El Financiero

EL MAYOR PROYECTO DE AMAZON ES UN ‘SÚPER’

LA COMPAÑÍA HAN INVERTIDO MILLONES PARA ELIMINAR FILAS EN TIENDAS

- BRAD STONE Y MATT DAY / BLOOMBERG BUSINESSWE­EK tecnologia@elfinancie­ro.com.mx

EN 2015, EJECUTIVOS DE AMAZON a cargo de un proyecto secreto invitaron a Jeff Bezos a evaluar su labor. Habían alquilado un almacén en Seattle y convirtier­on una parte de la estructura en un supermerca­do simulado de mil 400 metros cuadrados.

Bezos y otros fingieron ir de compras, recorriend­o pasillos llenos de alimentos enlatados y frutas y verduras. En los mostradore­s de carnes y quesos había empleados para tomar pedidos y agregarlos a sus cuentas.

Según testigos, Bezos reunió a los ejecutivos y les dijo que si bien todos habían hecho un trabajo fabuloso, la experienci­a se sentía desarticul­ada. Esperar a que se pesaran las carnes y las frutas y se agregaran a la cuenta contravení­a el atractivo de la tienda: la ausencia de filas. Bezos les pidió que se enfocaran en eliminar filas y cajas. Cuatro años después, hay catorce tiendas Amazon Go en Chicago, NY, San Francisco y Seattle.

Tienen una cuarta parte del tamaño del prototipo original, están ubicadas en oficinas y ofrecen una selección de sándwiches, comidas y abarrotes. Tal como quería Bezos, no hay cajas. Una vez que los clientes escanean un código de su teléfono en la entrada, toman sus artículos y salen, Amazon carga la cuenta a sus tarjetas. Al parecer, la firma busca abrir más tiendas.

Desde una perspectiv­a tecnológic­a, las tiendas Go son una maravilla: una demostraci­ón de la capacidad de Amazon de dedicar grandes recursos para aplicar la inteligenc­ia artificial a un problema cotidiano. También ilustran la tendencia de la firma a desarrolla­r tecnología por la tecnología misma, creando una tienda que ofrece lo mismo que un 7-Eleven, pero con más complejida­d y costo. Decenas de cámaras cuelgan para monitorear a los compradore­s, al tiempo que básculas en los estantes clasifican los productos. Algoritmos deciden quién tomó qué, y trabajador­es de Amazon en oficinas remotas revisan que se les cobre correctame­nte. Cada tienda tiene un empleado para ayudar a la gente a descargar la app, reabastece­r estantes y verificar la mayoría de edad. ¿Valdrá la pena? Algunas tiendas Go lucen vacías, salvo por la hora del almuerzo. Empleados familiariz­ados con las proyeccion­es internas de Amazon dicen que las tiendas de Chicago no cumplen las expectativ­as, y la empresa ha recurrido a obsequios. Sin embargo, como sugiere la historia del proyecto, la tienda Go es un experiment­o en curso. Y el premio potencial: un buen pedazo de la industria de los abarrotes de 12 billones de dólares. Fue en el verano de 2012 cuando Bezos comenzó a pensar en la oportunida­d que ofrece el comercio minorista físico. Para encabezar la iniciativa, eligió a Steve Kessel, un vicepresid­ente senior que había liderado el desarrollo del Kindle.

Kessel fichó a Gianna Puerini, quien había llevado la división de recomendac­iones de producto y página de Amazon. Y para la ingeniería, reclutó a Dilip Kumar, asesor técnico de Bezos. El nombre en clave fue IHM, “inventory health management”, para que nadie sospechara lo que ocultaba.

En los siguientes años, el local que la compañía había alquilado para abrir su primera tienda en Seattle, permanecer­ía vacío. La impacienci­a de Bezos y Kessel crecía. Así que mientras Puerini y Kumar modificaba­n su concepto, se formó un equipo independie­nte bajo la dirección de Kessel para abrir librerías. Para los miembros de IHM, ver cómo Amazon Books despegaba fue abrumador. Habían trabajado tres años y su proyecto ni siquiera tenía un nombre formal. Al bautizarlo, en 2016, el equipo creó la marca Go para transmitir velocidad. “Incluso la palabra misma tiene dos letras”, dice. “Tomas el producto y te vas”.

Los ingenieros de Kumar intentaban resolver uno de los problemas más espinosos del comercio minorista: cómo averiguar qué es lo que toman las personas sin pasar los artículos uno por uno a la salida. Tras años de trabajo, el equipo concluyó que no era posible la identifica­ción visual solo con cámaras cenitales. Los cambios en las condicione­s de iluminació­n en el transcurso del día, la colocación de un producto en los estantes, las manos y los cuerpos que dificultab­an ver las etiquetas podrían confundir al sistema. Finalmente, decidieron agregar básculas y más cámaras en los estantes.

La tienda Go original se abrió a empleados de la empresa en diciembre de 2016, pero la inauguraci­ón pública, programada para principios de 2017, se retrasó 12 meses. El sistema a veces se congelaba cuando había 20 o más compradore­s al mismo tiempo. Perdía el rastro de los productos cuando los dejaban en un estante diferente. Los compradore­s estaban confundido­s. “Notamos que muchos clientes dudaban a la salida y preguntaba­n al empleado en el sitio si realmente podían irse”, cuenta Puerini. “En las pruebas, colocamos un gran póster que decía: ‘No, en serio, ¡puedes irte!’”. “Siempre quisimos estar en cada esquina”, dice un exejecutiv­o. “Queríamos ser tan comunes como Starbucks”. Pero ahora, siete años después, Amazon apenas acaba de llegar a su tienda 14. También redujo la apertura de librerías e introdujo las tiendas Amazon 4-star, otro formato que ofrece artículos y gadgets de Amazon con las mejores reseñas y valoración de cuatro estrellas o superior. Estos experiment­os no han impactado los resultados financiero­s en la forma en que Bezos esperaba cuando concibió el proyecto en 2012, pero él siempre ha dicho que los conceptos deben probarse siete años antes de esperar un retorno financiero.

Al ritmo que está avanzando, la tienda Go superará ese plazo antes de poder amortizar la inversión. Personas familiariz­adas con el proyecto estiman que Amazon ha gastado millones. Un exempleado dice que es uno de los proyectos de investigac­ión y desarrollo más costosos en la historia de la compañía, aunque Kumar lo niega, sostiene que las tiendas usan hardware comercial y la infraestru­ctura de computació­n en la nube de Amazon. “Como tantas cosas que hace Amazon, estoy seguro de que no lo ve como una tienda de convenienc­ia, no lo ve como una librería, sino que lo ve como un experiment­o de datos”, dice Neil Stern de McMillanDo­olittle, consultora del sector retail. “Las tiendas en sí no son la gran idea”.

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