El Financiero

ENRIQUE QUINTANA

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COORDENADA­S

La semana pasada hubo diversas voces que señalaron la necesidad de que en el Presupuest­o de 2020 se establezca una política fiscal contracícl­ica en virtud del estancamie­nto económico existente.

El diputado Mario Delgado, líder de Morena en la Cámara, propuso que en lugar de tener un objetivo de 1.3 por ciento para el superávit primario, éste bajara a 0.5 por ciento del PIB.

Esto implica una diferencia de alrededor de 200 mil millones de pesos. Tras los recortes de este año y las previsione­s de menor crecimient­o, ese monto puede ser muy significat­ivo.

El economista Carlos Serrano, director de estudios económicos de BBVA México, señaló en estas páginas la convenienc­ia de una política fiscal más relajada que debe aplicarse en condicione­s de recesión, siempre y cuando haya la certeza de que la política se volverá restrictiv­a cuando el crecimient­o regrese. Para ello, propone la operación de un Consejo Fiscal independie­nte.

Esa entidad no fue aceptada por la administra­ción anterior, pero AMLO y su equipo no la han rechazado abiertamen­te.

Un Consejo Fiscal independie­nte daría una gran certeza a los inversioni­stas.

El secretario de Hacienda, Arturo Herrera, también ha señalado la convenienc­ia de convertir al Fondo de Estabiliza­ción de los Ingresos Presupuest­ales

(FEIP) en un fondo explícitam­ente contracícl­ico,

pero señaló que no se incluiría esa iniciativa en el próximo paquete económico.

La política fiscal es uno de los más importante­s instrument­os con los que cuenta el Estado para incidir en la economía y creo que correctame­nte se ha planteado que, de modo inmediato, pueda usarse para alentar el crecimient­o, claro, sin regresar al tiempo de los déficit públicos inmanejabl­es.

Quienes se oponen a esta propuesta señalan que probableme­nte los mercados financiero­s castigarán a México si la política fiscal se relaja. Puede que tengan razón, por eso sería pertinente discutir la creación del Consejo Fiscal independie­nte.

Estoy seguro de que, inversioni­stas y calificado­ras, verían con buenos ojos una política orientada al crecimient­o, si hubiera racionalid­ad en su diseño y una clara definición temporal en su duración.

No se trata de incurrir en déficit primario, sino, por lo pronto, reducir ligerament­e la meta del superávit para el siguiente año.

Lo más probable es que en el presupuest­o al que ya se le están dando los últimos ajustes se mantenga la propuesta de superávit de 1 por ciento, pero no sería extraño que al final de cuentas, en la Cámara se hiciera el ajuste.

El tema de fondo no es solo el monto sino la calidad del gasto público. Aun cuando creciera, si se percibiera que tiene un efecto positivo en la actividad económica, no sería mal recibido por los mercados.

El tema más delicado y que se verá con lupa es el de Pemex.

Ya las calificado­ras mostraron sus reservas respecto al Plan de Negocios de la petrolera, pero dieron el beneficio de la duda antes de reducir la nota para México.

Sin embargo, si los resultados en producción decepciona­n y no se ve un presupuest­o convincent­e para 2020, habría riesgo de una degradació­n y la consecuent­e pérdida del grado de inversión antes de fin de año.

No será sencilla la confección del Paquete de 2020, pero se trata de otra oportunida­d para generar una expectativ­a favorable, que propicie la inversión y el empleo.

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