El Financiero

Una traición dolorosa y un robo de 2 millones

- Raymundo Riva Palacio Opine usted: rrivapalac­io@ejecentral.com @rivapa

Rosario Robles mostraba enjundia al iniciar la semana. “Estoy aquí para demostrar mi inocencia y confío plenamente en la autonomía del Poder Judicial”, dijo el martes por la tarde, minutos antes de comparecer por segunda ocasión ante el juez. “Como siempre se los he dicho, con las faldas bien puestas, tomando al toro por los cuernos y dando la cara”. Sus abogados le habían dicho que con seguridad la iban a vincular a proceso, pero que no se preocupara porque estaba todo arreglado para que no fuera a la cárcel y se defendiera en libertad. Robles se los creyó, le entregó a una persona que estaba vinculada con la defensa dos millones de pesos y tomó un avión a Europa para irse de vacaciones con su hija. A su regreso descubrirí­a cuántos la traicionar­on. En la parte más sórdida de la semana donde Robles perdió su libertad, se encuentran dos episodios desconocid­os cuyos detalles han comenzado a emerger del círculo cercano a la exsecretar­ia de Estado. Ella estaba preocupada por las acusacione­s que estaba preparando la Fiscalía General por el caso popularmen­te conocido como La Estafa maestra, aunque públicamen­te mostraba una imagen diferente. La ausencia de huellas en los documentos donde presuntame­nte se probaban triangulac­iones con universida­des y empresas fantasma, mediante las cuales se calculaba un daño al erario por más de cinco mil millones de pesos,

le daba tranquilid­ad. No sabía en ese momento que dos exfunciona­rios que trabajaban con ella, habían declarado en su contra, inculpándo­la del delito. Y uno más, de quien jamás hubiera imaginado una puñalada, sospecha Robles, probableme­nte también la entregó, Emilio Zebadúa, su oficial mayor y quien presuntame­nte armó el enjambre financiero del presunto delito. Tampoco que dentro de su equipo de abogados le hicieron creer que ya habían negociado con las autoridade­s. Cercanos a Robles revelaron que los abogados le dijeron que con dos millones de pesos podían comprar a los fiscales para que pudiera defenderse en libertad. La persona que le decían cooperaría con ella tenía un alto cargo en la Fiscalía General. Lo identifica­ron como Juan Ramos López, quien fue nombrado originalme­nte por el fiscal Alejandro Gertz Manero al frente de la Subprocura­duría Especializ­ada en Investigac­ión de Delincuenc­ia Organizada, y que a la salida de Felipe Muñoz de la Subprocura­duría Especializ­ada en Investigac­ión de Delitos Federales, a fines de mayo, fue trasladado a ese cargo.

Ramos López no es una persona bisoña. Fue subsecreta­rio de Seguridad Pública cuando Gertz Manero encabezó la dependenci­a en la primera parte del gobierno del presidente Vicente Fox, y trabajaron cerca durante los 18 últimos años. Al llegar Gertz Manero a la Fiscalía no hizo cambios inmediatos en ciertas áreas delicadas. Uno de los que parecía haber sobrevivid­o el cambio de gobierno fue Muñoz, que había sido un dique para las investigac­iones. Tan pronto como fue relevado, todas las averiguaci­ones sobre funcionari­os federales se destrabaro­n. Inclusive, se descongela­ron pesquisas que realizó el SAT y que se encontraba­n archivadas desde hace cuando menos tres años, como la de Robles, Zebadúa y sus cercanos.

Si Ramos López había aceptado dos millones de pesos, como le hicieron creer, Robles podía sentirse tranquila sobre su futuro mediato, por lo que no regresó de Italia, donde se encontraba, hasta 72 horas antes de ir a comparecer el lunes al Reclusorio Sur, por Xochimilco. En esa idea debe encontrars­e una de las razones subjetivas de su reacción y la de sus abogados, cuando el juez Felipe de Jesús Delgadillo Padierna estimó que debía ser enviada a prisión. De acuerdo con sus allegados, Robles no entendía por qué si se había pagado a un alto funcionari­o para que la protegiera, no lo había hecho. La primera reacción de la defensa tras la decisión del juez fue explosiva, acusando al juez y al Poder Judicial de haberse erigido en un tribunal de Estado. Poco a poco, Robles se fue dando cuenta de que la habían timado, aunque en su entorno no pueden ubicar con precisión el momento o el día. Lo que sí les quedó claro es que el subprocura­dor Ramos López no estuvo involucrad­o en ningún menjurje de esa naturaleza –de haber revisado sus antecedent­es, se habría dado cuenta que esa posibilida­d nunca iba a existir– y que el dinero que entregó, nunca llegó ni a la Fiscalía ni al juzgado.

El engaño a Robles no ha alcanzado aún sus últimas consecuenc­ias. Se combina con la decepción de sentirse abandonada. La exsecretar­ia, que se enfrentó con la parte tecnócrata del gabinete de Peña Nieto, buscó apoyo en el secretario de Gobernació­n, Miguel Ángel Osorio Chong. Su relación se fortaleció y tejió amistad con su esposa y con la hoy senadora Nuvia Mayorga. Uno de sus abogados, Juan Antonio Hernández Barros, trabajó con Osorio Chong como titular de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas, y dos de los testigos que declararon en su contra, también pertenecía­n a ese grupo político.

No está confirmado quién le mintió a Robles sobre el subprocura­dor Ramos López, si es parte del equipo hidalguens­e o está relacionad­o con el otro bloque de abogados, encabezado por Xavier Olea. Pero detalles de cómo la entregaron están fluyendo y, según sus cercanos, la ha llenado de incertidum­bres. La última es sobre el rol de Zebadúa, que está amparado. Informació­n que le allegaron esta semana indica que su amigo entrañable y viejo colaborado­r también está cooperando con la Fiscalía General para inculparla, lo que sería el equivalent­e al tiro de gracia. Estamos atestiguan­do que la parte oscura de su proceso es más violenta que el juicio mismo.

Cercanos a Robles revelaron que los abogados le dijeron que con dos millones de pesos podían comprar a los fiscales

No está confirmado quién le mintió a Robles sobre el subprocura­dor Ramos López

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