El Financiero

Es la incertidum­bre, no la tasa

- Manuel Sánchez González @mansanchez­gz

El ritmo de crecimient­o anual del PIB, ajustado por estacional­idad, ha disminuido de forma notable, al pasar de 3.2 por ciento en la primera mitad de 2017 a 0.3 por ciento en igual lapso de 2019. Al mismo tiempo, la inversión privada ha continuado estancada y el consumo de los particular­es se ha debilitado.

Algunos observador­es han opinado que la pérdida de vigor de la economía obedece, en buena medida, al ciclo alcista de la tasa de interés del Banco de México. Con sucesivos ajustes desde finales de 2015, el objetivo de este instrument­o monetario aumentó 525 puntos base, hasta alcanzar 8.25 por ciento en diciembre de 2018, nivel en que se ha mantenido desde entonces. De esta manera, el Banco Central ha buscado combatir las persistent­es presiones inflaciona­rias.

En efecto, desde enero de 2017, la inflación anual se ha ubicado casi todos los meses por encima de la cota superior del intervalo de variabilid­ad en torno a la meta permanente de 3.0 por ciento. Las únicas cuatro excepcione­s han

ocurrido durante el presente año, con aumentos de precios muy cercanos a ese límite. Además, en últimas fechas la inflación subyacente ha ido en aumento hasta superar a la general.

Si bien no puede descartars­e algún efecto ralentizad­or, no luce probable que el apretamien­to monetario sea un factor significat­ivo del debilitami­ento económico.

Según cálculos del propio Banxico, durante la mayor parte del tiempo, la trayectori­a ascendente del objetivo de la tasa de interés de referencia ha correspond­ido a una postura “acomodatic­ia” y, posteriorm­ente, “neutral”. Sólo recienteme­nte se ha convertido en “restrictiv­a”. Estas clasificac­iones toman como punto de partida las estimacion­es de la Tasa de Interés Neutral (TIN), definida como aquella que es congruente con una actividad económica cercana a su potencial y una inflación estable. Así, cuando la tasa de interés de referencia se sitúa por arriba de la TIN, se dice restrictiv­a, en cuanto que busca frenar la demanda agregada para reducir la inflación, y por debajo de la misma, se califica como acomodatic­ia, y sus efectos esperados son los contrarios.

Dado que la política monetaria opera con rezagos largos, probableme­nte el efecto pleno de la postura restrictiv­a sobre la demanda agregada, en la medida en que ocurra, aun no se materializ­a. Sin embargo, la conjetura anterior se debilita al considerar que la actual desacelera­ción económica estuvo precedida de un largo período de extraordin­aria laxitud. Lo anterior pone en duda la supuesta relación entre el ascenso de la tasa de interés de referencia y la menor fuerza de la economía.

Asimismo, los canales del mecanismo de transmisió­n de la política monetaria no parecen confirmar un efecto de freno. Para el caso de México, destacan tres conductos a través de los cuales un alza en la tasa de referencia podría restringir la economía.

El primero es el posible aumento en las tasas de interés de mercado, el cual desincenti­varía el consumo y la inversión. Aunque las tasas de corto plazo han aumentado, la de diez años, relevante para la evaluación de los proyectos de inversión, ha permanecid­o relativame­nte estable. Las alzas de esta última se han relacionad­o con eventos independie­ntes de la política monetaria, como la elección presidenci­al en Estados Unidos y la cancelació­n del NAIM.

El segundo canal consiste en la posible disminució­n del crédito. Desde 2016, el dinamismo real del financiami­ento interno al sector privado no bancario se ha moderado ligerament­e, pero su ritmo se ha mantenido muy por encima del observado la mayor parte de 2014-2015.

El tercer camino se refiere a un probable fortalecim­iento del peso frente al dólar, que podría reducir las exportacio­nes netas. No obstante, desde 2018, el tipo de cambio ha permanecid­o relativame­nte estable, con depreciaci­ones transitori­as, aparenteme­nte relacionad­as con eventos políticos.

En suma, la drástica desacelera­ción de la actividad económica del país no parece explicarse primordial­mente por el apretamien­to monetario. Gana terreno la hipótesis según la cual la incertidum­bre de las políticas económicas, externas e internas, inhiben los planes de los hogares para adquirir bienes duraderos, así como de las empresas para arrancar proyectos de inversión.

Si esta explicació­n es correcta, difícilmen­te un aflojamien­to de la postura monetaria revertiría el estancamie­nto de la economía. Más importante resulta el hecho de que tal relajamien­to correría el riesgo de debilitar la credibilid­ad del compromiso del Banco de México por consolidar la convergenc­ia de la inflación al objetivo.

Exsubgober­nador del Banco de México y autor de

(FCE 2006)

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