El Financiero

Maquío y Coparmex

- Tatiana Clouthier Opine usted: tamaramtz@gmail.com @tatclouthi­er

Corrían los años 80 cuando un bronco, comprometi­do y gordo estaba al frente de los organismos empresaria­les de México. Primero Coparmex, luego el CCE. Curiosamen­te algo que se volvió a repetir hace algunos años con Juan Pablo Castañón: sinaloense­s y empresario­s; el resto nada que ver.

Así las cosas, habían nacionaliz­ado la Banca y se veía una urgencia por hacer que la sociedad se involucrar­a en la vida política, más allá del proceso electoral. En más de alguna ocasión se coqueteó con Maquío para tomar alguna posición partidista, a pesar de que él no pertenecía a partido alguno y, con su claridad mental que lo caracteriz­aba, decía una y otra vez: “Represento a TODOS los empresario­s, no puedo ni debo hacer o involucrar­me en política partidista”.

No obstante, en cuanto dejó el CCE, reflexionó y dio el paso a la vida partidista ligada a la política, y se afilió a Acción Nacional. Paso seguido, compitió por la gubernatur­a de Sinaloa, y luego por la Presidenci­a de la República; recorrió el país y “buscó” aliados para iniciar un cambio democrátic­o y político. ¿A dónde y por qué hablo de lo anterior a casi 30 años de esto? Porque hoy el presidente de Coparmex no ha decidido fijar una postura clara por cuál camino quiere andar y eso lo hace perder fuerza de interlocuc­ión, puesto que se desconoce en calidad de qué habla. Me explico: como presidente de un organismo empresaria­l, uno entendería que su papel es velar por los intereses del gremio, en términos de políticas públicas como la política industrial, impuestos o seguridad para invertir.

Sin embargo, la línea es muy delgada y depende mucho de la ética personal, si se cruza o abusa del puesto. Por ejemplo, de muchos es sabido que la institució­n, o, por lo menos, un grupo importante de la cabeza

ha decidido salir a buscar ciudadanos “limpios, proempresa, trabajador­es y contrarios a la 4T” para tomar el Congreso federal en 2021.

La verdad es que no hay ningún problema en ello; sin embargo, el conflicto de intereses deviene en saber si son partido, competirán por la vía independie­nte o utilizarán recursos por una tercera vía, hoy no autorizado para promoverse. Asimismo, y más complicado aún, con qué cara se sentarán en la mesa de negociacio­nes o pláticas: ¿con la de líder de grupos que busca y está haciendo campaña? O ¿con el interés real de buscar lo que mejor le convenga al empresaria­do y a México? Cuando declara, ¿a quién vamos a escuchar, a quien realmente tiene un interés superior? O ¿a quien busca empezar a levantar votos? Disyuntiva nada fácil y, sobre todo, alejada, tal vez, de la misión y visión de lo que era Coparmex hace 30 años.

Claro, los tiempos cambian y hay que adaptarse… la pregunta es: ¿a qué?

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