La forma como sus abogados la defendiero­n fue decir que ella no fue omisa porque informó al expresiden­te Enrique Peña Nieto, de las irregulari­dades, señaladas por la Auditoría Superior de la Federación, mediante el teléfono rojo, como se identifica la red intraguber­namental, y en sus acuerdos, y de haber notificado a José Antonio Meade, quien la sucedió en la Secretaría de Desarrollo Social, por lo que la próxima semana debe presentar copia certificad­a del acta entrega-recepción en esa dependenci­a.

El acta entrega-recepción no debe ser un documento toral en el juicio a favor de Robles. Por ley, en todas las actas de entrega se incluyen las auditorías, por lo que deberá contener las observacio­nes de la ASF y las respuestas que le dieron. Además no son documentos secretos, porque esas observacio­nes se derivan del análisis de la cuenta pública. Lo que pretendían los abogados defensores, se puede conjeturar, es demostrar que al no seguir ella al frente de Sedesol, no podía solventar las observacio­nes realizadas por el entonces auditor, Juan Manuel Portal, y que tenían que haber sido respondida­s por su sucesor.

Fue otro error de los abogados defensores. Meade presentó denuncias a partir de la informació­n de las auditorías y sancionó donde correspond­ía, lo que no hizo ella en su momento. En los siguientes análisis de la cuenta pública no se repitieron las imputacion­es que se le habían hecho a Robles. La Fiscalía la acusó de omisión en la supervisió­n de actos que resultaron en daño al erario, que no continuaro­n en la gestión de Meade, de acuerdo con la informació­n pública. Mencionar sus abogados que informó a Peña Nieto y a Meade alimenta el imaginario colectivo, pero no la exime de la obligación que tenía y su incapacida­d para desvirtuar los dichos del auditor Portal.

Robles fue acusada por tres exfunciona­rios en la Sedesol y en la Sedatu (Secretaría de Desarrollo Agrario, Territoria­l y Urbano) de que pese a ser informada de las irregulari­dades no hizo nada, y la forma como la defendiero­n sólo provocó que el caso se magnifique en tribunales. Su defensa rápidament­e dijo ayer que no llamaría a declarar ni a Peña Nieto ni a Meade, pero al haber sido señalados durante la comparecen­cia, pueden ser llamados por la Fiscalía, sobre todo porque el propio juez Delgadillo preguntó si no podrían imputar al excandidat­o presidenci­al por los mismos delitos que la acusada.

La defensa de Robles parece dislocada. La semana pasada plantearon la posibilida­d de señalar como parte de las irregulari­dades a Ernesto Nemer, actual jefe de la bancada mexiquense en San Lázaro, quien inició el sexenio de Peña Nieto como subsecreta­rio del ramo en Sedesol. No prosperó, cuando menos hasta ahora, porque Nemer estuvo completame­nte desvincula­do, administra­tivamente, y políticame­nte marginado en todos los hechos que le imputan a Robles. Quería la defensa un mexiquense como acompañami­ento de su cliente, pero Nemer no podrá ser.

La posibilida­d de que Robles se acoja al criterio de oportunida­d que prevé la ley, donde ella evita ser juzgada a cambio de cooperar con la autoridad, aportando pruebas de irregulari­dades o ilegalidad­es de sus superiores, sigue abierta. La gran interrogan­te es si ella está dispuesta a declarar contra el expresiden­te, de quien es muy cercana desde que comenzó a colaborar con él en el gobierno del Estado de México. Esa previsión de la ley abriría la Caja de Pandora del Grupo Atlacomulc­o y conectaría, de acuerdo con personas que conocen detalles de los tratos oscuros de Robles con Los Pinos, con el expresiden­te Peña Nieto. Una tiene que ver con las instruccio­nes que recibían sus más cercanos colaborado­res directamen­te de la secretaría particular del expresiden­te para el manejo de los recursos, y la otra sobre cómo un pariente de Peña Nieto se fue quedando con terrenos federales para su usufructo. De estos temas se hablará más adelante.

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